Dos de mis referentes vitales han dedicado parte de su obra a hablar del nihilismo. Joan Capri, con el monólogo No som res (1968), ponía la ironía existencial; el grupo vasco La Polla Records, con el álbum No somos nada (1986), ponía la rabia anarco-punk. A la connotación del “No som res” catalán —la de no tener ningún poder—, La Polla añadía el de “somos inclasificables”: “Quieres identificarnos, tienes un poblema” (sic). Somos insignificantes, pero a la vez nadie nos puede controlar porque nadie nos puede identificar.
40 años después, aquella consigna anarco-punk resuena con fuerza en otro escenario: el del ecosistema mediático-político que ha generado paradójicamente el anarcocapitalismo de los broligarcas de Silicon Valley. Lo que antes era una aspiración del Estado —clasificarnos y controlarnos— hoy es nuestro pan de cada clic. El resultado es que, para muchos, la vida cotidiana se convierte en un no-futuro nihilista, como el que denunciaban los punks de los ochenta.
"Lo que antes era una aspiración del Estado —clasificarnos y controlarnos— hoy es nuestro pan de cada clic"
Propaganda
Las redes sociales se han convertido en órganos de propaganda. La comunicación que circula no pretende informar ni convencer: pretende movilizar despertando emociones primarias. Los mensajes son fragmentarios, descontextualizados, hiperbólicos y maniqueos: llegan al intestino, no al cerebro. No es un error, es por diseño (not a bug, a feature).
En tales entornos es imposible mantener un debate sereno y razonado sobre temas tan complejos como inmigración, transexualidad, religión o política. La conversación pública se reduce a un campo de batalla permanente que se desborda en parlamentos y foros de debate. No es un problema de derecha contra izquierda, sino la sustitución de la razón por el intestino.
"Los mensajes son fragmentarios, descontextualizados, hiperbólicos y maniqueos: llegan al intestino, no al cerebro"
Martyr subito
El 10 de septiembre de 2025, Charlie Kirk, líder de Turning Point USA y figura de referencia de la ultraderecha trumpista, fue asesinado de un tiro mientras hablaba en la Universidad de Utah. Sin solución de continuidad, Kirk fue elevado a la categoría de mártir y su muerte instrumentalizada para justificar fatuas contra infieles. Políticos e influenciadores señalan a colectivos enteros —personas trans, progresistas, disidentes— como cómplices necesarios. Lo que debía ser una condena unánime a la violencia se ha convertido en más combustible para el odio que esparcía Kirk. A pesar de todos los lavados que le han hecho, que quede claro que uno de sus proyectos insignia era la Professor Watchlist, una herramienta para denunciar y acosar a profesores universitarios que no pensaban como él. Algunos explican cómo tienen que llevar a los niños a la escuela con protección policial.
Nihilismo lol
El asesino de Kirk es Tyler Robinson, un joven de 22 años de familia republicana. No encaja en ninguna etiqueta fácil: no es nada. La policía recuperó unos mensajes extraños grabados en las vainas de las balas: “Se observan protuberancias, OwO, ¿qué es eso?”; “¡Eh, fascista! ¡Atrapa! ↑ → ↓ ↓ ↓”; “Oh, Bella ciao”; y “Si lees esto, eres gay, lol”. Todo parece un absurdo hecho for the lols (por las risas). Pero no.
Estos mensajes descontextualizados no se entienden, pero puestos en el contexto que toca, en el de los jóvenes jugadores de videojuegos como él, tienen significados y responden a códigos bien definidos. Y no son precisamente mensajes políticos, sino al contrario, tienen que ver con la antipolítica o, más bien, con el anti-todo (esto lo cantaba Eskorbuto, otro grupo punk de la época).
Sus amigos dicen que Robinson raramente hablaba de política. No era ningún militante disciplinado ni un fanático organizado, sino un joven alienado, criado en contradicción con su entorno —entre el entorno en línea y la Utah donde vivía— y radicalizado en los márgenes de internet. Su disonancia vital acabó en violencia letal. Su caso incomoda porque no es fácil de clasificar: no responde al cliché de terrorista de extrema derecha ni al de activista de izquierdas. El nihilismo ya lo tiene, esto.
"El caso de Robinson incomoda porque no es fácil de clasificar: no responde al cliché de terrorista de extrema derecha ni al de activista de izquierdas"
Coda
La Polla Records advertía: si el Estado te quiere identificar es para controlarte. Su “No somos nada” era resistencia política. Hoy, en cambio, el “no somos nada” de Robinson y de otros como él ya no es un rechazo consciente al sistema, sino la constatación de una desconexión con la realidad física que lleva a despreciarla.
“No somos nada” continúa siendo una consigna vigente, pero ahora con un matiz más oscuro. Ante la fuerza de las máquinas de propaganda, la concentración de poder, la falta de oportunidades y la crisis de sentido colectivo, muchos se sienten insignificantes —no somos nada— y sin ningún sentido de pertenencia —no somos nada. Esto ya no va de conservadurismo contra progresismo: va de los que no son nada contra todo. Y no para cambiar el sistema, sino simplemente for the lols.