
Hay muchas mujeres y hombres de la cultura que separan claramente el arte que originan del dinero. Creen que de esta manera se mantienen puros; consideran tan sublime su profesión que defienden que este bien tan apreciado no se puede mezclar con los negocios. Por otro lado, las mujeres y los hombres de la economía no terminan de abandonar el tic de tratarla como la hermana pequeña a la que hay que cuidar, reírle las gracias y financiar todos los gastos sin pensar en el retorno; vamos, que entre ellos aún genera desconfianza, más atentos a las desgravaciones de la ley de patrocinio en curso que al ROI real. Son el Yin y el Yang, dejando de lado quién es el masculino y quién el femenino.
Unos y otros se miran estos días con la cifra mágica que acaba de hacer pública la Fundación Cotec: cada euro invertido en la cultura genera 1,75 euros, un guarismo nada despreciable si lo comparamos con la rentabilidad en otros sectores. Por ejemplo, la rentabilidad media de la inversión inmobiliaria en oficinas en España sería del 12,7% según invernomics.com; la del fondo R Fi de Renta 4, del 8%; la de la gran distribución comercial, entre el 2 y el 3%, según Asedas; o la de la logística y transporte, entre el 1 y el 2%, reproduciendo fondos del sector.
En el caso de la cultura, aparte de este considerable efecto multiplicador, se debe añadir una serie de aspectos capitales tanto o más importantes, como: la contribución a la libertad personal y a la capacidad de autoafirmación personal; el impulso de la cohesión social y la convivencia; el fomento de la creatividad y la innovación; la reafirmación de la identidad colectiva; la promoción de la formación en valores; la preservación de la memoria colectiva; el equilibrio de la salud mental; la educación; el bienestar general. Se trata, por tanto, de un capital social que aparte los retornos directos y tangibles, hay que sumar los indirectos, los inducidos y los intangibles.
Invertir en cultura no es solo rentable en términos económicos directos de la proporción 1/1,75, sino que también enriquece a la sociedad en estas múltiples dimensiones. Más aún en estos momentos en los que se están produciendo desplazamientos peligrosos hacia el pensamiento simplista y único que erosiona los cimientos de la democracia; ya sabemos la razón por la cual estos movimientos populistas cargan contra los presupuestos culturales y los pulverizan tan pronto como llegan al poder.
Sospechas
Es posible que este dato ayude a hacer que desaparezcan muchas sospechas entre aquellos que asocian la cultura a un sector subvencionado -aunque la mayoría de los sectores lo estén en mayor o menor cuantía, en un momento u otro de su ciclo de vida- como la industria agroalimentaria, el automóvil eléctrico o la innovación.
El sector cultural y creativo europeo genera el 4% del PIB y ocupa a más gente que las telecomunicaciones o la construcción
La cultura no es solo teatro y poesía o música clásica. Es todo esto, sin duda, pero también reúne la industria editorial, los videojuegos, el sector audiovisual, las artes digitales y de creación multimedia, las músicas diversas, el diseño, la arquitectura, el patrimonio los archivos, los diferentes turismos, los movimientos educativos, el pensamiento crítico, la creación... Eurostat asegura que el sector cultural y creativo europeo genera el 4% del PIB y ocupa a más gente que las telecomunicaciones o la construcción.
Adicionalmente, el estudio de la Fundación Cotec indica que tres de las cinco ramas de actividad del sector cultural en España gozan de salarios superiores a la media; se trata de la programación y emisión de radio y televisión, de la edición, y de la creación artística y espectáculos. No es cuestión de negar la precariedad en bastantes profesionales del sector, pero muchos se ganan bien la vida de forma permanente.
Rentabilidad de las actividades culturales

Si al inicio de los proyectos culturales se requieren a menudo recursos públicos -que para eso están-, una vez superan los primeros pasos, aparte de aportar riqueza al territorio, muchos de ellos se vuelven rentables económicamente hablando. Los efectos directos, indirectos e inducidos a largo plazo van mucho más allá del número de entradas vendidas, de refrescos bebidos o de gadgets adquiridos; lo más importante es el flujo de actividad económica que desarrollan en el entorno, los puestos de trabajos puntuales o fijos creados, las nuevas infraestructuras necesarias y los servicios de turismo, hostelería, transportes, inmobiliario, distribución o públicos que provocan la atracción de nativos y visitantes.
Fijémonos en la cantidad de proyectos culturales tractores de negocio de nuestra casa: Museo Dalí, Museo Picasso, MNAC, Museo de la Ciencia CosmoCaixa, Born Centre de Cultura i Memòria, o MACBA; Montserrat o Món Sant Benet del Bages; Festivales Sound, Sonar, Cruïlla, Temporada Alta de Girona, Cap Roig, Peralada y muchos otros de menor dimensión; decenas de plataformas de cine, como Filmin; centenares de teatros esparcidos por el territorio como el Teatre Lliure, el Grup Focus, o el Teatre Nacional de Catalunya; miles de editoriales y librerías solventes; y decenas de miles de rutas turísticas.
Sector estratégico
Para aprovechar este potencial, más allá de las declaraciones públicas, hay que reconocer la cultura como un sector estratégico, lo cual requiere, primero, que el sector público disponga de políticas efectivas propias en verso las actividades del sector y mayor presupuesto; y, segundo, que la legislación favorezca mucho más la inversión privada. En este sentido, a pesar de las modificaciones de la ley española de patrocinio y mecenazgo y el incremento de los presupuestos públicos, el impulso al apoyo empresarial en favor de la cultura, la ciencia, la actividad deportiva, y la educación no va tan lejos como en otros países.
El marco legal es demasiado rígido fiscalmente poco atrayente. En Francia, por ejemplo, las deducciones fiscales por las donaciones y actividades culturales son del 60%; en el Reino Unido y en Alemania, el patrocinio se puede deducir completamente como el gasto de marketing; y en Estados Unidos, la legislación más laxa, todo lo que una empresa dona sin ánimo de lucro en favor del deporte, la educación, la cultura, el apoyo científico es deducible.
Planteada a largo plazo, esta inversión puede ayudar a recuperar definitivamente la montaña de Montjuïc para los barceloneses y los turistas, y a revivir la “ciudad de los prodigios”
Le daba vueltas al tema el otro día desde lo alto del Palau Nacional después de una extraordinaria visita al MNAC con su presidente Jordi Oliveras i Bagués explicándome la ampliación que ha comenzado y que estará lista para celebrar el centenario de la Exposición Universal de 1929. Los más de cien millones que invertirán los patrones, Generalitat, Ayuntamiento y ministerio de Cultura, permitirán anexionar el Pabellón de Victoria Eugenia, ampliando de esta manera la superficie museística donde se podrán visionar las valiosísimas piezas en depósito y crear nuevos servicios. Si esta inversión se contemplara a corto plazo, alguien podría decir que ya tenemos suficiente de piezas museísticas para visitar; planteada a largo plazo, puede ayudar a recuperar definitivamente la montaña de Montjuïc para los barceloneses y los turistas, y a revivir la “ciudad de los prodigios” que describe Eduardo Mendoza a su novela referente a un siglo atrás.
No se puede seguir tratando la cultura con paternalismo y conmiseración. Con suficientes herramientas para competir y conectar con la sociedad digital, las mujeres y los hombres que la hacen posible no menospreciarán la realidad del negocio y se implicarán más, y el mundo de la empresa dejará de tratarla como algo improductivo.