A pesar de un entorno económico incierto, el comercio se prepara para una campaña clave de fin de año marcada por la polarización entre grandes plataformas y pequeño comercio, y por un consumidor cada vez más escéptico ante los “falsos descuentos”.
A pesar de la incertidumbre económica, la inestabilidad geopolítica y un endeudamiento creciente de los hogares, el comercio entra en su recta final: la campaña más importante del año. Para algunos sectores, estas semanas pueden determinar el éxito o el fracaso de todo un ejercicio.
Son días en los que el consumidor relaja la actitud de compra y se deja llevar por la emoción, los caprichos o las ganas de hacer feliz a alguien —o a uno mismo— con un pequeño detalle. Es el momento álgido de la compra por impulso, sobre todo de productos no esenciales.
En este contexto, la globalización ha consolidado un nuevo ritual de consumo importado del mundo anglosajón: el Black Friday. A diferencia de la tradición europea, en Estados Unidos la campaña de Navidad comienza al día siguiente del Día de Acción de Gracias, con una jornada de grandes descuentos que da el pistoletazo de salida a las compras navideñas. Lo que empezó como un solo día se ha convertido en un fenómeno global que se extiende al comercio electrónico y a los marketplaces, y puede llegar a durar días o incluso semanas, bajo el paraguas de la Black Week, que incluye también el Cyber Monday, orientado al comercio en línea.
Un consumidor entre la ilusión y la desconfianza
Diversos estudios apuntan que España es uno de los países más receptivos a las promociones de Navidad, aunque la cultura de compra, principalmente alrededor de las fiestas, continúa siendo fuerte. Los jóvenes son los más sensibles a las ofertas, mientras que los grupos de mediana edad muestran más prudencia.
"La intensidad y anticipación de los descuentos han desdibujado las campañas tradicionales y alterado los resultados de muchas empresas"
Sin embargo, la intensidad y anticipación de los descuentos han desdibujado las campañas tradicionales y alterado los resultados de muchas empresas. Ante esta realidad, algunos colectivos del sector han comenzado a reaccionar.
En Catalunya, Comertia ya advirtió que solo un 33% de sus asociados participarán este año en el Black Friday, conscientes de que el comercio local necesita estrategias diferentes, menos dependientes del descuento y más centradas en el valor.
Apostarlo todo a una semana de rebajas puede erosionar los márgenes y colapsar la cadena logística: desde el agotamiento de stocks hasta retrasos en entregas y devoluciones. Y no todos los actores están preparados ni juegan en la misma liga.
Los límites del descuento
Según datos de la OCU, solo el 30% de los productos bajaron realmente el precio durante el Black Friday del año pasado. En muchos casos, los comercios habían incrementado los precios semanas antes para simular descuentos inexistentes.
Según datos de la OCU, solo el 30% de los productos bajaron realmente el precio durante el Black Friday del año pasado
Estas prácticas erosionan la confianza y ponen de manifiesto dos realidades comerciales opuestas: por un lado, las grandes plataformas y grupos de distribución con capacidad para gestionar volúmenes y márgenes, y por otro, marcas de renombre y comercios locales que no pueden —ni quieren— competir en esta carrera por el precio.
Las marcas de lujo defienden su prestigio y exclusividad; las firmas sostenibles y éticas buscan fomentar un consumo más consciente, y los pequeños negocios locales intentan no devaluar sus productos ni competir en desigualdad. Para muchos, el Black Friday no es una oportunidad, sino un riesgo.
Hacia nuevas fórmulas
Cada vez más empresas apuestan por alternativas como el Green Friday, que destina parte de los beneficios a causas sociales o medioambientales, o por iniciativas que aporten valor al cliente sin recurrir al descuento: experiencias, servicios personalizados o productos de calidad diferenciada.
Al fin y al cabo, la batalla del comercio no debería ser la del precio, sino la de la confianza, el servicio y la autenticidad.
En un momento clave de cierre de año, el reto es seducir al cliente sin perder la esencia. Porque la guerra de los descuentos, para nuestro comercio, puede acabar saliendo demasiado cara.