Etnógrafo digital

Kohei Saito: comunes, barbarie y la abundancia del decrecimiento

29 de Mayo de 2025
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Crónica de la conversación “Pensamiento crítico en tiempos de emergencia ecosocial” en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) entre el filósofo japonés Kohei Saito y el periodista catalán Xavi Bundó el 26 de mayo de 2025.

 

Preludio

Llego unos veinte minutos antes al Campus de la Ciutadella de la UPF. La charla se realiza en el auditorio, que es bastante grande. Pienso que no se llenará. Pasa a menudo que las universidades traen primeras espadas y asisten pocos alumnos, ya sea porque no se han enterado o porque en el bar se está mejor.

La entrada es con registro previo, eso de que tienes que enseñar un QR que no encuentras. Me encuentran en la lista por el nombre. Una vez dentro me sorprende ver a una señora que tiene aire de profesora de filosofía, ordenando a la gente por filas a medida que vamos entrando, pidiéndonos sobre todo que no dejemos espacios vacíos. Como si fuéramos a los Oscar. Al final se llena y hay gente de pie.

 

Magnífica obertura

La sesión se inicia con unas palabras de la rectora de la Universidad Pompeu Fabra Laia de Nadal Clanchet, que contextualiza el encuentro en dos emergencias: la climática y la humanitaria. Por un lado, advierte que “el rol de la ciencia está en discusión” en un momento de crisis climática y restricciones a la libertad académica —como por ejemplo en los EE. UU., con recortes y controles sobre la movilidad estudiantil.

Por otro lado, denuncia “la angustia de la comunidad universitaria por la situación en Gaza”, reclamando el respeto de los derechos humanos, un alto el fuego y la entrada de ayuda humanitaria. Me gusta que mi rectora hable sin tapujos y posicione nuestra universidad en el lado bueno de la historia y de la ciencia.

"Me gusta que mi rectora hable sin tapujos y posicione nuestra universidad en el lado bueno de la historia y de la ciencia"

También recuerda la importancia de la educación pública de calidad; son los fondos públicos los que garantizan la independencia de la investigación y que, por eso, “hay que defender la libertad y la independencia académica”. 

La aplaudo con el portátil en la falda, que está a punto de caerse.

Dramatis personae

La conversación es en inglés sin traducción simultánea. Xavi Bundó abre el diálogo reconociendo la distancia cultural que hay entre un periodista catalán y un filósofo japonés. Se excusa por si no está a la altura por su nivel de inglés porque “Words are important”, dice con un perfecto Oxford English.

Saito le dice que no se preocupe, que en general los japoneses tampoco hablan muy bien el inglés.

Bundó presenta a Kohei Saito como “una de las principales autoridades mundiales sobre decrecimiento”, a pesar de sus 38 años. Recuerda que su éxito mundial Capital in the Anthropocene ha sido traducido al catalán como Una nova manera de viure (Tigre de Paper, 2022). Bundó cita, a modo de introducción, el vídeo viral del creador de contenidos Albert Lloreta donde habla del concepto de hipernormalización —un término de origen ruso que describe cómo todo el mundo sabe que un sistema se está cayendo, pero sigue actuando como si no pasara nada.

Barcelona lab

Empezamos en Barcelona. Bundó le dice que no sabía que “Barcelona es la ciudad más pública del mundo”, como explica Saito en el libro. Saito la tomó como ejemplo y habla mucho de ella. También admite que como cuando escribió el libro estaba Ada Colau al mando, quizás idealizó un poco la ciudad, pero ve en ella un ejemplo de transformación social. Admite que no es el ideal que tenía en mente, pero “Japón es aún más conservadora, allí seguro que no podemos esperar una revolución social”, dice.

Critica la turistificación, la gentrificación y la dificultad de acceso a la vivienda: “¿Cómo hacemos que la ciudad sea habitable para la gente que vive en ella y no solo para Airbnb?”. Saito contrasta la cantidad de espacios públicos de Barcelona con los de Tokio, donde “construyen enseguida edificios cuanto más altos mejor y donde, incluso, el cielo está mercantilizado”.

También ve paralelismos con otras ciudades europeas como Milán, Madrid o Ámsterdam, que comparten problemas similares. Por eso, defiende que hay que buscar “pistas para el cambio local” y que Barcelona es un buen lugar para hacerlo.

"Saito contrasta la cantidad de espacios públicos de Barcelona con los de Tokio, donde 'construyen enseguida edificios cuanto más altos mejor y donde, incluso, el cielo está mercantilizado'"

El Japón marxista

Bundó señala que a menudo se percibe Japón como un país ultracapitalista, pero que sin embargo tiene muchos pensadores marxistas. Saito lo matiza: “Japón tiene una tradición académica marxista muy fuerte”. Recuerda que los marxistas japoneses lucharon contra el imperialismo durante la Segunda Guerra Mundial y, después de la derrota, se convirtieron en símbolos de libertad y oposición.

Esta cultura tuvo una fuerte presencia en las universidades —“un renacimiento marxista”—, y cuando muchos de los estudiantes acabaron convirtiéndose en burócratas hubo cierto interés político en el marxismo.

Con el colapso de la URSS, el marxismo académico se desvaneció casi por completo. “Ahora soy el único”, afirma Saito, “y quizás por eso mi libro se ha hecho tan popular”. Explica que fue a estudiar a Alemania, donde pudo acceder a las notas inéditas de Marx y, a diferencia de sus predecesores, “no he hecho una repetición dogmática, sino una reinterpretación actualizada”.

Añade, con tono irónico: “Cuando digo 'comunismo' en Japón, la gente se espanta. Cuando digo 'decrecimiento', aún más. Pero también me pasa cuando lo digo en Barcelona”.

Decrcer es crecer

Saito aclara que, por decrecimiento, él entiende crecimiento. Aquí radica la radicalidad de su idea y los fundamentos de su obra: “No se trata de vivir con menos, sino de vivir mejor colectivamente”. 

Según él, hay que entender el decrecimiento no como escasez, sino como abundancia de bienes comunes —parques, servicios públicos, infraestructuras compartidas, conocimiento, ocio y tiempo— que sustituyan la lógica de mercado. “Crear más comunes abre nuevas posibilidades de crecimiento”, dice. Esta abundancia común, según Saito, configura una nueva forma de comunismo, alejada tanto del productivismo soviético como del capitalismo verde.

"Según Saito, hay que entender el decrecimiento no como escasez, sino como abundancia de bienes comunes que sustituyan la lógica de mercado"

La crisis del 2008 y Fukushima

Xavi Bundó le pregunta qué le llevó a desarrollar su pensamiento. Saito responde con dos acontecimientos, uno de impacto global y el otro de impacto local, que son los que más le han influido.

Primero, la crisis financiera del 2008: “Ya había mucha precariedad en Japón, pero la crisis me confirmó que el sistema no funcionaba”.

Segundo, el desastre de Fukushima en 2011: “Tokio consume la electricidad, pero Fukushima sufre todo el riesgo y no la consume. Es una metáfora perfecta de las desigualdades entre el Norte Global y el Sur Global”. Fukushima le llevó a estudiar cómo la tecnología puede convertirse en una amenaza: “En lugar de progreso, crea desastre”.

Marx ecologista

Bundó recuerda que tanto el marxismo como el comunismo clásico apuestan por el crecimiento industrial. Saito replica que, en los manuscritos de los últimos años de Marx, especialmente en los de ciencias naturales, “hay un pensamiento más crítico con la tecnología”. Afirma que Marx, hacia el final de su vida, reconsideró el crecimiento y estudió sociedades precapitalistas como las de Rusia, Norteamérica y la India: “Sociedades que pensaban a siete generaciones vista. Igualitarias y sostenibles”.

Así, Saito resume sus valores: “Igualdad, solidaridad, libertad y sostenibilidad” en contraposición al crecimiento infinito.

Fast fashion y Green New Deal

Bundó le plantea si será suficiente con el Green New Deal. Saito responde que, aunque se aplique y que todos los países firmantes cumplan, “no es suficiente”.

Habla del Greenwashing y del Human rights washing: “Nos venden coches más grandes, más caros, pero la gente pobre no puede acceder a ellos”. También denuncia la moda rápida, que considera un sistema profundamente insostenible: “Dices que lo reciclas, pero la producción de algodón ya contamina. Esto pasa en la India o en Bangladés y como no lo vemos, tenemos la conciencia tranquila. Estas son relaciones de explotación global”.

La ciudad de los 15 minutos

Saito insiste en que hay que continuar invirtiendo en renovables, pero también en igualdad y sostenibilidad. Defiende, por ejemplo, que “la bicicleta puede ser la nueva tecnología”. Planificar una ciudad para que todo esté a 15 minutos en transporte público requiere mucha tecnología y mucha planificación. “Nos hemos olvidado de planificar a largo plazo”, dice. 

“Hay muchas oportunidades de crecimiento”. La organización de una ciudad de 15 minutos, donde la vida se puede hacer a pie o en bici, pasa necesariamente por la tecnología. Pero no a cualquier precio.

Aceleracionismo e IA

Preguntado por el aceleracionismo, Saito se muestra categórico: “Es estúpido. Te dicen que es bueno para la gente, pero creo que los que lo dicen tienen problemas mentales”. Añade que esta huida hacia adelante se basa en consumir cada vez más.

Propone, en cambio, “trabajar 30 horas por semana y vivir en una ciudad de 15 minutos”, en lugar de “trabajar 50 horas y pasar 10 en el coche”.

Sobre la inteligencia artificial, alerta que “hace a la gente estúpida. Mata el pensamiento crítico”, y comparte su preocupación con figuras como Yanis Varoufakis.

No quiere prohibir la tecnología —“podríamos prohibir alguna cosa, pero me parece demasiado estalinista”, dice en broma—, pero sí decidir colectivamente qué queremos prohibir y qué datos permitimos que se extraigan. “Las plataformas digitales han de ser públicas”, afirma.

Comunes digitales y democracia

Saito argumenta que no quiere abolir Internet, pero sí transformar su modelo. Pone como ejemplo Barcelona y Ámsterdam y sus modelos de datos abiertos a la ciudadanía. 

Cuando Bundó le pregunta si no sería mejor abandonar la tecnología, Saito dice: “No hay que abandonarla toda. Pero las redes sociales y la IA no son sostenibles”. La IA, dice, se ha convertido en una herramienta de control para beneficio solo del 1 %. Por eso defiende “más control democrático sobre las plataformas”.

¿Comunismo?

Bundó le dice que si la palabra comunismo espanta a mucha gente, si no sería mejor cambiarle el nombre. En los EE. UU., es casi un insulto; en Europa, se asocia aún a la URSS.

Saito responde: “Soy un estudioso del socialismo y del comunismo. Y creo que el comunismo existe en nuestras sociedades a diferentes niveles: en la familia hacemos tareas para todos, en la universidad también, en los hospitales… Nos ayudamos”.

El capitalismo, dice, “se basa en estos comunes, pero a la vez los ataca. Hoy están amenazados”.

Maoísmo climático, fascismo climático y barbarie

Preguntado por cómo imagina el futuro si todo cae por el cambio climático, Saito presenta tres posibles escenarios:

  • Maoísmo climático: gobierno fuerte que protege a los más débiles.
  • Fascismo climático: el gobierno protege solo a los poderosos.
  • Barbarie climática: caos y colapso de las instituciones.

Relaciona estas categorías con las respuestas a la pandemia: “Trump sería fascismo, China maoísmo”.

Hacia el final de la conversación, Saito advierte con tono serio, pero firme: “Nos encaminamos al fascismo climático o a la barbarie climática”. Antes de la pandemia —dice— parecía plausible llegar a la descarbonización en 2050, pero la sucesión de crisis (Ucrania, Gaza, Trump, la DANA en València y otras catástrofes derivadas del tiempo) ha ido normalizando las situaciones extremas y diluyendo cualquier horizonte de estabilidad. 

Saito: “Nos encaminamos al fascismo climático o a la barbarie climática”

Su próximo libro, adelantaba, parte de esta constatación y dibuja un escenario incómodo: “Aunque nos pusiéramos ahora, no podemos evitar cierto grado de barbarie”. Según él, solo dentro de este escenario —de colapso parcial, de instituciones desbordadas y de desigualdades crecientes— se podrá articular una alternativa viable: “Solo podremos establecer el comunismo del decrecimiento en medio de la barbarie”. 

Saito cree que, a pesar del panorama, aún hay margen: “Barcelona puede ser un modelo”. Y vuelve a defender el papel de las ciudades como escala para hacer el cambio posible. “Incluso en China, con todo el poder del Estado, no pudieron contener la pandemia. El localismo es el futuro”, remacha.

El papel de los hijos

Cuando Xavi Bundó le pregunta si haber venido a Barcelona con su esposa y sus dos hijos —están en el auditorio— influye en su visión del mundo, Saito lo admite con naturalidad: “Claro, pero va más allá de mis hijos”. 

Reconoce que tener un vínculo personal —una familia, un lugar, una historia concreta— ayuda a empezar a pensar el cambio. “Tengo un amigo en Fukushima, y eso lo hace todo más personal”, comenta. 

Aun así, advierte que hay que trascender la emoción e ir más allá: “Tienes que superarlo para poder pensar en términos abstractos”. Esta tensión entre la experiencia personal y la elaboración teórica es, para él, lo que permite conectar ideas como las de Marx —formuladas hace 150 años— con las necesidades y las posibilidades del presente. “Es lo que nos permite imaginar un futuro diferente”, concluye.

Palestina desde Alemania

Bundó saca el tema del genocidio de Gaza y le pregunta por cómo lo vive desde Alemania, país donde actualmente reside. Saito explica que ha podido hablar abiertamente de Gaza recientemente en la feria Literal 2025, en Catalunya, pero que “en Alemania no puedes hacerlo”.

A pesar de eso, no es crítico con el país que lo acoge, al contrario: “Es un país que ha aprendido. Hicieron cosas estúpidas en la Segunda Guerra Mundial, pero han evolucionado, han pedido perdón y han asumido responsabilidades históricas”. En contraposición, señala que “en Japón no admitieron nada; simplemente cambiaron los libros de texto”. Por eso, dice, “Alemania para mí es un buen modelo”.

Ahora bien, Saito también se muestra decepcionado con el silencio de sus colegas: “Mis compañeros filósofos, hablando de estos temas, son muy decepcionantes”. Critica que las ideas occidentales de democracia y libertad sirvan a menudo para proteger los intereses propios: “Son valores que se defienden solo cuando nos convienen”. Y añade una observación geopolítica: “Japón es muy cercano a Occidente, pero en China o en Sudamérica se piensa diferente”.

¿Por qué los jóvenes giran hacia la derecha?

En la última pregunta, Xavi Bundó introduce uno de los temas sociomediáticos del momento: “Tradicionalmente la gente joven era más progresista. Ahora muchos jóvenes tiran hacia la derecha. ¿Qué piensas?”.

“Que deberían leer más a Marx”, replica al instante Saito con una sonrisa socarrona.

Señala que este repliegue es la respuesta a la pérdida de privilegios percibidos, y que solo se puede contrarrestar con un proceso activo de desaprendizaje: “Tenemos que aprender a desaprender nuestros privilegios”, dice. Esta desposesión consciente abre la puerta a “nuevos valores, nuevas relaciones y la posibilidad de crear nuevas sociedades”.

Coda

Bundó le pregunta si es un optimista práctico. 

Saito sonríe una vez más y responde lacónico: “Sí. Pero mi próximo libro será muy oscuro”.

PS 1

La simpatía de Kohei Saito se contagia tanto como sus ideas. Salgo, corro hacia la librería y me compro el libro.

Ya lo he leído y vosotros también deberíais hacerlo.

PS 2

Quiero agradecer a la UPF, mi universidad, por demostrar con hechos cómo la educación pública de calidad “defiende la libertad y la independencia académica”, como decía la magnífica rectora.