Hay personas dentro de los equipos que no gritan, no desconectan, no fallan. Son las que están siempre. Las que aguantan el día a día, las tensiones, los momentos difíciles. Las que no tienen en el calendario “días malos” porque si caen ellas, cae el equipo. A estas personas se las valora, pero no siempre se las ve. Porque no molestan. Porque no piden. Porque siempre están “bien”. Hasta que un día, ya no lo están, pero nadie lo ve venir.
"Hay personas dentro de los equipos que no gritan, no desconectan, no fallan. Son las que están siempre"
Este artículo habla de ellas. Quizás eres tú. Quizás tienes una en el equipo. Y quizás ha llegado el momento de dejar de sostenerlo todo en silencio.
1. La carga que no aparece en ningún KPI
A menudo hablamos de estrés, de carga de trabajo, de roles mal definidos, aunque hay una carga más difícil de medir: la de sostener emocionalmente a un equipo sin reconocimiento ni espacio para descansar. Son las personas que:
- Atienden primero el malestar de los demás.
- Hacen de puente cuando hay conflictos.
- Intuyen cuando alguien está mal, y actúan.
- Se ponen el equipo a la espalda porque nadie más lo hace.
No tienen el cargo de “gestor de clima”, pero ejercen como si lo fueran. Y eso, sostenido en el tiempo, desgasta mucho más de lo que parece.
2. El desgaste no es visible, pero se nota
Cuando empiezan a cerrarse, a contestar con monosílabos, a no ofrecer alternativas, a evitar reuniones, ya no estamos hablando de saturación puntual. Estamos hablando de agotamiento emocional por carga invisible. De haber estado demasiado tiempo pendientes de los demás sin que nadie estuviera pendiente de ellas. Y a menudo, cuando lo vemos, ya es tarde.
3. Fortalezas mal calibradas: lo que te hace brillar, también puede quemar
Las personas que sostienen el equipo suelen tener fortalezas que, bien calibradas, son un regalo, pero cuando se abusan o se desajustan, pasan a ser fuentes de desgaste profundo. Estas son algunas de las que más veo:
- Compromiso: cuando se convierte en autoexigencia extrema: “Si digo que sí, voy hasta el final aunque me pierda por el camino”.
- Gestión emocional: cuando se transforma en silencio sostenido: “Entiendo tanto las emociones de los demás, que nunca expreso las mías”.
- Cooperación: cuando se practica sin límites: “Ayudo siempre, aunque yo esté al límite”.
- Planificación: cuando el control supera la flexibilidad: “Lo tengo todo previsto, pero me bloqueo si no sale como esperaba”.
- Persistencia: cuando insistir se vuelve insostenible: “Tiro adelante, pase lo que pase, aunque me desgaste más que nadie”.
- Conocimiento emocional + cooperación: cuando sostener a los demás se convierte en olvidarse de una misma.
Lo que te hace valioso es también lo que te puede romper si no tienes espacio, límite y reconocimiento.
4. “Es que si no lo hago yo, no lo hará nadie”
Esta frase es una alerta. Es una mentalidad que se viste de compromiso y que a menudo esconde miedo, culpa y la creencia de que valemos por lo que sostenemos. Esto no es liderar. Esto es sobrevivir. Y una empresa no puede crecer a costa de quien siempre aguanta
"Una empresa no puede crecer a costa de quien siempre aguanta"
5. ¿Y si sostener no es aguantar, sino construir límites?
Tomar un respiro. Decir “hoy no puedo”. Delegar sin revisar. No estar disponible 24/7. Todo esto no es abandonar al equipo. Es cuidarlo desde la misma sostenibilidad. Tu valor no es ser imprescindible. Es ser coherente. Y eso empieza por reconocer qué estás sosteniendo y por qué.
6. El papel de la dirección: ver lo que no se dice
Como persona directiva, tu reto no es solo alcanzar objetivos. Es saber quién los hace posibles y cómo lo está pagando por dentro. Identificar a estas figuras silenciosas, hablar con ellas, reconocerlas y darles espacio real para descansar es liderazgo estratégico. Porque cuando caen ellas, no solo pierdes una pieza clave: se desmonta todo el equilibrio emocional del equipo.
7. Noviembre no es solo un mes para cerrar proyectos
También puede ser el mes para abrir espacios de diálogo, para revisar roles, para redistribuir cargas y, sobre todo, para reconocer a aquellos que sostienen y que nunca se quejan. Porque si no lo hacemos ahora, quizás en enero nos daremos cuenta de que ya no están. Y entonces no será cuestión de buscar recambios, sino de revisar qué estamos construyendo