
Una imagen de Gaudí reimaginado en Marte. Generada por inteligencia artificial a partir de un simple prompt. ¿Quién es el autor? ¿El usuario que lo pidió? ¿El modelo que lo creó? ¿La empresa que lo diseñó? ¿Los artistas cuyas obras alimentaron el sistema? La IA ha democratizado la creatividad, pero también ha borrado los límites de la autoría, la propiedad intelectual y la responsabilidad legal. Y en este nuevo escenario, Europa ha decidido intervenir.
La AI Act: Europa legisla, pero no resuelve
Con la aprobación de la AI Act, la Unión Europea ha dado el paso más firme del mundo en materia de regulación de la inteligencia artificial:
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Desde febrero de 2025 están prohibidos ciertos usos considerados de riesgo inaceptable.
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Desde agosto de 2025, los proveedores de modelos de propósito general deben documentar sus fuentes y garantizar transparencia.
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Entre 2026 y 2027 entrarán en vigor las obligaciones más estrictas para sistemas de alto riesgo (salud, justicia, crédito...).
Pero legislar no significa resolver. La pregunta sobre la autoría continúa sin respuesta clara.
La IA ha democratizado la creatividad, pero también ha borrado los límites de la autoría, la propiedad intelectual y la responsabilidad legal
¿Quién firma la obra?
Cuando alguien pide una imagen como Gaudí en Marte, ¿quién es el autor?
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El usuario que formula el prompt.
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El modelo que recombina patrones aprendidos.
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La empresa propietaria del software.
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Los autores originales de las obras utilizadas en el entrenamiento.
La jurisprudencia internacional comienza a pronunciarse:
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En Suiza, un tribunal dictaminó que solo las personas físicas pueden figurar como inventoras en patentes.
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En EE. UU., se niega el copyright a obras creadas enteramente por IA.
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En China, desde septiembre de 2025, todo contenido sintético debe llevar un etiquetado obligatorio.
La responsabilidad: ¿quién responde?
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Si un chatbot incita a un menor a autolesionarse, ¿la culpa es del usuario, de la empresa o del regulador?
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Si una IA genera un deepfake electoral, ¿responde la plataforma, el partido o el creador de la herramienta?
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Si un sistema de crédito discrimina a minorías, ¿a quién puede demandar la persona afectada?
La AI Act reparte obligaciones según el rol, pero la práctica judicial apenas comienza. En 2025, Anthropic cerró un acuerdo después de demandas por entrenar con libros protegidos por copyright. Mientras tanto, más del 90% de los empleados europeos utilizan Shadow AI sin control corporativo.
Lo que se juega el tejido empresarial
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Hoy ya existen sanciones millonarias en Europa (hasta el 7% de la facturación global).
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Mañana la batalla será por la veracidad y la confianza social, con deepfakes cada vez más sofisticados.
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A medio plazo, el riesgo es una brecha regulatoria global: Europa endurece, China controla, EE. UU. fragmentan.
Para las empresas catalanas y europeas, el reto no es solo adaptarse a Bruselas. Es comprender que la ética no es un accesorio, sino una ventaja competitiva real.
La ética como brújula
La IA no solo plantea un desafío técnico o legal: nos obliga a repensar qué significa ser autor y responsable en la era de los algoritmos. En un mundo saturado de narrativas sintéticas, la ética no es un freno: es la brújula que nos recuerda hacia dónde queremos avanzar. Porque al final, la verdadera disrupción no será tecnológica, sino profundamente humana.