Las falsificaciones son uno de los grandes quebraderos de cabeza de la economía de consumo, especialmente en los ámbitos más vinculados con el lujo. De acuerdo con un informe elaborado por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), el comercio mundial de falsificaciones ascendió hasta los 467.000 millones de dólares en 2021, el equivalente al 2,3% de las importaciones globales. En el caso de la UE, se importaron falsificaciones por valor de 117.000 millones de euros, cifra que representa el 4,7% de las compras de la Unión. A escala española y con datos más recientes, en 2024 se localizaron 6.189.015 productos falsificados en el Estado, que habrían formado un mercado de 251,5 millones de euros, según cifras compartidas por el Ministerio de Interior. De estas, los juguetes (81,3%), el textil (15,9%) y los complementos (12,3%) fueron los sectores más afectados.
Del mismo modo que sucede con la ciberseguridad, el campo de las falsificaciones es una carrera constante entre productores y replicadores: los primeros, diseñando sistemas que garanticen la inviolabilidad; los segundos, siendo capaces de desentrañarlos e imitarlos a la perfección. Un campo de investigación que ha aportado ideas basadas en técnicas como los hologramas, las microimpresiones, tintas que cambian de color o NFC, a las que muy pronto podrá sumarse también la tecnología polargram de la startup catalana Molecular Gate, que aspira a convertirse en la solución definitiva del mercado.
El mercado de las falsificaciones alcanzó los 117.000 millones de euros en la UE en 2021, un 4,7% de las importaciones
Nacida en 2022 como una empresa derivada del Institut de Ciència de Materials de Barcelona (ICMAB-CSIC), Molecular Gate surge de una investigación que no contemplaba las falsificaciones como tema principal. “Pasó lo que siempre pasa en la ciencia, que buscas una cosa y descubres aplicaciones en otros campos”, relata el actual director ejecutivo de la empresa, Paul Lacharmoise. “El equipo liderado por Mariano Campoy se dedicaba a la investigación de aplicaciones de materiales para el sector energético, con células solares y termoeléctricas. Buscaban cómo dopar selectivamente unas capas de materiales semiconductores orgánicos, y descubrieron una manera con la que no solo podían doparlo, sino también controlar su cristalización”, apunta el CEO.
Con esta técnica, el equipo fundador diseñó una metodología que permitía controlar las propiedades ópticas de unas impresiones hechas de manera específica, de forma que una vez hecha la cristalización, el material de base se evapora y desaparece. “Vieron que lo podían utilizar para hacer unos patrones impresos, en forma de etiquetas, con unos efectos ópticos muy particulares e imposibles de copiar”, explica Lacharmoise. Y con este primer brote, los investigadores vieron claramente que su descubrimiento podía tener una aplicación efectiva para combatir las falsificaciones de todo tipo de productos.
Polímeros retroiluminados imposibles de replicar
Esta nueva tecnología, denominada polargram, es definida por el CEO de Molecular Gate como “una especie de holograma, pero que funciona por polarización”. En la práctica, el resultado es una imagen en escala de grises o en blanco y negro que, cuando es retroiluminada con una luz polarizada (la que desprenden las pantallas de los móviles o LCD) y girada, alterna la tonalidad de sus colores de una manera muy característica. La tecnología también tiene otra versión, en este caso compatible con etiquetas opacas, que consiste en una imagen impresa que alterna de la misma manera sus tonalidades al girarla, pero esta vez a partir de luz reflejada.
Para conseguir estos efectos, el equipo utiliza unos polímeros concretos que, al imprimirse, se ordenan de forma controlada para “generar las propiedades ópticas” que dan nombre a la tecnología. “Es un proceso simple, en el sentido de que una vez controlas las condiciones, no es sofisticado en cuanto a recursos; pero la formulación de las tintas que utilizamos y el proceso de impresión y secado son muy finos, no se pueden desviar de las condiciones”, detalla Lacharmoise.
El descubrimiento de esta aplicación, inicialmente dirigida al mundo del packaging y la publicidad, hizo que los investigadores vieran factible la creación de una spin-off para llevar al mercado el conocimiento científico que habían generado. Este proceso lo llevaron a cabo con el apoyo del fondo especializado en tecnologías deep tech Science Equity, gestionado por BeAble Capital. Con la inversión aportada por el fondo, la empresa pudo hacer una primera prueba de concepto satisfactoria y diseñar el modelo de negocio en 2022.
Desde entonces, la compañía ha continuado desarrollando la tecnología y diversas pruebas de demostración para enseñar a las empresas, con las que ha podido ir recibiendo feedback por parte de los clientes potenciales. “Ahora estamos en una fase de escalado industrial. Ya hemos visto que sabemos fabricar el polargram en vidrio, plástico, aluminio… y hemos hablado con empresas de los sectores más sensibles [a las falsificaciones], como el lujo, la moda, los perfumes, los relojes, el farmacéutico y la cosmética”, complementa el CEO de Molecular Gate.
La tecnología 'polargram' de Molecular Gate apunta a sectores como la moda, los perfumes, el farmacéutico o la cosmética
Todos estos procesos han convencido a los miembros del equipo del potencial de su solución y de su factor diferencial respecto a otras propuestas para combatir las falsificaciones. Uno de estos aspectos es la facilidad de uso, según remarca Lacharmoise: “Es una tecnología de nivel 1, que no necesita ninguna maquinaria específica para validarla y que funciona con la luz de un móvil”. Además, el hecho de utilizar impresión digital les permite “hacer la serialización de un producto de manera única” y combinar su método de verificación con otros digitales a través de impresiones de códigos QR. “También es incopiable, porque una vez impresos, parte de los componentes esenciales se evaporan”, destaca el CEO de Molecular Gate, un factor al que hay que sumar, una vez validado, el hecho de que se podrá “escalar industrialmente, rebajando mucho su coste”. “Esto es lo que nos diferencia de las alternativas: ninguna reúne todos estos requisitos”, asegura el directivo.
Lanzamiento y expansión internacional
Con toda esta investigación aplicada y estudio de mercado, la compañía se encuentra en un punto avanzado de desarrollo de producto, con la intención de empezar a comercializar las primeras etiquetas con polargram en 2026. Con todo, su modelo de negocio a largo plazo no quiere centrarse en la instalación de este sistema a los clientes finales, sino en la comercialización de su tecnología a empresas del sector del packaging: “Queremos vender las tintas de polargram a quienes ya están imprimiendo etiquetas”. Esta será, sin embargo, una segunda fase de la expansión empresarial, ya que requerirá desarrollar impresoras específicas para poder comercializar con estas corporaciones, una evolución que calculan adoptar en 2027 o 2028.
Toda esta investigación y desarrollo es impulsado por un equipo de solo cinco personas, las cuales operan tanto desde los laboratorios del ICMAB de donde se originan como desde sus oficinas en el Parc de Recerca UAB (PRUAB). “Como sabíamos que a escala de desarrollo e I+D continuaríamos vinculados al Instituto, buscamos una alternativa para tener un espacio más propio de la empresa que no fuera un laboratorio o un centro de investigación”, explica Lacharmoise. Desde estas oficinas, Molecular Gate prevé lanzarse al mercado en una primera fase limitada al mercado europeo “por una cuestión de proximidad y disponibilidad para invertir”, pero teniendo muy claro que el interés por su tecnología llega a los cinco continentes: “Estamos ya en contacto con alguna multinacional que tiene interés sobre todo por aplicarlo en la India”.