
El verano nos invita a bajar el ritmo y a elevar la mirada. Sin prisas, sin agendas llenas, con tiempo para pensar, revisar y reconectar con lo que nos mueve. O al menos, esta sería mi recomendación. También el liderazgo puede ponerse las chanclas. Y quizás es entonces cuando se vuelve más auténtico.
Hay una especie de sabiduría estival que sólo se revela cuando salimos del despacho —físico y mental— y entramos en un espacio donde las ideas pueden respirar. El liderazgo, a menudo atrapado entre reuniones, presupuestos y decisiones urgentes, encuentra en verano una oportunidad para volver a ser liderazgo con conciencia.
El calendario baja de revoluciones y el pensamiento se libera. En este entorno, es más fácil practicar lo que algunos ya llaman liderazgo slow: liderar desde la pausa, desde la perspectiva, desde la conexión con lo que realmente importa.
No se trata de hacer menos, sino de hacerlo mejor. Con más intención y menos automatismos. La pausa permite ver los sistemas desde fuera, detectar patrones, hacernos preguntas que no nos hacemos habitualmente y tomar decisiones que nos arrastraban por inercia, sin pensar.
Cuando tienes tiempo para escucharte, vuelves a hacerte las preguntas importantes:
- ¿Estoy liderando o sólo gestionando?
- ¿Estoy haciendo crecer a las personas de mi equipo?
- ¿Hacia dónde va realmente mi organización?
- ¿Qué sentido tiene lo que hago?
El verano es una gran oportunidad para reconectar con el porqué lideramos, y no sólo con aquello que hacemos. A veces, hay que alejarse para ver claro. El liderazgo más humano que hemos defendido en otros artículos también implica cuidar el motor que lo impulsa. Un líder agotado puede tomar decisiones, pero difícilmente puede transformar o acompañar y apoyar a los equipos.
La desconexión no es un lujo, sino una responsabilidad. Y el verano puede ser la mejor medicina para recuperar la energía creativa, emocional y estratégica que el liderazgo necesita.
Un estudio de la Universidad de Stanford demostró que caminar aumenta la creatividad hasta un 60%, porque activa mecanismos cerebrales vinculados al pensamiento asociativo y la generación de ideas nuevas.
Además, según investigaciones en neurociencia cognitiva, el estado de "descanso activo" —como el que tenemos cuando leemos, contemplamos o dejamos volar la mente— activa la default mode network (DMN), una red cerebral clave para la introspección, la memoria autobiográfica y la visión estratégica a largo plazo.
En muchas culturas orientales, el tiempo lento y la contemplación son condiciones esenciales para tomar decisiones claras y llenas de sentido. "Cuando el agua se detiene, se vuelve transparente. Cuando el alma descansa, se ilumina."
Muchas buenas ideas nacen a la orilla del mar, en una caminata larga, en una lectura pausada o en una conversación sin prisa. El verano nos regala espacio mental. Y el espacio es condición de la innovación.
Te propongo que, este verano, apuntes ideas sin presión, imagines escenarios, visualices cómo te gustaría liderar el curso que viene. Quizás ahí hay semillas que vale la pena sembrar.
Sí, las chanclas son comodidad. Pero también son una metáfora de un liderazgo más humano, menos encorsetado, más flexible, más presente. Menos jerárquico y más inspirador.
Cuando en septiembre vuelvas a ponerte los zapatos, recuerda qué pensaste cuando ibas con chanclas. Quizás ahí había una pista de hacia dónde quieres ir.