El efecto gluten y las tendencias

Las tendencias nacen espontáneamente o se elaboran de forma intencionada

Las tendencias nacen espontáneamente o se elaboran de forma intencionada | iStock Las tendencias nacen espontáneamente o se elaboran de forma intencionada | iStock

El doctor Abel Mariné, el mejor nutricionista del país y catedrático emérito de la UB, se refirió, el otro día en una charla de la Mesa Retail de la BSM-UPF, a la moda gluten: solamente entre el 1% y el 2% de la población es intolerante a esta prolamina, por lo cual lo tienen que eliminar de su dieta. En cambio, su eco social ha acontecido extraordinario hasta el punto que toda la industria alimentaria ha generalizado sacarla de las dietas e invierte mucho dinero a diferenciar claramente qué productos lo llevan y cuáles no. Es un bien de dios por la pequeña proporción de celiacos, pero la mayoría de la población vive en alerta; efecto gluten. Las tendencias nacen espontáneamente o se elaboran de forma intencionada. Generan adhesiones incondicionales. Arranca una y no sabes nunca donde desemboca, ni su trayectoria, longitud o amplitud.

La desafortunada Margarita Riviere a Lo cursi y el poder de la moda (Espada, 1998) escribe que la moda no se circunscribe a aspectos efímeros, de temporada o a los colores del momento, sino que alcanza la mente, el talante, las emociones, los sentidos y la conducta. En fin, la identidad de la persona y de la sociedad. Se entrelazan de tal manera en todos los campos que los diferentes grupos sociales se acomodan a unos patrones que los acaba estandarizando a base de creerse lo que le dice el gurú de la tribu.

Los psicólogos aplicarían a Catalunya el concepto de 'negativity bias', la tendencia negativa

Hay ruido alrededor del gluten, cómo decía Mariné, pero se reproduce en el veganismo y en el vegetarianismo, en el Ibuprofeno, en la ropa causal, en los coches SUV o en la negación del cambio climático. Aparece un consenso en torno a lo que acabaremos comiendo y los insectos, las medusas, las algas, los cactus, las hojas verdes, las raíces y los brotes se convierten en tema cotidiano. En una sociedad cada vez más laica, unos cuantos se manifiestan contra la convivencia y la democracia rezando el rosario o gritando eslóganes cómo el putodefender.. Se imponen por goleada los pódcast, los vídeos cortos, TikTok y se relegan los textos ponderados. Este otoño triunfará la moda genderless, los neones o flúores, los volúmenes y los volantes, los tejidos vaporosos y transparentes, según 080 Barcelona Fashion, o los jerseys Chunky, los trajes de punto, de cuero o de piel vegana, además de las chaquetas bomber. Sin abandonar el fútbol, cada vez atraen más la Kings League de Gerard Piqué, el kick boxing, el human bowling, el 360 ball o el kinball. Y para variar, cómo en los últimos diez años, fuera de Catalunya se mantiene la fobia anticatalana histórica: todo lo que se relaciona con este rincón del mundo -sensibilidades, propuestas, lengua, fútbol o productos- es reciclado en negativo. Los psicólogos aplicarían a Catalunya el concepto de negativity bias, la tendencia negativa. El flujo de todos estos movimientos y sentimientos a favor o en contra configuran las tendencias con las cuales cohabitamos.

El color del año

¿Por qué ocurren estos estados de ánimo de grupos numerosos de la población? Dos vías de gestación. Por un lado, aparecen espontáneamente consecuencia del miedo -el Cid que ganaba batallas después de muerto y, por lo tanto, este señor era muy valeroso-; del desconocimiento -geocentrismo, frente el heliocentrismo demostrado por Galileo-; de la situación económica -en periodos recesivos se compra más marca propia que de fabricante-; u otros motivos más o menos banales. Por otra banda, los influenciadores, los blogueros, los tiktokers, los instagramers, los coolhunters, los trendhunters, los modelos, los fashionistas, los púlpitos, las tertulias, las televisiones, el cine, los líderes políticos, sociales o deportivos, los diseñadores, los poetas, los gobernantes, los referentes en cada campo generan contenidos en la busca de la adhesión en beneficio propio. Cuándo el otro día el líder ultraderechista español se hizo acompañar por Tucker Carlson, el expresentador estrella de la cadena ultra norteamericana, marcaba tendencia indicando claramente el camino que querría reproducir en España. Cuándo el Instituto Pantone anuncia cuál es el color de cada año -el de este año, la viva magenta, descendente de los rojos, hacia la frontera del 186-, este posicionamiento le permite convertirse en la autoridad mundial de los pigmentos y desarrollar un negocio de asesoramiento a las empresas alrededor de los colores de las webs, de los plásticos, de las pinturas, del interiorismo, de los textiles, de los ordenadores... Su creador, Lawrence Herbert pudo vender la compañía en 2007 por 180 millones de euros. Justo es decir que cada vez las tendencias son menos espontáneas y se generan más bien a consecuencia de los intereses ideológicos o comerciales.

Cualquier caradura con impulso es capaz de tirar una palabra, un producto, una noticia, un peinado, de mostrar una actitud o cualquier otra cosa y exacerbar la manada

Tuve la oportunidad de colaborar con Mirtha Casanova en los años ochenta, en la creación de The Naisbitt Group para identificar las tendencias en España. El trabajo entonces era sencillo: disponer de equipos lectores de los medios españoles; destacar las palabras más reproducidas; ordenarlas por intensidad; y catalogar los intereses de la población según los resultados. Así lo hacía Naisbitt en los Estados Unidos, publicó un best-seller (Megatrends: Ten New Directions Transforming Our Lives, 1982) y pudo vender su empresa por bastantes millones de euros. Hoy en día reconocerlas es coser y cantar cómo entonces, pero determinar el origen y los intereses que las mueven no tanto. Crear tendencias se ha convertido en un negocio jugoso. Las primeras empresas dedicadas al tema nacieron en la segunda década del siglo XX, en Francia; avanzaban los gustos de los consumidores y reducían de este modo los gastos de almacenamiento de la ropa. En los setenta aparecen las grandes agencias intersectoriales y a comienzos del milenio no hay lugar donde no se rastreen los estilos de vida o se acomoden los trendshop.

Cualquier caradura con impulso es capaz de tirar una palabra, un producto, una noticia, un peinado, de mostrar una actitud o cualquier otra cosa y exacerbar la manada. Por ejemplo, lanzar la información que Israel no aplica en Gaza, la doctrina Dahiya y que millones de personas se lo crean. Las redes sociales se han acabado configurando como herramientas para expandir cualquier cosa con muy bajo control de la veracidad. Este es su negocio al cual invitan a cualquier a añadirse a la fiesta. El trending topic es la máxima expresión. Si no se quiere encontrarse alineado con tendencias estrafalarias, incluso sin enterarse, hará falta que desconfíe de todas las fuentes que no pueda verificar; y beber en aquellas que aportan conocimiento, contexto e información rigurosa, lejos del gregarismo.

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