
Los catalanes envejecemos y cada vez somos más. Los habitantes del Gran Penedès sobresalimos en esta progresión estadística. Estamos abocados a mayores desequilibrios sociales y económicos. En la función de circo nos ha tocado el papel de funambulista.
Hasta hace cosa de veinte años y algunos más, en Vilanova i la Geltrú se hacía una feria de inventos. Galáctica reunía a participantes de un puñado de países europeos y se hacían eco medios de comunicación de todo el mundo.
En aquel certamen de la inventiva se podían encontrar ingenios hilarantes, como la lavadora para purgar los caracoles bovers, y propuestas quiméricas, como la obsesión de conseguir el movimiento constante o también el motor de agua. Nos traía a la memoria al profesor Franz de Copenhague, uno de los iconos más entrañables del TBO. No todo eran ideas estrafalarias; en cada una de las ediciones y entre los centenares de prototipos y maquetas, se colaban innovaciones que años después encontrarían su mercado e, incluso, se convertirían en imprescindibles.
En el salón de la inventiva de la capital del Garraf se dieron a conocer propuestas avanzadas de jeringuillas de un solo uso, vehículos motorizados para personas de movilidad reducida, pinzas para cerrar los tetrabriks, aplicaciones de láser para la piel, sistemas revolucionarios para evitar los cortocircuitos domésticos, aportaciones pioneras en la reducción de contaminantes y diversidad de utensilios para la seguridad vial, entre muchas otras. No era una feria de locos; era un encuentro de visionarios, con mayor o menor sensatez.
Demasiado a menudo, el ejercicio de pensar resulta muy caro, está mal pagado, es desagradecido y acaba con la credibilidad del artífice
Sea cual sea su fundamento curricular, desde el manitas de toda la vida al ingeniero más experimentado, los inventores tienen en común la perseverancia a la hora de encontrar soluciones inéditas a los problemas de su entorno. Demasiado a menudo, el ejercicio de pensar resulta muy caro, está mal pagado, es desagradecido y acaba con la credibilidad del artífice; por no hablar de los atolladeros dinerarios que afectan a familiares y amigos.
He aquí. Queda explicado que la subida demográfica y el envejecimiento progresivo son los excesos estadísticos que condicionan el DAFO del área meridional de la región metropolitana de Barcelona. Queda expresado que en las dos décadas y media de este siglo la población del Garraf y el Alt Penedès ha crecido un 54,5%. Más deslumbrante es el incremento del 81,2% en cuanto al número de personas mayores de 64 años, en el mismo primer cuarto de siglo.
Los crecimientos no son malos si se acompañan. Acompañar significa aplicar la necesaria sostenibilidad; un concepto que alguien me definió como “la justa medida”. Qué acierto. No se pueden desatender las tendencias, como tampoco podemos hibernar en un rellano mientras unas y otras suben y bajan. Hay que analizar las causas, proponer actuaciones e implementarlas; en definitiva, se hace necesaria una gobernanza; concepto que alguien más me reveló como “aquello que hace que las cosas funcionen”. Así de sencillo.
Sólo en el Garraf, el 47% de la población con ejercicio laboral tiene su puesto de trabajo en otra comarca
En el distrito de tierra y mar del Gran Penedès, la pirámide de edades es una peonza. Queda demostrado. No se queda aquí, sin embargo, el descalabro demográfico. Solo en el Garraf, el 47% de la población con ejercicio laboral tiene su puesto de trabajo en otra comarca. De largo, es la tasa de autocontención más baja de Catalunya. La brecha entre la progresión del número de residentes y la creación de puestos de trabajo se está haciendo indigesta.
Estas asimetrías no nos asustarían si se acoplaran políticas paliativas o se planificaran las abundancias en contraste con las carencias. Todo lo que hemos dicho hasta ahora nos aboca a déficits abracadabrantes en la sanidad, la movilidad, el transporte público, la docencia, la promoción industrial y la convivencia.
El balance es desigual en cuanto a la acción inversora. El sector privado apuesta por el futuro de estas tierras y, aparte de la promoción inmobiliaria, se adivina la intención de impulsar actividades de consumo final (comercio, turismo, sanidad, cultura y ocio) y otras propias de las industrias creativas y del conocimiento. Por el contrario, en las últimas décadas los presupuestos públicos no han tenido en cuenta los aumentos residenciales y las necesidades sobrevenidas.

La única infraestructura destacable ha sido el tramo de la C-15 entre Vilafranca del Penedès y Vilanova i la Geltrú; por cierto, financiada con la fórmula reprobable y poco explicada de “peaje en la sombra”. De esto ya hace 14 años. Desde entonces, nada nuevo.
¿Cómo se entiende que estas dinámicas de población emergente no tengan respuesta en las cuentas de las administraciones públicas? No es aceptable que los déficits expuestos no hayan sido atendidos por los parlamentarios y decisores, obcecados en su misión de apagafuegos y de todo aquello que es urgente por encima de aquello otro que es prioritario.
Un intersticio de última hora es el anuncio de la consejera del ramo en relación con la línea de ferrocarril orbital en el segmento que debería conectar el Garraf y el Alt Penedès con otras comarcas de la demarcación sin pasar por Barcelona y generando transiciones más fluidas. La carpeta es antigua y hasta ahora no se ha interpretado su perentoriedad.
No es aceptable que los déficits no hayan sido atendidos por los parlamentarios y decisores, obceados en su misión de apagafuegos
También el compromiso político de impulsar un nuevo hospital en Vilanova i la Geltrú se ha recibido con el aplauso unánime de una ciudadanía que conoce como nadie las precariedades asistenciales y la situación de los servicios de urgencias. En el Garraf tenemos los mismos centros sanitarios desde hace 50 años, el mismo tiempo en que la demografía se ha triplicado.
Nos va bien como ejemplos. El ferrocarril orbital y un nuevo hospital no son inventos galácticos. Son la respuesta a unas necesidades en auge y, cuando menos, declaraciones de intenciones para atender a un territorio, el del Gran Penedès, que presume, pero sobre todo, sufre a resultas de los crecimientos.