• Afterwork
  • Ciudades turísticas (realmente) inteligentes

Ciudades turísticas (realmente) inteligentes

IA, sostenibilidad y datos para transformar la experiencia del viajero… y del residente

Convertir una ciudad en más inteligente no significa únicamente ponerle más tecnología | cenkertekin / iStock
Convertir una ciudad en más inteligente no significa únicamente ponerle más tecnología | cenkertekin / iStock
Jordi Marin | VIA Empresa
Experto en transformación digital e innovación
15 de Agosto de 2025 - 05:25

Con la llegada del verano, millones de personas se mueven por ciudades, pueblos y playas del planeta. En algunos lugares, la presión turística se acerca a los niveles prepandemia —o incluso los supera—. Y con ello vuelven también las tensiones: aglomeraciones, impacto ambiental, infraestructuras colapsadas y una convivencia a menudo difícil entre residentes y visitantes. Es aquí donde emerge una pregunta clave: ¿Podemos hacer del turismo una experiencia más inteligente, sostenible y beneficiosa para todos?

 

La respuesta debería ser que sí, pero solo si aprovechamos bien la tecnología, los datos y, sobre todo, si diseñamos las ciudades con visión estratégica, no únicamente como postales de verano.

¿Cuándo una ciudad es realmente “inteligente”?

El término smart city se usa demasiado a menudo como eslogan. Pero una ciudad no es inteligente porque tenga wifi público, sensores en las farolas o una app turística. Una ciudad turística realmente inteligente es, entre muchos otros, la que:

 
  • Usa datos en tiempo real para distribuir los flujos de visitantes y evitar la saturación
  • Personaliza la experiencia según el perfil del turista, sus preferencias o su idioma
  • Integra IA para orientar, informar o recomendar actividades de una manera más eficiente
  • Tiene un modelo energético y de movilidad sostenible, pensado tanto para residentes como para quien visita
  • Tiene unos servicios urbanos eficientes y sostenibles gracias a la aplicación de tecnologías avanzadas
  • Y, sobre todo, pone a la ciudadanía en el centro: cómo convive con el turismo, cómo se beneficia o cómo lo sufre

Una ciudad no debería ser un decorado, debe ser un espacio habitable, resiliente y con futuro.

Una ciudad no es inteligente porque tenga wifi público, sensores en las farolas o una app turística

Los datos como ingrediente clave para diseñar políticas públicas

Tenemos algunos ejemplos cercanos: ciudades como Barcelona, València o San Sebastián ya han dado pasos interesantes. En la ciudad condal, el sistema Smart Tourism Office cruza datos de movilidad, reservas y afluencia para orientar la promoción turística y evitar cuellos de botella. En la capital del Túria, el uso de inteligencia artificial y datos del móvil permite anticipar picos de visitantes para ajustar servicios y transporte. Y San Sebastián apuesta por un turismo gastronómico sostenible y de calidad, trabajando con pequeños negocios y agentes locales.

Con todo, esta proximidad no debe hacernos perder de vista proyectos muy potentes a escala internacional: Ámsterdam, Viena o Copenhague no solo usan datos, sino que han definido límites y reglas claras para preservar el bienestar de la ciudadanía. Tecnología con gobernanza. Es aquí donde nos jugamos mucho. Los datos pueden ayudar, pero solo si tenemos claro qué queremos preservar y qué queremos transformar. Si no, acabaremos optimizando lo que no queremos perpetuar.

Los datos pueden ayudar, pero sólo si tenemos claro qué queremos preservar y qué queremos transformar

Chatbots, aglomeraciones y personalización

El uso de la inteligencia artificial también empieza a dejar huella: desde chatbots turísticos en múltiples idiomas hasta sistemas de recomendación personalizada que te proponen una visita menos masificada o que adaptan contenidos culturales a tu perfil.

Por otro lado, hay iniciativas que combinan IA e imágenes en tiempo real para controlar la afluencia en playas o espacios naturales y avisar al usuario de forma predictiva. Además, algunos municipios ya utilizan modelos de simulación urbana para anticipar escenarios climáticos o de impacto turístico y decidir antes de actuar.

En un futuro próximo, veremos asistentes virtuales locales, integrados en dispositivos móviles o gafas de realidad aumentada, que explicarán historias del lugar, orientarán en idiomas diversos y enriquecerán la experiencia… si se hace bien, con sensibilidad cultural y respeto al territorio.

Las ciudades turísticas deben dejar de competir por cantidad y empezar a competir por calidad, autenticidad y sostenibilidad

Convertir una ciudad en más inteligente no significa únicamente ponerle más tecnología. Significa tener una estrategia clara, valiente y adaptativa. Significa saber decir “sí” a iniciativas que generan valor compartido, pero también saber decir “no” cuando el modelo es insostenible o expulsa la vida cotidiana. En definitiva: las ciudades turísticas deben dejar de competir por cantidad y empezar a competir por calidad, autenticidad y sostenibilidad.

En verano, quizás toca caminar más a pie, mirar más arriba y proyectar el futuro de nuestras ciudades. Más concretamente, en nuestro país, el futuro de las ciudades, villas y pueblos muy vinculados a la industria turística. El futuro del turismo, y sus ciudades, será inteligente… o será invivible.