Ingeniero y escritor

Cuando todos hacemos bajar los salarios

08 de Julio de 2025
Xavier Roig VIA Empresa

De manera regular -intermitente, pero regular- aparecen noticias sobre la empresa Glovo y las relaciones laborales que mantiene con los repartidores. Honestamente, ignoro por qué cuesta tanto demostrar a la autoridad laboral que un autónomo que es contratado de manera permanente y sostenida en el tiempo por una misma empresa, no es nada más que un empleado. Se me pasa por la cabeza la ineficiencia del legislador. Es normal que las leyes se implementen cuando ya hay una cierta experiencia. Lo que no es normal es la pasividad, la pereza legislativa con actuaciones que causan un daño real. Un mal que va mucho más allá de la simple situación creada entre dos agentes económicos: en este caso una empresa y un empleado camuflado. Y el tema lleva a reflexionar sobre qué es lo que, entre otras razones, impulsa los salarios a la baja.

 

Cuando hablamos de irregularidades o problemas en un mercado de consumo, siempre tendemos a culpar al productor. Y es cierto que el origen está allí y que, por lo tanto, hay que cortar de raíz el germen del problema. Pero no deberíamos olvidar nunca la responsabilidad del consumidor. La americanización de nuestra sociedad nos ha llevado a considerar al consumidor como un pobre desvalido y, dejémoslo aquí, un ser con aires de estúpido.

Los problemas e irregularidades siempre tienen un inventor, pero también se soportan gracias a unos permanentes impulsores y difusores de la anomalía que no son otros que los consumidores. Se hace urgente revisar el concepto “consumo responsable”. Lo hemos limitado a la calidad y cantidad de los productos que compramos. Mejor que sean de proximidad, no comprar demasiado para no tener que tirar, etc. Pero hay otro aspecto que es difícil de discutir porque lo practica todo el mundo: comprar demasiado barato.

 

Uno de los grandes problemas que sufre nuestro Occidente actual es el bajo nivel salarial. En España el tema alcanza grados ridículos. Unos, digámoslo mal pagados, se dedican a estrangular a otros, también mal pagados. Una cadena infernal. En general, todo se sustenta en una falta de regulación. No es que defienda el intervencionismo excesivo del estado en la economía de mercado. A mí el estado Leviatán me da mucho miedo. Pero es el estado quien debe vigilar para evitar el exceso de listos y evitar las acciones distorsionadoras del estado.

Por ejemplo, las compañías de aviación no pagan el coste de los servicios que consumen en el aeropuerto. Y, además, las autoridades -con la peregrina excusa de impulsar el turismo- las subvencionan directamente. Al consumidor no le gusta que de esto se hable. Otro ejemplo: el aceite de oliva. Hemos vivido unos meses en que el aceite de oliva había subido de precio. En mi opinión, había alcanzado el precio que permite al campesino correspondiente cobrar un sueldo digno por lo que hace. Quien dice el aceite dice las verduras, las frutas, las aves, las carnes, etc. En general, se trata de intermediarios innecesarios. En otros -por ejemplo, el cerdo- estamos ante un sector que no paga las externalidades.

"Cuando una sociedad no quiere pagar el coste de las cosas que consume es que no vamos demasiado bien. Y nosotros nos hemos aficionado a hacer de estrangulapobres"

De ejemplos en que el consumidor no paga lo que debería pagar -o ayuda a mantener sectores con empleados mal pagados- hay un montón. Pero no se habla de ello porque no interesa. Y no son las grandes multinacionales, o los poderes malignos del mercado, los que esconden el discurso. No se habla de ello porque el consumidor no quiere. ¿Quién mantiene sobreexplotados a los repartidores de Glovo? Pues cada uno de ustedes que les da pereza salir a comprar cosas que deberían ser adquiridas en la tienda de manera regular.

“¡Ahora me apetece una pizza, pero me da pereza salir!”, pues llamas a Glovo. “El aceite de oliva está carísimo”, pero estás todo el día consumiendo y charlando en infectas terrazas de bar: “¡Es que somos muy mediterráneos!”. No más que el aceite de oliva, digo yo. “¡Uy, yo no puedo ir a un restaurante tan refinado!”, pero te compras una tele para ver el Barça y un montón de series. “¡Los peajes de autopista son un abuso!”, pero quizás vas dos veces al año a Londres o Roma “¡porque los vuelos son tan baratos!”.

En resumen, cuando una sociedad no quiere pagar el coste de las cosas que consume, es que no vamos demasiado bien. Y nosotros nos hemos aficionado a hacer de estrangulapobres con la excusa de que vivir en el espejismo de una falsa clase media nos da pereza. Muy catalán, por cierto. Pobrecitos, pero contentitos.