Quién nos dará de comer (y quién nos lo servirá)

Uno puede amar su profesión y, aún así, acabar quemado y decidir buscar la seguridad de un lugar más aburrido

Los sectores de la alimentación y la hostelería pierden fuerza de trabajo por la carencia de adaptación a las necesidades de los trabajadores| iStock Los sectores de la alimentación y la hostelería pierden fuerza de trabajo por la carencia de adaptación a las necesidades de los trabajadores| iStock

Es la Comunidad Valenciana un vergel de servicios dedicados al ciudadano y al turista: restaurantes, parques temáticos, paseos por lagos, turismo activo… Pero, de un tiempo a esta parte, sufre como muchas otras autonomías el cambio de paradigma mental de muchos trabajadores. Provocado en gran medida, por el hecho de haberse dado cuenta durante la pandemia de que sus condiciones laborales, horarios y relaciones de liderazgo están muy lejos de ser aceptables.

Mi abuelo era agricultor. Sé lo que se planta en la tierra. Lo que cuesta ararla. Lo temprano que hay que levantarse. Conozco los vaivenes de los precios y el no tener apenas días libres. Pero no he vuelto a probar un tomate como los que él me daba los domingos antes de la paella.

Las personas jóvenes no encuentran apenas incentivos para dedicar sus carreras al sector primario

Sin embargo, y pese a la declaración de esta actividad durante la peor fase del COVID como primera necesidad, cada vez existen menos lugares de labranza. Lo que se agrava con el hecho de que las personas jóvenes no encuentran apenas incentivos para dedicar sus carreras al sector primario.

Paralelamente, aun llegando los mejores productos a las mejores mesas, la situación se calca en la hostelería. No hace falta volver a hablar de la falta de camareros, pero sí de lo que encierra este camino que va del campo a la despensa de un restaurante.

Tengo amigos empresarios del sector de la gastronomía. Sé que muchos días 30 no duermen para poder pagar todas las nóminas que tienen a su cargo, pero también que siempre miran cómo crecer y dar trabajo a más personas.

Y, sin embargo, es muy evidente que en un mundo que exige flexibilidad laboral, conciliación y hasta empresarialmente (no aplicable a todos los sectores) jornadas de cuatro días, la situación de estos dos sectores es insostenible.

Uno puede amar su profesión y, aún así, acabar quemado y decidir buscar la seguridad de un lugar más aburrido

Uno puede amar su profesión. Puede haber llegado a ella de manera vocacional. Y aun así, acabar quemado y decidir buscar la seguridad de un lugar más aburrido. Ocurre en el periodismo, cada vez más. Pero, por encima de todo, ocurre en el servicio al cliente en la Comunidad Valenciana.

Pese al esfuerzo de colectivos como La Sala para reivindicar su papel de correa de transmisión desde la cocina a quien se sienta buscando algo especial (y figura última que puede decantar una calificación en Tripadvisor), lo cierto es que ya no estamos en un mundo donde un camarero aprecie trabajar a destajo sirviendo a más mesas de las que puede abarcar. Y eso se refleja, especialmente en las terrazas y locales llenos en verano, en tardanzas, contestaciones alejadas de la cortesía y descontento de la clientela.

Asimismo, quienes hemos vivido en pueblos recibimos inputs diarios sobre que las verduras ya no saben igual que antes. O cómo es posible que una sandía cueste ocho euros, acostumbrados a tirar por tierra el tiempo y el esfuerzo de quienes durante el año trabajan para que podamos comerlas dulces y frescas en estos meses.

El tema del campo es responsabilidad política, por supuesto. Y aunque existen ayudas que han permitido exportaciones y hasta nuevas plantaciones, la realidad es que la pirámide poblacional envejecida se refleja al 200% en este sector, con cada vez menos perfiles jóvenes dispuestos a asumir las condiciones actuales.

Septiembre es un mes clave, porque volveremos a necesitar productos de proximidad para nuestro día a día

Pero en el segundo grupo deben reflexionar los propietarios. Camarena o Begoña Rodrigo han aplicado jornadas de cuatro días, sí. Pero el tejido está formado en su mayoría por bares, con poca gente, poco margen y en algunos casos pagando una parte de los salarios fuera de los cauces habituales.

Septiembre es un mes clave. Porque subirá el paro una vez finalicen las vacaciones. Porque volveremos a necesitar productos de proximidad para nuestro día a día. Y porque muchos de los empleados de la parte alimenticia repensarán de nuevo sus vidas.

Y habrá que ver si, en esta ocasión, hay vuelta atrás. Porque, si miramos los números, la caída de ambos ya es evidente.

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