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La tecnología es política

30 de Junio de 2025
Gina Tost | VIA Empresa

La tecnología nos hará libres. Pero solo si sabemos hacia dónde vamos, y si tenemos claro que no es neutra. Ya hace años di una ponencia TEDx que explicaba las maravillas tecnológicas, pero quizás pecaba de tecnooptimista.

 

Cada cable, cada app, cada línea de código que hace funcionar el mundo digital de hoy es fruto de decisiones políticas, económicas y sociales. Esto lo tenemos que tener claro, y solo si lo entendemos, podemos construir tecnología al servicio del bien común. En cambio, si lo ignoramos, nos acabará arrastrando.

La tecnología es política porque define quién puede acceder a un servicio público, quién puede estudiar una carrera, quién puede encontrar trabajo, quién puede crear contenido. Y también porque hay personas que quedan fuera, a menudo por culpa de diseños pensados solo para quien ya está dentro. Pero no malpenséis, porque a veces es fruto del descuido, y no de la mala fe, pero descuido a descuido, acabamos allanando matices y vivencias que enriquecen las herramientas del presente.

 

Sin embargo, todo esto también quiere decir otra cosa: que podemos hacerlo diferente. Que cada decisión tecnológica es una oportunidad para incluir, para simplificar, para democratizar. Cuando hacemos una app para la administración, no tenemos excusas para que no funcione en todos los idiomas, ni para todas las personas del territorio: estamos haciendo política inclusiva. Cuando diseñamos una web accesible para personas mayores o adaptadas a personas con capacidades diversas, estamos haciendo justicia social. Cuando acercamos la cultura digital a barrios y pueblos que no salen en el mapa tecnológico, estamos ampliando la libertad real de la ciudadanía. Como si pusiéramos una línea de metro nueva, o una universidad pública al servicio de la gente.

"Cada decisión tecnológica es una oportunidad para incluir, para simplificar, para democratizar"

También es política decidir dónde van los cables y cómo se enfrían los servidores. La IA, por ejemplo, nos puede ayudar a ser más eficientes, más creativos y más sabios. Pero hay que saber que cada respuesta que nos da no es magia: puede costar hasta medio litro de agua, según Nature. Que una hora de Netflix supone 12 litros. Que una hora de videojuego, 15 litros. Que los centros de datos de Microsoft, Meta u OpenAI consumen miles de millones de litros de agua anualmente, a menudo en zonas con escasez como Texas, Wyoming, Arizona o el desierto de los Monegros. Buscan espacios con agua barata, no con agua abundante.

Esto no quiere decir que tengamos que renunciar. Quiere decir que tenemos que exigir una tecnología más responsable, más eficiente, más arraigada a los territorios. Quiere decir que no podemos hablar de la nube como si fuera etérea: es infraestructura crítica. Y hay que gobernarla como tal.

"No podemos hablar de la nube como si fuera etérea: es infraestructura crítica. Y hay que gobernarla como tal"

La mejor noticia es que todo esto se puede cambiar. Que la tecnología sea política quiere decir que está viva, que puede evolucionar, que podemos discutirla, regularla, rediseñarla. Que la podemos hacer nuestra.

Si queremos que la tecnología nos haga libres, no basta con consumirla. La tenemos que entender. La tenemos que cuestionar. La tenemos que codiseñar. Solo así garantizaremos que no deje a nadie atrás, y que la libertad digital no sea un privilegio, sino un derecho compartido.