Passeig de Gràcia, espina dorsal del poder

Plaça Catalunya, el contrafuerte financiero de los grandes bancos

Plazco̧a Cataluña, el contrafuerte financiero de los bancos. | iStock Plazco̧a Cataluña, el contrafuerte financiero de los bancos. | iStock

En La gran telaraña (Ediciones del Periscopio, 2017) incluimos un apartado de conclusión donde recuperábamos pasajes ya vistos a lo largo del libro, pero recogidos entonces sobre un mapa imaginario del Passeig de Gràcia. El objetivo era hacer una caminata más o menos virtual por esta gran arteria urbana ubicando los principales episodios históricos relatados a lo largo de los varios capítulos del libro. Un par de años más tarde, tuvimos el honor de prologar la obra Els amos del Passeig de Gràcia, donde Rafa Burgos radiografía los propietarios de cada palmo de esta vía pública tan glamurosa. Finalmente, hace sólo unos meses, la televisión pública catalana emitió un documental presentado por el autoproclamado cronista de Barcelona donde, además de autohomenajearse, nos acompañaba en el descubrimiento de algunos aspectos del pasado de este kilómetro y medio de actividad frenética que hay en el corazón de Barcelona. En resumen, no hay duda de que el passeig de Gràcia y su historia están de moda.

Si el passeig tiene un punto de partida claro, este es la Plaça Catalunya, que ejerce de puerta de entrada a un espacio tan relevante y que, gracias a la presencia masiva de los grandes bancos españoles, atesoró tiempo atrás la función simbólica de ser el contrafuerte del poder que se diseminaba calle arriba.

En el número 17 de la plaza hay el Banco de España, hoy un caparazón vacío en todos los sentidos, porque ni es banco de bancos, ni es el amo y señor de las políticas monetarias del Estado, atribuciones transferidas al Banco Central Europeo. El edificio muestra aquel olor imperial que tanto gustaba en la época en qué fue construido (1955) y quizás el destino que más se le asemeja es el de hotel de lujo, siempre y cuando en el momento en que la moratoria de la administración Colau finalice y Barcelona continúe siendo un destino de moda. En la misma acera, pero en el número 19, encontramos el caso de un edificio que ya ha hecho este trayecto tan usual en los últimos años, el de banco reconvertido en establecimiento hotelero. Se trata del hotel Olivia Plaza, del empresario Manuel Valderrama Blanca, que ocupa la misma parcela que durante unos años (hasta 1961) fue la sede del banco antecesor del Deutsche Bank, el Banco Comercial Transatlántico. Las vinculaciones germánicas de esta entidad se deben a que su denominación original fue Banco Alemán Transatlántico, pero la derrota en la Segunda Guerra Mundial forzó el cambio. Por cierto, sí, este empresario de origen de andaluz lleva los mismos apellidos que el mítico cantaor de flamenco.

"En el número 17 de la plaza hay el Banco de España, un caparazón vacío porque ni es banco de bancos, ni es el amo y señor de las políticas monetarias del Estado"

Quizás es por la presencia de Hermes en la puerta principal, pero el caso es que el número 23 de Plaça de Catalunya está destinado a ser testigo de hechos trascendentes en la historia de la ciudad de Barcelona. Allá había la sede del Banco Central, una entidad que la gente más joven ni recordará que existió, pero que en su momento fue uno de los siete grandes bancos españoles. Además de ser testigo pasivo des las celebraciones de las victorias del Barça -la puerta principal mujer a Canaletes- el 23 de mayo de 1981 fue protagonista de uno de los hechos más extraños sucedidos en la ciudad a las últimas décadas.

El asalto al Banco Central

Hablamos del conocido como "asalto al Banco Central". Aquel sábado por la mañana, un pelotón de once encapuchados liderados por José Juan Martínez Gómez entró a disparos en la oficina bancaria con un aparente ánimo de atracarla. A lo largo de las 37 horas que duró el asalto -igual que el título de la versión castellana de una película de Michael Cimino- corrieron varias versiones sobre la motivación y autoría reales del supuesto atraco, hasta el punto de que la estabilidad del Estado tambaleó. La versión oficial que se ha consolidado hasta nuestros días apuesta por un simple atraco con motivaciones crematísticas, pero nunca se desvanecerá del todo la interpretación apócrifa según la cual los atracadores no buscaban el dinero, sino que actuaban siguiendo órdenes de la ultraderecha y de los servicios secretos españoles, y que el objetivo era recuperar un misterioso maletín guardado en una de las cajas de seguridad del banco. Además, durante muchos momentos parecía irrefutable que el asalto tenía conexiones muy claras con el golpe de estado del 23-F, ejecutado justo tres meses antes.

El tercer hecho que vincula este edificio con momentos altamente emotivos para la ciudad de Barcelona se produjo el 17 de agosto de 2017, cuando justo ante la fachada del edificio una furgoneta conducida por Younes Aboyaaqoub invadió el tronco central de La Rambla para embestir voluntariamente todo el mundo que paseaba. El balance final fue de trece muertos y más de cien heridos, y también en este caso con un montón de incógnitas pendientes de ser resueltas.

"El Banco Central como institución también tiene sus momentos de película"

El Banco Central como institución también tiene sus momentos de película, especialmente durante el año 1988, cuando su presidente Alfonso Escámez López pactó la fusión con el Banesto que lideraba Mario Conde Conde para acontecer una entidad que se tenía que denominar Banco Español Central de Crédito. El pacto, escenificado con un abrazo en directo durante el Telediario de Televisión Española, tenía como principal objetivo defender el Central de una posible opa hostil que se estaba cocinando y que tenía el apoyo político del presidente del Gobierno español Felipe González Márquez y el financiero de los llamados "Albertos", los primos Alberto Cortina Alcocer y Alberto Alcocer Torra. La fusión entre Central y Banesto al final no resultó posible, y unos años más tarde, en 1991, el primero de ellos acabó fusionado con el Banco Hispano Americano y el otro en 1993 seria intervenido por el Estado, en la escenificación de la gran caída de la estrella financiera de los ochenta, el gallego Mario Conde.

El edificio de Amancio Ortega: de Banesto a Apple

Precisamente, la sede catalana de Banesto no estaba muy lejos de la del Central, justo al otro lado de la plaza, el número 1. Hoy es propiedad del multimillonario Amancio Ortega Gaona y está ocupado por la tienda Apple y por un hotel de la cadena Iberostar. El Banesto (Banco Español de Crédito, en su denominación larga) recibió una importante sacudida cuando el joven abogado Mario Conde -sólo 39 años en aquel momento- accedió a la presidencia de la entidad, desplazando a Pablo Garnica Mansi, que pertenecía a una de las alcurnias históricas del banco madrileño. Cómo hemos dicho antes, el Banesto acabó intervenido por el Estado, para después ser vendido con unas condiciones muy generosas al Banco Santander de Emilio Botín-Sanz de Sautuola y García de los Ríos.

A medio camino entre las antiguas sedes del Banco Central y del Banesto, en el número 6 de Plaça de Catalunya, había la oficina central del BBVA. La característica principal del edificio ha sido siempre el reloj giratorio de la azotea, que se mantiene activo hoy en día cuando el banco ha dejado paso a una tienda de Zara. Esta ubicación lo ocupaba desde los años cincuenta, cuando todavía se llamaba Banco de Bilbao. Posteriormente, fue sumando letras en la denominación a causa de la fusión con el Banco de Vizcaya y la posterior absorción de la banca pública Argentaria. Lo que había sido la entidad de referencia de las élites biscaínas, perdió su aureola con al cambio de siglo, cuando el poder financiero y político de Madrid -era la época en que gobernaba José María Aznar López- asaltó el banco azul aprovechando un escándalo financiero de la dirección que encabezaba Emilio Ybarra Churruca, y colocó en su lugar al antiguo presidente de Argentaria, Francisco González Rodríguez, alias FG.

El símbolo del capitalismo

Saltando ya hacia el Passeig de Gràcia, encontramos dos entidades que no son bancos, pero que pertenecían al mundo financiero: eran las aseguradoras Banco Vitalicio y Unión yel Fénix. La primera de ellas hoy pertenece al grupo italiano Generali, que da nombre al que fue el edificio corporativo de la compañía. Se levantó en 1949 y preside de manera imponente el cruce entre el passeig de Gràcia y la Gran Via, en el número 11 del paseo.

Antes de ser integrada bajo la marca Generali, Vitalicio era una aseguradora vinculada al Banco Central Hispano, la fusión antes mencionada entre el Central y el Hispano Americano. Por su parte, la histórica Unión y el Fénix, con edificio monumental en el número 21, vio como sus días gloria se desvanecían coincidiendo con la llegada de un personaje de quien ya hemos hablado, Mario Conde. Cuando Conde fue nombrado presidente del Banesto, una de las primeras inversiones fue tomar el control de esta aseguradora. Sólo cinco años más tarde, y justo antes de la intervención del banco por parte de las autoridades, Banesto se desprendió de Unión y Fénix, que pasó a manos de la aseguradora pública francesa AGF. Se ponía el punto final además de cien años de vida la entidad.

Més info: Joan Hortalà: "La bolsa se mueve mucho por sentimientos"

Y para acabar esta ruta, nos quedamos en el edificio vecino de Unión y el Fénix, el de la Bolsa de Barcelona, epicentro simbólico de cualquier mapa del capitalismo que se pretenda dibujar. Nada que ver con la majestuosidad gótica del edificio de la Llotja de Mar que ocupó durante muchos años, esta sede racionalista es testigo de la decadencia de la bolsa como mercado presencial. Quién tenga una imagen de los mercados financieros basada en películas anglosajonas, corre el riesgo de tener una decepción mayúscula si se le ocurre pisar este edificio: no hay corros, ni gritos, ni operadores con chaquetas de colores comprando y vendiendo compulsivamente, únicamente encontrará pantallas con cifras y abuelos paseando, todo el día. Es la era de los parqués electrónicos.

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