Ni un día de tranquilidad en el Barça

Ferran Reverter no era un fichaje de Laporta y lo despedimos con harto dolor

El ex-CEO del FC Barcelona, Ferran Reverter | EP El ex-CEO del FC Barcelona, Ferran Reverter | EP

Los barcelonistas continuamos metidos en dinámica de montaña rusa, por mucho que nos pese y llegue a molestar. Ni un solo día de paz, como si resultara imposible, como si quisiéramos dar la razón a los tópicos que esgrimen nuestros adversarios. Cuando no se trata del forensic, toca el adiós de Ferran Reverter, un CEO que había conseguido el milagro de la unanimidad. O al menos, de la mayoría absoluta en el respeto  y la consideración de los culés, sean del bando que sean, que eso es harina de otro costal. Resulta evidente que los perdedores de las últimas elecciones seguirán disparando con bala contra Laporta tome la decisión que tome, haga lo que haga. Ellos  sienten un sentido de propiedad sobre el club que los mantiene sumamente incómodos en la batalla contra un presidente electo que despierta filias y fobias también llevadas a extremos. Y así, tenemos al Barça de los nervios, como si no fuera bastante con la nefasta herencia del bartorosellismo, con la deuda de 1.350 millones de euros que nadie explica cómo pagará y la vorágine de créditos a solicitar para llevar a cabo el Espai Barça.

Encima, el equipo, huérfano de Messi y a punto para cerrar la época de éxitos demasiado tarde y mal, debe ser la piedra angular que permita arrancar la dinámica de reconstrucción. Demasiados frentes abiertos, en definitiva. De momento, esta temporada, mientras Xavi Hernández intenta hallar la línea ascendente, se han utilizado ya más de 35 jugadores y una nutrida muestra de 16 delanteros que explican la necesidad de remover lo que sea hasta encontrar la alternativa, la manera de poner la primera piedra en la reconstrucción de un club que no se puede permitir temporadas de transición por su delicado estado de tesorería. Y porque nunca se lo ha permitido, digámoslo claro, a causa de su formidable potencial simbólico. Pero cuando se empiezan a notar brotes verdes sobre la hierba, comienza la tempestad en los despachos. El quid del asunto consiste en no vivir tranquilos ni por equivocación…

Contrariamente a lo que piensan algunos, la buena marcha del Barça precisa que se practique la crítica constructiva de manual, cargada de argumentos, ideas y alternativas, que huya de vísceras y trincheras

Con este panorama digno de unidad de cuidados intensivos, existe otro elemento a reseñar antes de acometer el caso Reverter. El club necesita criterio, profesionalidad y mucha, mucha tranquilidad para salir del actual atolladero, aunque no haya manera de conseguirlo. Y contrariamente a lo que piensan algunos, la buena marcha del Barça precisa que se practique la crítica constructiva de manual, cargada de argumentos, ideas y alternativas, que huya de vísceras y trincheras, de este blanco o negro actual que protagonizan los laportistas, por una parte, y el otro bando que no es preciso definir por ser también bastante conocido. El ejército cómplice de la última década, el que callaba ante tanta barbaridad acumulada en la gestión. Aquí aplica aquello del país pequeño donde todo el mundo se conoce. Por lo tanto, sería fantástico recordar aquel sabio consejo de Evarist Murtra a Pep Guardiola, sugiriéndole que, ante cualquier duda, priorizara lo que resultara mejor para el Futbol Club Barcelona. Nada de personalismos: Por encima de todo, la entidad, el embajador deportivo de los catalanes sin ningún tipo de vacilación ni duda. En La Milanesa de Messi nos apuntamos en cuerpo y alma a esta especie de tercera vía. Independientes en el pensamiento, sin facturas que pagar a nadie, queremos lo mejor para el club en un momento delicadísimo de su historia y huimos como de la peste de esta dinámica de trincheras enfrentadas que solo enrarece el ambiente. Vivimos una profunda crisis a la que solo le falta, guinda de un malvado pastel, esta tóxica atmósfera para hacerla más irrespirable. Aún más cuando todo el mundo suelta su opinión sin pensarlo dos veces y las redes sociales añaden un volumen considerable de prescindible ruido a un debate crispado, continuo, donde pronto nos resultará imposible saber la verdad y lo conveniente porque todos barren hacia los suyos y sus intereses sin manías. Podemos decir sin cortapisas que no precisamos de auténticos adversarios lejos del barcelonismo. Con las fracciones internas ya nos bastamos y sobramos para generar unas guerras de lo más distraído, sin ninguna duda.

Y ahora, Ferran Reverter. Meses después de aterrizar en el club, quedaba claro que él y Mateu Alemany eran dos ejecutivos de primer nivel, de indiscutible prestigio y valoración. Parecía casi un prodigio que, en tiempos tan convulsos, pudiéramos contar con profesionales de contrastada categoría. Significaban un contrapeso, además, muy fiable a la posibilidad de algún capricho del presidente, que ha abusado del nepotismo al formar su equipo de confianza. Una cosa es la proximidad cuando toca formar un grupo al que comandar y otra, bastante distinta, cargar la nómina como si no existiera nadie más en el mundo que los amigos, conocidos y saludados de turno. Convendría recordar, aunque resulte hoy harina de otro costal, que el Barça dispone de una cifra superior con creces a los mil trabajadores. Por lo tanto, con la gente que conoce la casa y cobra la nómina cada mes, debería ser suficiente para tirar el carro adelante. Pero no, por lo que se ve y comprueba. Desde los tiempos del charlestón, al mundo del fútbol se le permiten algunos excesos que nunca son cuestionados. Por ejemplo, asumir sin problemas que sea un sector presidencialista. Y así, quien manda lo hace a plena voluntad, sin freno ni consecuencias, realidad harto discutible.

Resulta evidente, todo se sabe si repasamos hemerotecas y nos fiamos de periodistas como Dios manda (que aún quedan), que Ferran Reverter no era un fichaje de Laporta. En cualquier caso, le avalaba su trayectoria en Mediamarkt y su deseo de regresar a casa tras una estancia en Alemania. Los avaladores de la candidatura le propusieron como CEO y la propuesta cuajó. De entrada, insistimos, tanto él como Alemany se erigían en ases en la manga de la candidatura Laporta, aquella que provocaba golpes de efecto con lonas publicitarias cerca del Bernabéu, pero que recibía constantemente acusaciones de improvisación, de confiarlo todo a la intuición de su cabeza de cartel, tal como ya había sucedido en los últimos comicios del 2015. Esta vez, de todos modos, quedaba claro que las circunstancias empujaban al viejo conocido hacia la presidencia con un sentido de cierta nostalgia, de repaso a lo que había logrado durante su primer mandato.

En ninguna estructura puede entenderse que el máximo mandatario imponga ciertos nombres en posiciones clave que debe supervisar el director general

Desde el primer momento quedaba claro que Reverter no era, pues, un hombre de la confianza de Laporta. Y que no lo fuera resultaba una garantía para muchos. Las divergencias afloraron a las primeras de cambio, con el crédito CVC que proponía Tebas a cambio de perder un porcentaje de los derechos televisivos y también, con la continuidad de un Messi a quien se debía renovar en situación de quiebra técnica. Todo es demasiado reciente y cualquier interesado se habrá hecho ya su composición de lugar, pero este excesivo presidencialismo, de creer que puedes deshacer a voluntad en el nombramiento de ejecutivos intermedios, ha ido erosionando la cuerda hasta romperla. En ninguna estructura puede entenderse que el máximo mandatario imponga ciertos nombres en posiciones clave que debe supervisar el director general, como era el caso. Al menos se debía pactar, ir todos a una en beneficio colectivo. Pero, por lo visto, no. Ahora pueden suavizar el divorcio cuanto quieran hablando de proyectos personales y familiares por parte de Reverter que solo creerán los ingenuos. También Jaume Giró quería atender negocios particulares en Londres y ha terminado en la conselleria responsable de la economía en la Generalitat, mira por dónde. En el caso de Reverter, y así lo corroboran diversas informaciones, no debe resultar fácil que te coloquen en un puñado de posiciones clave a gente desconocida y por los que preguntas sabiendo la respuesta: es una decisión del presidente. Y de tanto tentar a la suerte, llega un momento en el que estás de gira por los Estados Unidos buscando financiación para el Espai Barça, según dicen fuentes de solvencia, y eres informado de que tus superiores andan a punto de firmar contrato con un nuevo patrocinador. Flamante sponsor con el que crees que el pacto es mejorable, a pesar de no haber sido consultado en la recta final de la negociación.

Ya estamos al final de la calle. Presidente que va completamente a la suya y CEO que barrunta malestar en aumento vistas las características personales del habitante del palco. Por lo tanto, más vale partir peras antes que hacerse daño. Comprensible por parte de Reverter, aunque una pésima noticia para el Barça. Es previsible imaginar que su relevo surja del núcleo de confianza del presidente y no sea alguien con el nivel objetivo de solvencia que expresaba el currículum del cesante. Cuando el club necesita buenos profesionales como el aire que respira, nos toca despedir a Ferran Reverter de escena con harto dolor. Seguramente, él no disponía en exclusiva de la piedra filosofal que provocara el regreso del Barça allí donde lo queremos, pero queda claro que dudamos sobre su sucesor porque Joan Laporta tampoco dispone del don papal de la infalibilidad, como también ha demostrado sobradamente. No es su club, por mucho que lo hayan votado. En todo caso, tiene la confianza de una masa social que ha recibido una mala noticia porque algunos todavía nos fiamos más del profesional competente que no del presidente intuitivo que va completamente a su aire.

A medida que han pasado las horas, superado el impacto del primer momento, el volumen de la noticia se ha vuelto caleidoscópico, con múltiples caras. Entre los argumentos de mayor peso, se habla de insalvables divergencias entre Laporta y Reverter sobre el modelo de club. Si atendemos tal versión, sobre la que mostramos nuestras prevenciones, Laporta querría mantener que el FC Barcelona sea propiedad de sus socios, como toda la vida, caiga quien caiga, sea como sea. En cambio, simplificando, Reverter es de los que piensa que una salida similar al Bayern de Munich, con el 49% del capital en manos de tres empresas multinacionales de raíz bávara, podría resultar una alternativa válida para sanear las maltrechas cuentas de explotación. La cuestión de la Sociedad Anónima Deportiva se convertirá en referencia central de un próximo artículo de  La Milanesa de Messi porque creemos que se debería reflexionar mucho más, estudiar alternativas, y vemos, en cambio, que se margina la discusión, opción que no compartimos. Si recuerdan, en campaña electoral, el propio Laporta habló de unos bonos que inmediatamente desaparecieron del mapa y nunca más se ha debatido sobre la posibilidad de que sean los socios, simpatizantes y los 400 millones de culés de todo el planeta los protagonistas que empujen hacia la búsqueda de una solución económica. Si nos lo permiten, mucho dudamos que, aquí y ahora, Laporta y Reverter hayan llegado al divorcio por esta razón fundamental. En cualquier caso, quedaba mucha batalla aún por resolver antes de que la SAD apareciera en el horizonte barcelonista como tema prioritario en la agenda del club.

Con el nombre del relevo sabremos mucho, resulta evidente, sobre cómo piensa rematar esta crisis Laporta. Apostaríamos que promocionará a alguien de plena confianza personal

En las especulaciones de todo tipo surgidas también figura el papel de los avaladores, personificados en Audax y el vicepresidente económico, Eduard Romeu, sobre los que constantemente se especula. Tras el cambio en los avales forzado desde el gobierno español en maniobra del PNV buscando favorecer al Athletic Club, diversas voces apuntan a un cambio en la correlación de fuerzas dentro de la directiva. Aquellos que pusieron el dinero ya no son imprescindibles. Aquellos que se pusieron farrucos para sostener que no se podía renovar a Leo Messi en las circunstancias económicas actuales, y que se salieron con la suya, tendrían los días de continuidad contados en una junta que reforzaría su condición de ir en bloque a una alrededor de Laporta. Ignoramos si es una buena noticia. En cualquier caso, se acaba también la diversidad de opiniones en la línea presidencialista que hemos argumentado. Y reforzar que todo vaya según dicte el presidente no parece la mejor de las noticias desde una perspectiva democrática. Sí nos felicitamos, en cambio, por ese matiz de separación civilizada entre ambas partes y que Ferran Reverter mantenga el cargo mientras no se encuentre sustituto. Con el nombre del relevo sabremos mucho, resulta evidente, sobre cómo piensa rematar esta crisis Laporta. Apostaríamos que promocionará a alguien de plena confianza personal y ello significaría cerrar el problema en falso, en la antítesis del consejo de Murtra que debería estar forjado en mármol en los despachos nobles del més que un club.

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