Ingeniero y escritor

Payesía: por qué las subvenciones son imprescindibles para todos

12 de Agosto de 2025
Xavier Roig VIA Empresa

Cuando se habla mal de las subvenciones a la payesía, se demuestran grandes dosis de ignorancia y de falta absoluta de memoria. Bien, una cosa lleva a la otra. No tener unos mínimos conocimientos de historia conlleva problemas. Para determinados temas, la población tiene una falta de memoria sorprendente. Cuando hay sequía siempre salta alguien: “No lo habíamos visto nunca”. O cuando llueve demasiado… o hace demasiado calor. Todo ayudado por unos medios que se dedican a aterrorizar a la gente. Valdría más usar la memoria que conviene.

 

Y la memoria que muchos pretenden obviar nos dice que Europa, hasta las décadas de los 1950-1960, pasaba hambre. En las casas de la mayoría de la gente no se comía aquello que se deseaba. Y era por falta de dos cosas: dinero para comprarlo y falta de oferta en los mercados. Incluso los ricos veían una mesa pobre en medios y variedad —cosa que, quizás, nos ha llevado a tener una buena cocina—. Las cartillas de racionamiento —limitación de adquirir comida— terminaron en el rico Reino Unido en 1954. En Francia, gracias a tener la mejor agricultura del mundo, terminaron en 1950. En Alemania en 1958. En España en 1952. Ya lo ven, hambre pura que algunos pretenden olvidar. No fue hasta la creación del Mercado Común (origen de la Unión Europea) que la prosperidad llegó a la mesa. Y se llegó a una cierta abundancia y normalidad a finales de los años 1960.

Uno de los secretos para llegar a una cierta abundancia fue ceder a las presiones francesas para tener un excedente de producción agrícola. Y de aquí nace el hecho de que la partida mayoritaria del presupuesto de aquel Mercado Común fuera destinado a subvencionar la agricultura y la ganadería. La conocida entre nosotros como PAC (Política Agraria Común). Es cierto que Francia, al ser el principal productor europeo de productos agrícolas, salía beneficiada. Pero ganaron todos. Y la partida de subvenciones a la agricultura europea sigue siendo importante. De los abusos e imperfecciones hablaremos otro día. Pero el objetivo, no deberíamos olvidarlo, era, y es, no pasar hambre. El hambre secular que había caracterizado a Europa hasta mediados del siglo XX.

 

"Uno de los secretos para llegar a una cierta abundancia fue ceder a las presiones francesas para tener un excedente de producción agrícola"

¿Y esto por qué? ¿Por qué no puede la agricultura seguir las reglas puras del mercado? Muy sencillo: si esto tuviera lugar, volvería el hambre. Porque en la agricultura se mezclan hechos macroeconómicos, sociales y climatológicos. Un año bueno, de buenas cosechas, no significa un buen año para el payés. Como ha hecho bueno, la cosecha ha sido buena. Pero lo ha sido para todos los agricultores. Entonces la producción alta por parte de todos hace que haya una gran oferta y los precios bajen.

Por el contrario, si hace mal tiempo y la cosecha es mala, el payés no puede vender el producto y, en un estado de competencia pura, debería vender a muy alto precio: ergo, hambre. Porque la agricultura, por sus características, y a diferencia de otros sectores, se mueve en un terreno donde siempre pierde alguien, y es muy próxima la suma cero, por no decir negativa. Cuando se pierde, pierde todo el mundo.

"Un año bueno, de buenas cosechas, no significa un buen año para el agricultor"

Como este hecho no ha encontrado, por el momento, solución, y todos estamos de acuerdo en que no queremos volver a pasar hambre —algunos lo olvidan— las subvenciones a la payesía son imprescindibles. Es por eso que se implantaron, y deben continuar. Porque con las cosas de comer, no se juega.