
José Torres Montejo (Antequera, Málaga, 1948) a los seis años empieza a ayudar en el bar familiar. En 1964 la familia emigra a Madrid. Comienza a trabajar con unos primos como instalador de gas. En 1965 entra a trabajar en Assecat d'Obres i Solucions, empresa cuyo dueño le hizo de mentor y segundo padre. Recorre España entera en tren para secar obras con máquinas, aprovechando los tiempos muertos buscando clientes potenciales porque “lo que es bueno para la empresa es bueno para todos”. En 1966 se compra un R4 con el que hace 120.000 km anuales. En 1969 inventa el primer infrarrojo con soporte, y posteriormente otras máquinas para secado. El incumplimiento de las medidas de seguridad a fin de ganar ritmo de trabajo casi le deja ciego debido a que retrasó la visita al oftalmólogo, ya que “primero está el trabajo y después lo urgente; pasados los 40 todos los años que cumplas serán un regalo”.
Juana Muñoz Santos (1948, Ciudad Real) comenzó a trabajar en almacenes SEPU y después en Siemens, lo cual la decidió a estudiar alemán. José y Juana se casan y van de viaje de novios por 17 provincias secando obras.
En 1973 deciden establecerse por su cuenta en Barcelona para no hacer la competencia a la empresa. Montan el negocio con una hermana de Juana y su marido. En 1975 se separan, creando TST. Entonces no existían los emprendedores y no se consideraban empresarios, sino simples currantes con muchas ganas de trabajar. La mesa del comedor era la del comité de dirección; no separaban empresa y familia, eran una sola cosa. La oficina estaba en casa, y el material se trasladaba en una furgoneta que se aprovechaba para ir de camping en verano.
Los tres hijos Juanjo (1972), Jordi (1974) y Jaime (1976) adquirieron el ADN contestando al teléfono -lo que era sagrado-, barriendo el taller y limpiando maquinaria. Después del nacimiento de Mayi (1981) y Ana Lis (1982) se decidió cubrir el despacho con corcho para insonorizarlo.
La oficina estaba en casa, y el material se trasladaba en una furgoneta que se aprovechaba para ir de camping en verano
En 1981 calentaron el primer evento. En 1983 la gran inundación de Bilbao hizo ver que el trabajo era inacabable. En 1984 José patentó una máquina de infrarrojos gigante para combatir, sin éxito, las heladas en el campo leridano. Cuando su primogénito tenía 12 años le dijo que le acompañara a una obra, le dijo “pisa donde yo piso” y después “tienes que secar todo esto, volveré en unas horas”; lo dejó con el material de secado. A los 15 “ya no secarás más”.
En 1989 instalaron una emisora de radioaficionado para poder comunicarse sin necesidad de ir a las cabinas telefónicas. En 1990 el padre quería rebajar su ritmo de trabajo y comunicó a la familia que Juanjo, que estaba estudiado ingeniería técnica industrial, pasaba a ser la cara visible de la empresa con plenos poderes. Se compró una americana y comenzó a hacer de técnico siempre disponible (sólo ha apagado el móvil al hacer el camino de Santiago). Para evitar malentendidos por los diferentes estilos de gestión, padre e hijo se repartieron los clientes.
En 1991 contratan a un trabajador pakistaní repatriando a su mujer y seis hijos, “”si hay Dios ya me lo agradecerá”, dijo José. En 1992 entran en el negocio de aire acondicionado para eventos e industria.
Los dos hermanos tuvieron que luchar contra la imagen de ser visto por todos como “los hijos del jefe"
Jordi comenzó a trabajar en la empresa familiar con 16 años, estudió ingeniería técnica industrial, y se centró en la parte operativa del negocio. Los dos hermanos tuvieron que luchar contra la imagen de ser visto por todos como “los hijos del jefe”. Después de un enfrentamiento, Juanjo despidió al encargado del taller, el único que sabía cómo funcionaban todas las máquinas. El padre dijo “él es quien manda, nadie está por encima de él, ni yo”; los “niños” pasaron a ser los “jefes”.
Este primer capítulo ayuda para reflexionar sobre la importancia de la transmisión de valores y sobre la etiqueta de hijo de amo que cuelga sobre muchos continuadores.