Josep Dosta tenía 24 años y recorría Europa en autocaravana para ir a ferias a vender sus gafas de madera. Son los orígenes de Woodys, que diez años después está presente en 15.000 puntos de venta de 70 países, fabrica 350.000 gafas el año y factura unos 17 millones de euros. En su corta historia hay decisiones en solitario y contra todo el mundo y una clara apuesta por el diseño y el atrevimiento.
Entre la moda y el wakeskate
"Tenía 22 años y empecé a trabajar en una pequeña empresa de complementos por Inditex, H&M y otras multinacionales", recuerda Dosta, que explica que buscando nuevos productos diferenciales para salvar la compañía descubrió una marca austríaca que fabricaba gafas de madera, pero las vendía a partir de los 600 euros.
Buscó una alternativa más económica e hicieron una pequeña producción en Torelló. Pero se rompían. Es aquí donde apareció la gran afición de Josep Dosta, el wakeskate, donde era campeón de Europa. "La tabla era de maderas laminadas y era muy resistente", recuerda.
Un chiringuito en Australia
Así, se plantearon gafas hechas con tablas de skate recicladas, gustaron mucho pero no encajaba en el precio de los clientes. Y la empresa de complementos donde trabajaba acabó cerrando.
Dosta tenía en mente ir a Australia, a trabajar en un chiringuito al lado del mar. Era Woodys Shark. "Pero vi que el negocio de las gafas de madera tenía futuro y me centré en llo". Y de aquella idea de ir a Australia quedó el nombre para el proyecto.
Una deuda de 300.000 euros con 24 años
Así nació Woodys. Dosta puso en marcha el negocio con un préstamo de su padre y con crédito de 300.000 euros al banco. "Tenía 24 años y ya debía más de 300.000 euros", señala. Pero el miedo desapareció rápidamente cuando el primer año ya facturaron unos 600.000 euros con un beneficio por encima de los 300.000: "Prácticamente no teníamos sueldos ni pagábamos ningún alquiler, se vendía todo a través de ferias. El margen fue altísimo".
Dosta: "El producto era muy diferencial"
El éxito del producto fue prácticamente inmediato, en todas partes donde lo enseñaba, triunfaba. Pero con un trabajo artesanal. Iba a las ferias con autocaravana y aprovechaba cualquier rendija para hacer mercado. "Una vez contacté con unos posibles clientes de Finlandia y no me contestaron. Y cogí un avión y me presenté, piqué en las oficinas y les dije que les quería vender gafas", explica Dosta, que cree que, alucinados porque viajara hasta allá, casi se vieron obligados a comprar. Y hoy en día son de los mejores clientes de Woodys.
"Se tiene que picar mucha piedra para encontrar clientes", resume. Y un buen producto: "Nadie hacía gafas de madera en colores, éramos casi únicos a nivel mundial. El producto era muy diferencial". Y también había una historia detrás, la de dos chicos jóvenes que iban por Europa con autocaravana a vender gafas de madera. Y así facturaron 1,2 millones de euros el segundo y año y más de 2 el tercero.
La decisión más difícil de su vida
A partir de este tercer año empezaron a constatar que la tendencia de las gafas de madera iba a la baja y el futuro era incierto. Y Josep Dosta tuvo que decidir si mantener la apuesta de la madera, que era el ADN principal de Woodys, o emprender un nuevo camino. Y apostó por la segunda opción, pero con muchas complicaciones y muy solo: "El cambio fue muy difícil. Poca gente lo veía claro, nadie me apoyaba y todo el mundo decía que no funcionaría".
Pero él lo tenía claro: "Tomé yo solo la decisión, una de las más difíciles de mi vida". Y así fue cómo Woodys se lanzó a hacer ojeras de acetato, un material hecho con algodón, resinas y madera. De hecho, la sostenibilidad fue un valor que quisieron mantener. Y Josep Dosta tuvo razón: "Cuando tiramos la primera colección en septiembre ya gustó y las ventas crecieron un 20%". Y en los últimos años están en crecimientos del alrededor del 40-50%.
La clave del éxito
El gran reto por Woodys era seguir diferenciándose, ahora que no lo hacían por el material. "Nos diferencia el diseño", sentencia Dosta, que ve el sector de las gafas como muy clásico y conservador: "Las multinacionales no se arriesgan mucho". En su caso han apostado por gafas únicas, con colores y formas muy atrevidas. Y apuesta por la sostenibilidad: por ejemplo, los envases son de material reciclado y también usan gafas antiguas para hacer de nuevas.
De Vic en Nueva Zelanda
Hoy en día se pueden encontrar ojeras de Woodys en 15.000 puntos de venta de más de 70 países. De Nueva Zelanda en Azerbaiyán, pasando por Italia, Canadá o Namibia. En una óptica flotante que recorre los diferentes pueblos inuits de Pol Norte o en otros lugares más exóticos y cálidos como las Seychelles. El 80% de las ventas son fuera de España y destacan países como Italia, Francia y Canadá.
Y con una red de comerciales propia en Europa con sesenta personas y distribuidores por otros continentes. Vendiendo en ópticas independientes, huyendo de las grandes cadenas. "Cada año vamos creciendo y abriendo nuevos mercados. Internacionalizarse es como jugar al Risk y vas conquistando países", ironiza.
Y todo ello lo hacen desde Vic, donde Woodys tiene la sede central con 40 trabajadores y dónde diseñan todos los modelos y gestionan todo el negocio. Las gafas se fabrican en Asia: "Hemos mirado de montar una fábrica aquí, pero económicamente no es viable. Además, no queda ninguna fábrica de ojeras y no hay conocimiento, hacer una ojera es muy difícil". La materia prima sale de Italia y Alemania.
Dosta: "No tenía claro si montar la empresa en Vic o Barcelona"
Pero sí que apostó por la capital de Osona: "No tenía claro si montar la empresa en Vic o Barcelona, donde hay un gran movimiento de la moda, diseñadores o marketing. En Vic hay mucha industria, pero no relacionada con la moda, es más alimentaria". Pero Dosta vio que grandes gigantes como Inditex tienen la sede en pequeños pueblos: "Si han sido capaces de montar empresas de éxito en pueblos pequeños, por qué no hacerlo. Y si me gusta vivir en Vic, por qué no quedarme". El 2023 estrenaron unas nuevas oficinas y un almacén de 4.000 metros cuadrados: "En Barcelona no se podría pagar".
Y desde Vic han construido una marca de gafas que ha triunfado en todos los continentes y con unos diseños que han sido revolucionarios y que cautivan y enamoran en todo el mundo. Y con la ambición de marcar camino y ser reconocidos. "Me gustaría que fuera una marca conocida a nivel mundial, que la gente piense en Woodys cuando piense en unas gafas", concluye Dosta.