Profesor de la UPF Barcelona School of Management

Los egos matan el éxito

07 de Septiembre de 2025
Oriol Montanyà | VIA Empresa

Después de un inicio de temporada ilusionante, con goleadas, remontadas y buenas sensaciones, el FC Barcelona empató contra el Rayo Vallecano en un partido trabado e incómodo. Pero lo más destacado de la jornada no fue el resultado, sino la rueda de prensa posterior del entrenador alemán, Hansi Flick, que soltó una frase realmente contundente: “Los egos matan el éxito”. Consciente de que los triunfos del curso anterior se construyeron sobre el buen ambiente de vestuario y la cohesión del grupo, Flick parecía detectar los primeros síntomas del individualismo y la pérdida de espíritu de equipo. Así que decidió lanzar una advertencia que, lejos de ser exclusiva para el mundo del fútbol, se podría enmarcar y colgar en la puerta de entrada de cualquier organización.

 

De hecho, cuando hablamos de egos en la gestión de los equipos, nos referimos siempre a la percepción que tenemos de nosotros mismos. Porque en el momento en que esta percepción se distorsiona al alza, suele generar comportamientos tan nocivos como la arrogancia en el trato, el desprecio al trabajo colaborativo, el rechazo al aprendizaje, la necesidad constante de reconocimiento o la falta de autocrítica. Unas conductas típicas de los egos sobredimensionados que, aparte de enrarecer el clima laboral, hacen tambalear el mejor activo de cualquier organización: el compromiso colectivo. Y es que, solo si todo el mundo rema en la misma dirección, se pueden alcanzar las metas propuestas.

Quizás, pues, sería necesario recuperar una concepción más clásica del término ego, como la que proponía Sigmund Freud. Según el padre del psicoanálisis, el ego es una instancia psíquica de la personalidad que actúa como mediadora entre los instintos, la conciencia y las exigencias de la realidad. Es, en definitiva, la parte racional y realista de la mente, que busca el equilibrio entre el deseo personal y las normas sociales, con la voluntad de convivir en paz con uno mismo y con el entorno.

 

"Cuando hablamos de egos en la gestión de los equipos, nos referimos siempre a la percepción que tenemos de nosotros mismos"

Esta idea del ego como espacio de mediación también puede servir en el ámbito profesional. Porque el equilibrio ideal pasa por gestionar las tensiones entre el beneficio individual y el interés colectivo. Un centro de gravedad que se hace más necesario en el contexto actual, donde los discursos imperantes a menudo glorifican el autocuidado y el bienestar propio por encima de cualquier otra consideración. Y empujados por este relato, podemos acabar creyendo que el éxito es un camino a recorrer en solitario. Pero en realidad, vincular las aspiraciones personales a proyectos compartidos, con buenas dosis de generosidad que compensen las tentaciones de egocentrismo, suele ser el camino más seguro para alcanzar cimas. Se trata de aplicar aquello que tan bien resume el lema de la filosofía africana Ubuntu: “Yo soy, porque nosotros somos”.

También el difunto político Alfredo Pérez Rubalcaba reflexionaba sobre esta cuestión. Decía que si un profesional dejaba de identificarse con el éxito de su organización, era hora de replantearse el futuro. Y lo ilustraba con la historia de un futbolista famoso que decidió dejar su equipo el día que lo sentaron en el banquillo y se dio cuenta de que ya no le importaba quién ganara el partido. Porque, si la victoria del equipo deja de ser una alegría compartida, quizás es que ya no formas parte del equipo.