
El primer alcalde democrático de Ascó, Joan Carranza, fue un infatigable luchador contra las centrales nucleares. Desde la central de Ascó dieron la consigna de que todos los trabajadores debían empadronarse en el pueblo y en 1983 triunfó una candidatura pronuclear. A partir de entonces, se inició un proceso de dopaje de la población del municipio y, en centros concéntricos cada vez más amplios y difusos, de las comarcas que rodean los dos conjuntos nucleares de Catalunya, en Ascó y en Vandellòs. La telaraña nuclear.
Perdiendo población a pesar de todas las ventajas municipales
En 1980, Ascó había ganado cerca de 400 habitantes y llegaba de nuevo a los 2.000. Se estima que ahora unos 200 habitantes trabajan de forma directa o indirecta para las centrales nucleares. Los recursos derivados de la implantación nuclear —IBI, IAE, la aportación de ENRESA, ente público para gestionar los residuos nucleares— proporcionan el 70% de los ingresos municipales.
Se trata de unos ingresos tan extraordinarios para la dimensión del municipio que permiten una gran cantidad de prestaciones directas y de servicios colectivos, muy por encima de lo que correspondería a una población de estas dimensiones y en una zona tradicionalmente deprimida como las Terres de l’Ebre. Estamos hablando de polideportivos, piscina cubierta con spa, centro cívico, sala de baile... El ayuntamiento también da un cheque de unos 1.000 euros anuales para hacer compras en los comercios del pueblo. Y subvenciona hasta 50.000 euros para adquirir una vivienda y hasta 18.000 para reformarla.
En 1980, Ascó había ganado cerca de 400 habitantes y llegaba de nuevo a los 2.000. Se estima que ahora unos 200 habitantes trabajan de forma directa o indirecta para las centrales nucleares
En su día, los gobiernos Pujol priorizaron la mejora de las carreteras de las comarcas del Ebro y contiguas porque eran necesarias vías eficientes en caso de evacuación. Ahora mismo, las subvenciones derivadas de las nucleares para instalar placas fotovoltaicas y aerotermia en los edificios particulares de la zona generan la plena ocupación de fontaneros e instaladores. El dopaje se extiende por todas partes. En Ascó, a pesar de todo esto, en 1990 la población volvió a retroceder y ahora se mantiene estable en torno a los 1.600 habitantes. Una estabilidad con respiración asistida.
Mientras tanto, también, Ascó vio el accidente y el cierre de la cercana Vandellòs I. Con todo y eso, y a pesar de que el Parlament de Catalunya había rechazado la eventualidad de que se instalara el cementerio nuclear español en el territorio, el Ajuntament de Ascó presentó en 2010 su candidatura para acogerlo. Finalmente, el gobierno español se decidió por la ampliación del único cementerio ya existente en España, en El Cabril (Córdoba). La oposición local y la confrontación política en España han impedido materializar la propuesta.
Los limitados resultados del apoyo a las iniciativas económicas locales
Entre los recursos generados por la producción, evacuación y los residuos, encontramos desde 2020 el Fondo de Transición Nuclear. Este fondo se financia con el impuesto ambiental que estableció la Generalitat. Es uno de estos impuestos específicos de Catalunya creados por la falta de una financiación autonómica adecuada y que tanto molestan a la gran patronal y a la derecha más dura. El Fondo reparte anualmente entre 75 y 90 millones de euros a los municipios de la zona para impulsar proyectos económicos en la perspectiva de la desnuclearización.
Por ahora son unas iniciativas para fomentar actividades económicas alternativas y que ayuden a paliar un eventual cierre de las centrales nucleares. Desde Acció se hablaba de la creación hasta ahora de 250 puestos de trabajo. Un éxito perfectamente descriptible. En contrapartida, un informe reciente calcula que el cierre de las centrales generará la pérdida de 10.500 puestos de trabajo, 3.000 de los cuales serían directos.
Los residuos nucleares como oportunidad
En este contexto, no es extraño que la mayoría de la población de estas comarcas ni se crea mucho que las centrales nucleares deban cerrar ni lo considere conveniente. De hecho, a propósito de los residuos, ahora cada central —que ya no los puede exportar a Francia— mantiene sus propios residuos en las piscinas que hay en las instalaciones, pensadas como depósito inicial y transitorio. Todo hace pensar que, finalmente, estos depósitos provisionales se transformarán en instalaciones permanentes y cada central almacenará para siempre los residuos generados en las últimas décadas.
Aparte de los eventuales impuestos ambientales que almacenar estos residuos pueda comportar, no estaría de más que se promoviera la investigación para ver cómo se consigue acelerar la disminución del potencial radiactivo. Pensemos que en el caso de los residuos de alta actividad, los que provienen del tratamiento y el acondicionamiento del combustible gastado, el potencial radiactivo se estima en miles de años. Una amenaza potencial permanente. Y más si con estas bombas que dicen que disponen los Estados Unidos se puede llegar a destruir cualquier instalación por protegida que esté, incluso profundamente soterrada.
La Ribera d’Ebre ha sido siempre un territorio básicamente agrícola, donde la presencia del río se ha visto, desde los tiempos de Carlos III, como una oportunidad para determinadas actividades que requerían agua abundante. Sin embargo, siempre se ha tratado de energía o de industria básica, muy intensiva en capital y que genera poca fuerza tractora en el entorno inmediato. En Flix, el otro gran núcleo industrial —electroquímico, también con importantes hipotecas derivadas de la acumulación de residuos—, el progresivo desmantelamiento de las instalaciones ha ido acompañado de una pérdida de una tercera parte de la población desde 1990. En Flix, al menos, han creado un parque solar fotovoltaico —que se amplió en 2008 para convertirse en el más grande de Catalunya— y hay sobre la mesa algún otro proyecto de dimensiones importantes.
En Flix, el otro gran núcleo industrial, el progresivo desmantelamiento de las instalaciones ha ido acompañado de una pérdida de una tercera parte de la población desde 1990
De hecho, las grandes líneas de evacuación de la energía generada por las centrales nucleares —y que durante muchos años generaron problemas por deficiencias en el cableado, a pesar de los cortafuegos sobre los que se asentaban— deberían poder reutilizarse para transportar también electricidad renovable, ya venga de las mismas comarcas del Ebro o de Aragón.
En la comarca de la Ribera d’Ebre, la evolución de la población ha estado condicionada por la evolución de estas dos poblaciones industrializadas, con un máximo de 25.000 habitantes en 1981 hasta estabilizarse en los alrededores de los 22.000 en los últimos 30 años.
La experiencia de Vandellòs I y de la electroquímica de Flix
Aunque no son estrictamente comparables, hemos visto que el cierre de Vandellòs I por accidente y el progresivo desmantelamiento de la electroquímica de Flix no han generado un descalabro desmesurado en el territorio. En el caso de Vandellòs, en el extremo sur de la comarca del Baix Camp, el dinamismo económico —sobre todo turístico y constructivo— hizo que el impacto sociolaboral fuera acotado. El carácter costero de la comarca ha favorecido las grandes implantaciones de servicios turísticos, el acceso inmediato a la red básica de autopistas y la disponibilidad de terrenos planos adecuados para nuevas implantaciones industriales. Ahora mismo, hay en cartera la llegada a Mont-roig del Camp de la coreana Lotte Energy Materials, dedicada a la fabricación de láminas de cobre —elecfoil—, componente esencial para la fabricación de baterías eléctricas y que podría generar hasta 200 puestos de trabajo directos en la primera de las tres fases inicialmente previstas. El president Illa ha asegurado recientemente desde Seúl que las protestas de los ecologistas no perturbarán la implantación. Y es que todo no se puede tener.
En el caso de Vandellòs, en el extremo sur de la comarca del Baix Camp, el dinamismo económico —sobre todo turístico y constructivo— hizo que el impacto sociolaboral fuera acotado
Estos últimos días, a raíz de una reunión sorpresa entre el presidente español y Salvador Illa en medio del escándalo Cerdán, ha trascendido que España ha presentado la candidatura de Móra la Nova para una de las cuatro gigafactorías de inteligencia artificial (IA) que promueve la UE dentro de la estrategia de la Comisión para que Europa se convierta en un líder en IA. Telefónica sería uno de los promotores principales. No nos extenderemos ahora sobre las limitaciones y los efectos no deseados de estos grandes proyectos caídos del cielo y ajenos a la dinámica local. Pero es evidente que, si se llega a sacar adelante, comportaría una alternativa muy potente para compensar en la dinámica general de la Ribera y las comarcas de la zona el cierre de las centrales nucleares.
Una telaraña con fecha de caducidad
Como cualquier telaraña, de la nuclear es difícil deshacerse. Si hemos enfocado la situación sobre todo en el caso de Ascó es precisamente porque es allí donde la telaraña es más densa y las presas más débiles. Hemos hablado del impacto del cierre de Vandellòs I y de la electroquímica de Flix. También podríamos hacerlo del cierre y reconversión de industria pesada y obsoleta que hubo en tantos lugares durante los años 80 y 90, desde los astilleros a la siderurgia. En muchos casos, del País Vasco a Liverpool pasando por Lille, han sido necesarias décadas de esfuerzos públicos y privados para revertir la situación y encontrar nuevas vías de crecimiento y de prosperidad. En otros, la debilidad de la región —en términos de población, posición geoestratégica, de tradición emprendedora...— ha llevado un declive del cual aún no se han recuperado. En nuestro caso, las Terres de l’Ebre y la comarca de la Ribera son unos territorios donde estas debilidades son bastante conocidas, pero también ahora tenemos una experiencia y hay unas oportunidades inmateriales que hace unas décadas no existían.
Hemos apuntado algunos caminos con diferente potencial para afrontar lo inevitable, más bien que tarde, cierre nuclear: desde la especialización energética en renovables hasta el aprovechamiento de la infraestructura de transporte eléctrico existente, pasando por velar por la seguridad de los residuos nucleares y la eventual aceleración para disminuir su radiactividad. Además, claro, de nuevas iniciativas vinculadas a la explotación cuidadosa de un territorio aún muy virgen y de una agricultura e industria agroalimentaria de calidad. Hagamos lo que hagamos, habrá que hacerlo de forma más decidida que hasta ahora, con los recursos adecuados y empleados de forma eficiente y con la máxima complicidad y participación de quienes viven allí.