• El círculo vicioso del pequeño comercio

El círculo vicioso del pequeño comercio

Unos comerciantes no solo quieren mantener las aperturas, sino que desean doblarlas; otros, en cambio, defienden que hasta aquí ha durado el experimento

El pequeño comercio ha sufrido un cierre considerable de tiendas | iStock
El pequeño comercio ha sufrido un cierre considerable de tiendas | iStock
Josep-Francesc Valls es uno de los grandes expertos en la clase media | Marc Llibre
Profesor y periodista
30 de Septiembre de 2025 - 05:30

Volvamos a la cuestión de hace cuatro años: abrir o no abrir los domingos los comercios en la zona de gran afluencia turística de Barcelona, el centro amplio de la ciudad. Unos comerciantes lo quieren, los otros se oponen. No sólo hay lugar para los unos y para los otros, sino que los dos modelos pueden convivir y beneficiarse mutuamente.

 

En los últimos cuatro años, el ayuntamiento ha permitido abrir las tiendas el último día de la semana de 12 a 20 horas desde el 15 de mayo al 15 de septiembre. Unos comerciantes no solo quieren mantener las aperturas, sino que desean doblarlas; otros, en cambio, defienden que hasta aquí ha durado el experimento. ¿Por qué los primeros optan por trabajar los domingos? Hay un motivo fundamental: la mayor parte del producto que venden se dirige a los visitantes; de lo contrario, la clientela de los segundos es mayoritariamente autóctona y el séptimo día de la semana está habituada a descansar como el Señor, incluso de comprar.

Se trata de dos tipos de comercios que tienen muchas cosas en común: están puerta por puerta, incluso en muchas calles de los centros turísticos; buscan un público diferente aunque en realidad a menudo coincide; usan las mismas estrategias de atracción comercial; y compiten con los grandes, con el comercio en línea y con las grandes plataformas. Pero aparecen diferencias sustanciales. Mientras los comercios dirigidos al turismo están situados muy cerca de las zonas más turísticas, en el centro histórico, en los monumentos y en los hoteles, los cotidianos se acercan a los barrios; mientras que para los primeros el trabajo fluctúa de forma estacional al ritmo de los flujos de los visitantes, los cotidianos actúan de forma permanente; mientras que los primeros venden más productos de impulso -gastronomía, moda, recuerdos y otros-, los cotidianos se especializan en todo lo que necesitan diariamente los nativos; mientras que los márgenes de los primeros resultan más elevados, los de los segundos ajustan más la relación calidad-precio.

 

A todas estas diferencias se añade otra que tiene mayor trascendencia: los comercios dirigidos al turismo han evolucionado hacia una dimensión de empresa superior y, por lo tanto, han adquirido un volumen de negocio más elevado.

Unos comerciantes no solo quieren mantener las aperturas, sino que desean doblarlas; otros, en cambio, defienden que hasta aquí ha durado el experimento

Los comerciantes abiertos al turismo han descubierto que Barcelona es una ciudad atractiva con baja estacionalidad, y que los visitantes desean comprar cuando les apetece, ya sea martes o domingo, y los fines de semana son una oportunidad de clientela adicional. Este segundo mercado les ayuda a generar economías de escala, seleccionar un portafolio atractivo, estructurar los horarios del personal para poder trabajar mañanas y tardes, y añadirse a la apertura dominical. Diríamos que este viraje estratégico es la clave de la supervivencia. Facturar más, disponer de una mayor estructura, más volumen o puntos de venta hacen posible competir en mejores condiciones sin abandonar los valores que han hecho fuertes históricamente a las pymes comerciales y que tanto aprecian los clientes.

El pequeño comercio de proximidad fallece. Poco a poco. Sin hacer mucho ruido. Se refugia cerca de los mercados municipales o en determinadas zonas clúster de la ciudad, pero está atrapado en un círculo vicioso: como es pequeño, le faltan recursos, capacidad de gestión, tiempo y manos para innovar; los volúmenes de mercancía que maneja no le permiten economías de escala y los precios de venta son forzosamente más caros. En estas condiciones, no puede abrir cada día de la semana ni extender los horarios de trabajo porque le impide conciliar y porque la operación le cuesta más. Eso sí, mantiene una alta fidelidad de sus clientes por el trato y la confianza, pero no puede competir ni en la relación calidad-precio, ni con las campañas de los grandes ni con la fuerza de las plataformas. 

Esta limitación hace muy difícil adquirir músculo y, si no crece, queda atrapada en una escala reducida que cada vez la debilita más. Para competir con los grandes y las plataformas, si no adopta medidas urgentes de crecimiento propio o corporativas de compra, de innovación, de calidad, de comercialización, participando en agrupaciones como las APEU -que no avanzan-, el riesgo es evidente: a corto o medio plazo desaparece. Y sin tiendas de proximidad, el abastecimiento a la población es incompleto, los barrios pierden su identidad y el cierre se convierte en un factor de desarraigo de la población. Todos perdemos mucho.

Los multi horarios de Londres

La City es el distrito financiero de Londres | Canva
La City es el distrito financiero de Londres | Canva

Hace tiempo que en Londres han superado la discusión de si abrir o no los domingos. Cuando se desata en los años noventa la fiebre en Europa del turismo urbano, la capital inglesa se apunta la primera a la nueva ola de clientes, convirtiéndose en la pionera de los multi horarios. Esto le ha permitido mantener potente el pequeño comercio y, adicionalmente, las alianzas entre las distintas tipologías de comercio benefician a todos, clientes y distribuidores. Los grandes almacenes, los centros comerciales y las tiendas de conveniencia extienden sus horarios a lo largo de toda la semana, domingos incluidos. 

Los mercados tradicionales como Camdem, Portobello, Borough, Coven, Brick Lane o cualquiera del centenar de mercadillos abren los fines de semana y cubren las demandas de los visitantes que mayoritariamente aprovechan estos días. Las tiendas de proximidad mantienen horarios más reducidos y no abren el domingo o bien descansan otro día de la semana. Las alianzas entre estos dos últimos grupos de comerciantes son tan estrechas que lejos de restar suman. Se han generado sinergias que favorecen a ambos: por ejemplo, la atracción hacia los clásicos mercadillos acerca clientela a las tiendas cotidianas, lo cual permite que las paraditas se especialicen en oferta de impulso, dado que aquellas proveen de los productos cotidianos.

Entre los 3,3 millones de turistas que venían a Barcelona en el año 2000 y los 15,5 millones del año pasado hemos dejado de ser la ciudad de “la comarca nos visita” para recibir nueve turistas por habitante

Cada ciudad debe encontrar el equilibrio al servicio de sus públicos. Entre los 3,3 millones de turistas que venían a Barcelona en el año 2000 y los 15,5 millones del año pasado hemos dejado de ser la ciudad de “la comarca nos visita” para recibir nueve turistas por habitante. Entonces, en aquel escenario era conveniente mantener unos horarios rígidos. Se trataba de facilitar el desarrollo de aquel modelo de negocio comercial mayoritario que servía adecuadamente a los clientes y permitía la vida familiar de los tenderos y de los trabajadores. Ahora los flujos turísticos urbanos han abierto otro escenario que reclama un nuevo modelo de negocio. No se trata de convertir la ciudad en un parque comercial los fines de semana, pero sí permitir que todo tipo de clientes de la ciudad, nativos y visitantes, compren cuando quieran disfrutar de la ciudad.

Tranquilamente, pueden convivir horarios distintos en una ciudad de múltiples clientelas. Cada comercio selecciona la suya y la satisface en los horarios más convenientes. Tres medidas urgentes. La primera, cortar de raíz la pérdida de competitividad del comercio de proximidad, la parte más débil que conduce inexorablemente al cierre, apoyando la transformación masiva del modelo de los comercios, en lo cual el sector público se implica poco. El fortalecimiento y la dimensión más grande -autónoma o corporativa- se vuelven fundamentales para la mejora de la rentabilidad de los comercios y la apertura de los días más convenientes; de esta manera dispondrán del personal necesario para cubrir las necesidades y facilitarán que los tenderos y trabajadores puedan conciliar tranquilamente adquiriendo mayor bienestar personal y familiar. Está claro que se necesitan disposiciones transitorias que hagan cumplir la normativa laboral en este interín. 

La segunda, depurar la oferta comercial estableciendo criterios de mayor calidad; la clientela del turismo urbano reacciona positivamente a la mejor propuesta si aumenta el valor aunque sea más cara. Y la tercera, adoptar medidas de corrección rápidas que eviten los problemas y los graves problemas de convivencia que generan a los nativos estos flujos comerciales no ordenados; la IA hace maravillas en la predicción de los movimientos de los turistas para evitar las aglomeraciones facilitando de esta manera la aplicación de medidas de movilidad.

El turismo es una oportunidad de redención del pequeño comercio, porque añade un público adicional al cotidiano, y porque le facilita la clave para la transformación del modelo de negocio.