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Grifols: una planta industrial que fabrica autonomía estratégica

La nueva planta de Grifols en Catalunya representa una apuesta industrial con impacto global

    La sede de Grifols, en Sant Cugat del Vallès | Albert Hernàndez / ACN
    La sede de Grifols, en Sant Cugat del Vallès | Albert Hernàndez / ACN
    Oriol Alcoba, director de innovación y transferencia de conocimiento en Esade
    Director de innovación y transferencia de conocimiento en Esade
    23 de Julio de 2025 - 05:30

    En un contexto marcado por la redefinición de las cadenas de suministro globales, la pandemia de la covid-19 y los conflictos geopolíticos globales han evidenciado que Europa no puede seguir siendo estructuralmente dependiente de terceros países para garantizar el acceso a suministros críticos. La necesidad de reforzar la autonomía estratégica de la Unión Europea se ha convertido en uno de los grandes consensos políticos del momento, con implicaciones directas en sectores como la energía, los semiconductores, las materias primas críticas o, como es el caso que nos ocupa, los productos sanitarios.

     

    En este escenario, el anuncio reciente de Grifols de invertir 160 millones de euros en una nueva planta productiva en Lliçà de Vall (Barcelona), con el objetivo de duplicar su capacidad de fraccionamiento de plasma en Europa, adquiere un valor que va mucho más allá del impacto económico directo (que ya es notable, con más de 400 puestos de trabajo nuevos y la consolidación de su complejo industrial en Cataluña). Hablamos de un proyecto que conecta perfectamente con la tendencia europea hacia una reindustrialización con mirada estratégica, con una fuerte base tecnológica y un alto grado de impacto social.

    Para entender la importancia de esta decisión hay que entender primero qué hace exactamente Grifols y por qué es una empresa única en el mundo. Fundada en Barcelona en 1909, como Instituto Central De análisis Clínicos, la empresa se creó en 1940 y fue pionera en una técnica llamada plasmaféresis con retorno celular, desarrollada por el Dr. Josep Antoni Grifols en los años 50 a partir de estudios científicos previos. Esta técnica, que permite extraer el plasma de un donante y devolverle el resto de componentes sanguíneos, marcó un antes y un después en la seguridad y eficiencia del proceso, y convirtió a Grifols en un referente internacional en la fabricación de medicamentos derivados del plasma.

     

    Hablamos de un proyecto que conecta perfectamente con la tendencia europea hacia una reindustrialización con mirada estratégica

    Este proceso sigue siendo la base de su actividad: transformar plasma humano en medicamentos esenciales para pacientes con inmunodeficiencias, enfermedades autoinmunes, hemofilias o déficits de coagulación. Hablamos de productos que no tienen sustituto artificial: el plasma no se puede fabricar, sólo se puede recoger a través de donaciones humanas. Esto convierte la cadena de valor del plasma en un activo estratégico que exige no sólo capacidad técnica y científica sino, también, infraestructura industrial robusta y control logístico global. 

    Grifols opera con más de 390 centros de recogida de plasma en Estados Unidos y Europa. Tiene una plantilla global superior a los 23.000 empleados y exporta sus productos a más de 100 países. Sus rasgos distintivos, pues, si tratamos de analizar aquello que la diferencia y que la convierte en una empresa única, son tres: (1) la capilaridad geográfica y capacidad de obtención de plasma sanguíneo de forma eficiente y segura; (2) la inversión sistemática en investigación y desarrollo para desarrollar procesos de separación y uso de los diferentes componentes contenidos en el plasma; y (3) una capacidad de ingeniería propia para diseñar e implementar procesos productivos, maquinaria y sistemas que son imprescindibles para llevar a cabo su actividad industrial.

    Con la nueva planta de Lliçà, Grifols doblará su capacidad de fraccionamiento de plasma en Europa hasta alcanzar los 10 millones de litros anuales, cifra que representa un salto cualitativo y cuantitativo en la oferta europea de hemoderivados. Este aumento de capacidad es especialmente relevante si tenemos en cuenta que unos 300.000 pacientes europeos dependen de estos fármacos de manera crónica y que Europa todavía importa un porcentaje muy alto del plasma de otros países, fundamentalmente de los EEUU. 

    Es aquí donde la nueva planta de Grifols conecta directamente con los debates de fondo sobre autonomía estratégica. En el marco de la UE, el reciente reglamento SoHO (Substances of Human Origin) establece objetivos, por primera vez, para lograr la autosuficiencia en plasma dentro del mercado europeo. El hecho de que un operador europeo, con base en Catalunya, decida reforzar su capacidad industrial en el continente no es una decisión meramente empresarial: es una contribución clara a la resiliencia sanitaria europea.

    No es una decisión meramente empresarial: es una contribución clara a la resiliencia sanitaria europea

    Cuando hablamos de “reindustrialización inteligente” o de “nuevo pacto verde industrial”, a menudo pensamos en sectores como las baterías, el hidrógeno o los semiconductores. Pero la bioindustria también forma parte de esta nueva agenda europea. Empresas como Grifols son protagonistas naturales. No sólo por su capacidad productiva o por su liderazgo tecnológico, sino también porque han sabido crecer desde el territorio, arraigadas en Catalunya, pero con una mirada global y con una apuesta clara por contribuir al bienestar de la sociedad. 

    Esta nueva planta es, en realidad, mucho más que una inversión industrial. Es una pieza clave en la estrategia de soberanía estratégica (industrial y sanitaria) de Europa. Es una muestra de la capacidad de Catalunya para generar proyectos industriales de alto impacto. Y es, también, el más reciente capítulo de una historia que comenzó hace más de 80 años con una misión aparentemente sencilla, pero poderosamente transformadora: llevar la investigación científica a la práctica clínica a través de un proyecto empresarial. 

    A pesar de la relevancia indiscutible de la nueva planta de Grifols como apuesta empresarial, tecnológica y sanitaria, hay que hacer un llamamiento claro: el sector público (tanto en Catalunya como a escala española y europea) debe saber corresponder esta inversión estratégica. La capacidad de fraccionar plasma es inútil si no se garantiza un flujo estable, ético y suficiente de esta materia prima esencial. Hoy, entre el 20 % y el 30 % del plasma que necesita Europa todavía se tiene que importar, principalmente de los EEUU.

    La capacidad de fraccionar plasma es inútil si no se garantiza un flujo estable, ético y suficiente de esta materia prima esencial

    Seguramente, habrá que afrontar debates incómodos como la compensación económica de las donaciones, como ocurre en los países que cubren sus necesidades o incluso generan superávit de producción de plasma. Los EEUU generan el 70% del plasma utilizado globalmente y esto genera, en un contexto geopolítico complejo como el actual, inoportunas dependencias con este país. De hecho, el nuevo reglamento SoHO europeo no prohíbe la compensación económica, pero establece que debe ser limitada, justificada y no convertirse en un incentivo comercial abusivo. Hay que apresurarse para entender cómo acabará trasladándose este redactado europeo a la realidad normativa que nos aplica. Sin una política pública decidida que impulse la recogida de plasma en el territorio europeo (con más puntos de donación, mayor conciencia social, infraestructuras específicas y colaboración con el sector salud), el sueño de una soberanía sanitaria plena será incompleto. 

    Catalunya tiene, con Grifols, un activo de valor global. Como esta nueva inversión tiene unos evidentes efectos sociales positivos, aquí y en todas partes, es necesario que la administración catalana también sea capaz de poner las facilidades que merece para superar todos los trámites administrativos y legales en plazos razonables (en materia ambiental, energética, seguridad, etc.). Es más: estamos ante una oportunidad única para aprender a hacerlo de forma sistemática, porque este proyecto genera un consenso que, desgraciadamente, no tienen todas las inversiones industriales. 

    Para transformar este activo en una verdadera palanca de soberanía, hace falta una mirada coordinada y ambiciosa que ponga las políticas de salud, industria e innovación al servicio de un objetivo común: garantizar el abastecimiento seguro, estable y sostenible de una materia prima crítica para la vida, generando, por el camino, puestos de trabajo y prosperidad económica para el país.

    Para transformar este activo en una palanca de soberanía, hace falta una mirada coordinada y ambiciosa que ponga la salud, industria e innovación al servicio de un objetivo común

    En 2010, WikiLeaks reveló que los EEUU consideraban Grifols una empresa de interés estratégico. Este hecho se hizo público a través de la filtración de documentos del Departamento de Estado norteamericano. Quince años más tarde, tenemos que demostrar con hechos y no palabras como las de este artículo, que Grifols es una empresa de interés estratégico para Catalunya, España y Europa.