
Exactamente en diez años, la central nuclear de Vandellòs II habrá cesado su actividad. Su reactor, sin embargo, será de los más calientes de todo el Estado para entonces, ya que el gobierno español ha previsto que sea el último en apagarse en su plan de desmantelamiento nuclear, junto con el de Trillo (Guadalajara). A estas alturas, la fecha de caducidad es febrero de 2035. Cuatro años y medio antes (octubre de 2030), a 40 kilómetros, se habrá detenido el primer reactor de Ascó (Ascó I), mientras que el segundo (Ascó II) lo hará en septiembre de 2032. Por lo tanto, Catalunya tiene el reto de sustituir en una década el 59,1% de la producción total de su mix energético actual. En España, esta cifra baja al 20%. El motivo tiene que ver con la potencia nuclear que acumula nuestro territorio: con los tres reactores tarraconenses de los siete que hay en el Estado, Catalunya concentra casi el 43% del total español.
A priori, diez años puede parecer bastante lejos en el tiempo, pero el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) del gobierno español será escalonado y comenzará muy pronto. En concreto, en noviembre de 2027, con el apagón de Almaraz I (Cáceres). Será el pistoletazo de salida de una desescalada que durará menos de ocho años. "No he visto nunca en la vida desmantelar todas las unidades nucleares en 10 años", explicaba a principios de semana Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear. Araluce no es un cualquiera: durante una década encabezó la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO) en París y conoce muy bien, precisamente, la primera central nuclear que el Estado quiere desarmar. La dirigió durante 14 años, durante los cuales Almaraz ganó la excelencia en seguridad por parte de la WANO. Así, el dirigente recordaba que el ejecutivo estatal aún está a tiempo de detener el cese de actividad. Ahora bien, tampoco puede descuidarse, dado que a partir de los dos años previos al cierre ya no se puede dar marcha atrás, según los cálculos de Araluce.
El tiempo juega en contra del sector, y Foro Nuclear lo sabe. Esta semana han organizado encuentros con prensa y visitas guiadas a sus instalaciones para concienciar sobre la problemática. "La energía nuclear no emite CO₂, que es uno de los puntos de apoyo de la transición energética", remarcó el presidente a principios de semana. Bien es cierto que hace tres años, la Unión Europea (UE) la consideró "verde". Como mínimo, hasta 2045. Araluce profundizó aún más: "Estamos en el mismo número de emisiones que la energía eólica, la mitad que la fotovoltaica y mucho menos que el resto", agregó. Además, se mostró muy escéptico respecto al calendario que marca el PNIEC al recordar que "en cinco años se deberá hacer lo mismo que en los últimos treinta". Es decir, el gremio tiene claro que no llegaremos a tiempo ni de sustituir la aportación de las nucleares ni de almacenar como es debido la energía.
El corazón de la energía catalana es verde... nuclear
Por esta razón, conocer Vandellòs II supone una buena oportunidad para descubrir las interioridades del sistema eléctrico catalán. Entre esta central y las dos plantas de Ascó generaron un 8,8% de toda la electricidad en España en 2024, con sólo el 2,4% de la potencia instalada. Como decíamos, en Catalunya la cifra de producción se dispara al 59,1%.
Sin embargo, lo más relevante es el déficit que existe entre oferta y demanda, a pesar de la gran aportación de las nucleares al mix. El año pasado, en nuestro territorio se produjeron 37,5 TWh de electricidad entre todas las modalidades, por los 44,1 TWh que hubo de demanda. Esto provocó que tuviéramos que importar de fuera el 15% de la energía consumida. Con todo, Araluce pronosticó que Catalunya "volvería a la edad de piedra" si cerrara los tres reactores. ¿El motivo? Hoy por hoy ve imposible sustituir los 22 TWh que produce la nuclear (de los 37,5 TWh totales). Y más en un entorno de déficit energético como el que presenta la fotografía actual.
Es curioso, sin embargo, que a pesar de este desequilibrio que tanto preocupa a Foro Nuclear, hace años que la demanda se ha aplanado. Catalunya aún no ha recuperado los niveles previos a la pandemia, un hecho que Araluce atribuye, en parte, a la guerra de Ucrania y cómo "caló" entre la población la necesidad de ahorrar energía. En el caso de las nucleares, si miramos una década atrás, la demanda sólo ha crecido un magro 0,3%: del 50% de 2015 hemos pasado al 50,3% en 2024.
Fukushima, un antes y un después
Más allá de los datos, visitar Vandellòs II sirve para confirmar y desmontar muchas teorías. Entre aquellas que se ratifican se encuentra la autonomía: una central nuclear funciona ininterrumpidamente durante el período de un año y medio. Bien, salvo escenarios extraordinarios como el apagón eléctrico del pasado 28 de abril. Entonces, Vandellòs también cayó y tardó 31 horas en volver a operar con normalidad. Puede parecer mucho, pero, en realidad, fue la primera planta de todo el Estado que se reconectó a la red eléctrica. Mientras tanto, trabajó con unos potentísimos generadores diésel que sólo necesitaron diez segundos para encenderse, con una autonomía de un mínimo de 30 días.
Pasados los 18 meses del ciclo de funcionamiento, se lleva a cabo una recarga. Paulo Santos, director general de la Asociación Nuclear Ascó y Vandellòs (ANAV) -que se encarga de gestionar las plantas-, explica que son días de "trabajo muy intenso", donde llegan a contratar 1.078 trabajadores adicionales. En total, el recambio se alarga entre 35 y 46 días. Básicamente, consiste en renovar un tercio del combustible nuclear del reactor, con 60 elementos de uranio enriquecido al 4,75%. Una tarea muy delicada. Ahora mismo, Ascó II está parada precisamente para efectuar este proceso, mientras que a Vandellòs II le tocará a finales de año (actualmente, opera al 99,65% de su potencia).
El segundo elemento que se puede validar con una visita a una planta como Vandellòs es su seguridad. Aquí, toda precaución es poca. Ya lo dice Araluce: "Si hay un accidente en una central nuclear de cualquier parte del mundo, nos afecta a todas". Es tan cierto como quizás injusto. De aquí los estrictos controles que hay en los alrededores y en el interior, donde la guardia civil dispone de cuartel propio. Incluso, los empleados deben pasar un control de alcoholemia y de drogas antes de incorporarse a su puesto de trabajo. Protocolos a un lado, la gran prioridad es protegerse ante un escenario extremo. La planta realiza un simulacro anual en caso de catástrofe, mientras que cada lustro la Unidad Militar de Emergencias (UME) también ensaya cómo sería el despliegue de efectivos y vehículos por toda la planta.

El incendio de la central nuclear de Fukushima supuso un punto de inflexión en este apartado. Después de aquel 11 de marzo de 2011, las centrales nucleares tuvieron que trabajar para incorporar aún más capas de seguridad. En Vandellòs hay tres por cada escenario de riesgo, muchas de ellas reforzadas año tras año. El pasado 2024, la inversión de las instalaciones de ANAV se elevó a los 100,5 millones de euros, una cantidad considerable, pero claramente inferior al aproximado de 130 millones anuales de los años inmediatamente posteriores a la catástrofe japonesa.
¿Qué se hizo con todo este dinero? Entre otras cosas, construir dos búnkeres de unos ocho millones de euros cada uno. En la ANAV le llaman Centro Alternativo de Gestión de Emergencias (Cage) y están situados a las afueras de cada una de las plantas catalanas. El de Ascó tiene capacidad para 120 personas y es el más grande, ya que debe acoger a trabajadores de los dos reactores. El de Vandellòs puede resguardar a 70 empleados durante tres días. Al visitar sus interiores, donde no hay ninguna ventana y los teléfonos son satelitales, llama la atención cómo todo está preparado para el apocalipsis. Hay una despensa llena de alimentos, ordenadores, colchones, mantas... Todo encajado en un enorme bloque de hormigón a prueba de terremotos.
A raíz de la tragedia de Fukushima, la ANAV ha invertido en cientos de miles de horas de formaciones y decenas de guías prácticas que sus trabajadores deben seguir
En el Cage no sólo se puede descansar, sino que también hay salas de reuniones e incluso una cámara desde donde se puede tener acceso a la sala de control del reactor nuclear. No es como operar en la sala de máquinas convencional, pero sí que se pueden llevar a cabo maniobras de emergencias. Nuevamente, todo está relacionado con Fukushima, donde un tsunami dejó aislada la planta nuclear y no se pudo controlar. A raíz de aquella tragedia, la ANAV ha invertido en cientos de miles de horas de formaciones y decenas de guías prácticas que sus trabajadores deben seguir. Porque, como decíamos, toda precaución es poca.
"Cada vez menos trabaja menos gente"
Una vez confirmadas algunas teorías, toca desmitificar otras. En la central nuclear de Vandellòs, muchos trabajadores pasean sin equipo de protección. Es la imagen que nos encontramos en oficinas o en la sala de control, situada en el edificio de contención. Aquí se encuentra el corazón de este gigantesco complejo que mira al mar. Sólo cuatro ingenieros trabajan entre los tres turnos de ocho horas con retenes, los cuales deben llegar en menos de una hora si se les requiere. Todos lo hacen con camisa y tejanos.
"Sabría deciros para qué sirve cada botón de la sala con los ojos cerrados", apunta Raúl, uno de los responsables del turno matinal. Y es que más allá de la ingeniería, aquellos que quieran optar a gestionar la central se deben someter a una formación "muy dura", con un examen cada viernes. Deben memorizar diagramas, mapas y cualquier detalle minúsculo del reactor. Al detallar la complejidad de la tarea, Raúl señala una estantería cargada de libros y carpetas gruesas. "Todo esto me lo tengo que saber de memoria", insiste.
Quien quiera optar a operar la sala de controles de una central nuclear, debe someterse a formaciones con exámenes semanales que obligan a sacar una nota mínima de ocho sobre diez
La nota de aprobación de cada examen es de ocho puntos sobre diez. Todo lo que esté por debajo del notable se considera suspenso. Una vez superadas las formaciones semanales, llega el examen final del extensísimo contenido. Esta prueba corresponde al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) español, y nuevamente obliga a tener una nota de mínimo un ocho sobre diez. En esta ocasión, sin embargo, hay una complicación añadida: si el alumno suspende, no se puede presentar nunca más. "Aun así, podemos reubicarlos en otros cargos en la planta", matiza Paulo Santos.
Por otra parte, los examinadores son implacables. Por ejemplo, en 2017, toda una promoción entera de una central española se quedó fuera. "No les tiembla el pulso", apunta. Además, en caso de aprobar, la licencia sólo es válida para operar en la planta nuclear que se haya aplicado. Es decir, quien sea apto para gestionar Vandellòs II no lo sería en Ascó I o II si no pasara nuevamente todo el proceso.
El hecho de que el gobierno español esté preparando un desmantelamiento nuclear "sin precedentes" ha desanimado a los trabajadores. "Aún hay candidatos, pero cada vez menos", lamenta un Raúl que confía en que "haya un poco de sentido común" y el ejecutivo estatal frene sus planes de cierre. De momento, reina la resignación.
Muchos interrogantes y una pizca de optimismo
Este 2025, Vandellòs II cumplirá 37 años de vida. Desde la ANAV consideran que las centrales nucleares "están diseñadas para tener mucha más vida útil". En concreto, Santos recuerda que Ascó I, que tiene 42 años, es gemela de una central en Virginia (Estados Unidos) llamada North Ana. Esta planta está diseñada idénticamente que la tarraconense y ya tiene licencia para operar 80 años más.

Mientras tanto, en el Estado, Araluce llamó esta semana a "replantear la situación". Desde Foro Nuclear esperan un gesto por parte del gobierno español en forma de rebaja de impuestos antes de sentarse a negociar. Si el apagón eléctrico ha cambiado o no la perspectiva de Sánchez permanece un misterio. De momento, en Vandellòs hay cierto margen para seguir trabajando una década más y planifican como si no se hubiera dictaminado ningún cierre.
Ahora bien, hay aspectos que preocupan, como el almacenamiento del combustible. Todo lo que ha consumido la planta de Vandellòs II se encuentra ahora mismo depositado en una piscina del tamaño de una pista de baloncesto, dentro de las instalaciones. Allí deberá quedarse hasta 2073, cuando entrará en vigor el primer Almacén Geológico Profundo (AGP). En el caso de las plantas tarraconenses será unos 40 años después del cierre.
"Lo que no se puede hacer es desmantelar y no recoger", protesta un Araluce que a la vez indica que desde la UE se está exigiendo hacerlo hacia 2050. Inicialmente, el gobierno español había explorado la idea de crear un Almacén Temporal Centralizado (ATC) en Villar de Cañas (Cuenca), pero finalmente suspendió el proyecto a causa del rechazo social. De este modo, la desescalada nuclear completa no se prevé hasta finales del actual siglo. Para entonces se hablará de green field, como hacen en Estados Unidos cuando se cierra una central, se recoge todo y se deja el ecosistema tal como estaba antes de instalarse. La otra opción es darle una segunda oportunidad a la energía nuclear. Vandellòs y Ascó lucharán por seguir latiendo hasta el final.