En 2024 se diagnosticaron casi 45.600 nuevos casos de cáncer en Catalunya y murieron cerca de 17.000 personas por esta enfermedad, según las cifras del Departament de Salut de la Generalitat. A escala española, los tumores fueron la principal causa de muerte el año pasado con un 26,6% de las defunciones totales, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), con el cáncer de pulmón (23.239 casos), el de colon (10.434) y el de páncreas (8.376) como variantes más comunes.
La lucha contra el cáncer es uno de los grandes campos de investigación de la ciencia médica, y su complejidad obliga a acercarse a él desde todo tipo de frentes. Uno de ellos es el de la nanotecnología, especialidad de la empresa catalana Nanoligent, que este mes de octubre ha conseguido cerrar una ronda de inversión de doce millones de euros para continuar validando hasta el estudio clínico su solución: una terapia de precisión oncológica que busca aumentar al máximo la eficacia de los tratamientos contra el cáncer, a la vez que disminuye sus efectos secundarios.
Nanoligent ha cerrado este octubre una ronda de 12 millones para validar su terapia de oncología de precisión con nanotecnología
El origen de Nanoligent se encuentra en las investigaciones conjuntas de los doctores Antoni Villaverde y Esther Vázquez, miembros del Institut de Biotecnologia i Biomedicina (IBB) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), y del doctor Ramon Mangués, del Institut de Recerca del Hospital de Sant Pau. “El diseño del producto se hacía en la UAB, y las pruebas, en Sant Pau”, relata a VIA Empresa la actual CEO de la empresa, la doctora Montserrat Cano. “En 2017, cuando ya tenían un proyecto suficientemente maduro, conocieron al emprendedor Manuel Rodríguez Mariscal, quien anima a todo el equipo a montar una spin-off e intentar desarrollar un producto farmacéutico basado en esta tecnología”, explica Cano.
Una cápsula de proteínas para evitar liberaciones
El avance científico que hizo ver a Rodríguez Mariscal, actual presidente de la compañía, la oportunidad de crear una empresa derivada se enmarca dentro del campo de la oncología de precisión, una disciplina que se enfoca en identificar las características específicas de las moléculas del paciente y de la enfermedad para afinar el tratamiento que se hace. “Es un campo superestablecido actualmente, en los años 2000 aparecieron los primeros productos que utilizaban este concepto”, explica Cano. De hecho, es una vía que ha demostrado mucho éxito, hasta el punto de tener ya quince productos aprobados clínicamente y convertirse en un “concepto validado”. Sin embargo, no está exento de obstáculos: “Antes de llegar al tumor, pierden fármaco durante el proceso de distribución, lo que provoca una liberación prematura de la droga”, señala la CEO de Nanoligent.
Aquí es precisamente donde actúa la propuesta de la empresa catalana: en vez de centrarse en el contenido farmacológico que se dispara contra el tumor, la compañía se especializa en el vehículo que lo transporta, en desarrollar un caballo de Troya capaz de reducir al máximo estas pérdidas hasta llegar al destino final. “Nuestro producto se basa en una proteína mucho más pequeña de las que se utilizan actualmente, no nos basamos en anticuerpos”, desvela Cano. Así, la idea es adherir la droga que se distribuirá al tumor a las proteínas desarrolladas, las cuales generan una serie de nanopartículas que aíslan el contenido. Cuando esta “cápsula” llega al tumor, las nanopartículas, al interactuar con los receptores de su membrana, permiten la liberación de la droga.
Cano: “Nuestra solución se expresa en más de veinte tipos diferentes de tumores en un porcentaje de alrededor del 40%, que es muy elevado”
Esta apuesta les permite tener “una selectividad similar” a la de las soluciones actuales, pero con un producto “más sencillo conceptualmente” que, en las pruebas efectuadas hasta ahora, demuestra una gran compatibilidad y versatilidad con los receptores de las enfermedades estudiadas: “Nuestra solución se expresa en más de veinte tipos diferentes de tumores en un porcentaje de alrededor del 40%, que es muy elevado”. De hecho, en otras terapias de oncología de precisión este porcentaje se sitúa sobre el 10%, lo cual “ya justifica el hecho de desarrollar un producto, porque es una herramienta terapéutica muy, muy válida”.
Cano subraya que el aspecto más importante es que esta tecnología ha sido aplicada con éxito con un primer fármaco en desarrollo, el cual va dirigido a un receptor asociado a una alta malignidad y mal pronóstico del paciente. “Nuestra solución se dirige al 50% de los pacientes de más de veinte tipos de tumores distintos”, señala la CEO de Nanoligent, unas cifras que contrastan con otras terapias de precisión, las cuales se dirigen a porcentajes de población “muy por debajo del 10%”, y solamente a un máximo de dos o tres tumores. Unas cifras que, por sí solas, “ya justifican el hecho de desarrollar un producto, porque es una herramienta terapéutica muy, muy válida”.
El largo camino hasta el mercado
La historia de Nanoligent es un gran ejemplo para entender las velocidades a las que trabaja la ciencia médica, todos los estudios y tests que se deben pasar y el porqué es tan importante contar con una financiación a largo plazo en proyectos de tecnologías profundas. Tras años de investigaciones diversas, cuando la empresa se pone en marcha en 2017, los investigadores empiezan a hacer pruebas continuas para identificar cuál es la proteína específica que mejor funciona para el método que querían utilizar. “Ahora tenemos el candidato a desarrollo seleccionado, con datos de eficacia”, indica Cano, una información tanto de la efectividad antitumoral de la solución como de su toxicidad.
A partir de aquí, la empresa deberá preparar dos nuevos grandes paquetes de información clínica: un primero de ámbito regulatorio, en el que deberán desarrollar un lote clínico entero para asegurarse de que se cumplen los requisitos; y un segundo destinado a la seguridad. “Cuando te lo aprueban, puedes hacer el primer estudio clínico de la fase uno, donde ya pruebas la seguridad del producto con pacientes”, explica la CEO de Nanoligent.

La compañía se encuentra ahora mismo a las puertas de iniciar “toda la fase regulatoria del primer lote clínico”, el cual incluye el escalado, la producción y el paquete preclínico. “Con la ronda que hemos cerrado actualmente, la empresa tiene financiación hasta el primer estudio clínico. El objetivo es llegar a los primeros datos con pacientes", describe Cano, para poder implicar en el desarrollo a grandes empresas farmacéuticas o otros fondos de inversión. En sus previsiones, calcula que podrían llegar a este primer paciente entre finales de 2027 y principios de 2028, a los que después habrá que sumar las fases dos y tres para llegar a la autorización de mercado. Con todo esto, ¿cuánto tiempo les haría falta, si todo va bien, para llegar a comercializar el producto? “Depende de muchos factores, pero lo que sería normal es entre ocho y diez años en total”, desvela la doctora.
Un proceso largo y de alta complejidad que Nanoligent lleva a cabo con un equipo de cinco profesionales, “la gran mayoría doctores”, y con una red de colaboradores externa, tanto de agentes públicos (UAB, UB, Sant Pau, CSIC…) como privadas, con las llamadas organizaciones de investigación por contrato (CRO, por sus siglas en inglés). Destaca en especial la colaboración con la UAB, donde todavía trabajan conjuntamente con el grupo de investigación del IBB de donde surgieron los cofundadores. De hecho, la compañía tiene las oficinas en el Parc de Recerca UAB (PRUAB), una localización que, según Cano, les es de alta utilidad por la transferencia de tecnología que supone: “El hecho de estar muy cerca supone un desarrollo mutuo por ambas partes, pero también a escala de personal. Muchas de las personas que han pasado por la empresa son doctores formados en el grupo académico y que han colaborado durante todos estos periodos”.