Catalunya afronta el tramo final de 2025 con una economía que desafía la ralentización europea y mantiene un fuerte dinamismo, pero esconde tensiones de fondo. Las últimas previsiones elaboradas por la Cámara de Comercio de Barcelona y AQR-UB sitúan el crecimiento del PIB catalán en un 2,9% para 2025, cinco décimas más de lo que se esperaba a principios de año, y un 2,4% para 2026. Esta revisión positiva se fundamenta en dos motores clave: la inversión y el consumo privado, que han compensado la pérdida de tracción del sector exterior en un contexto internacional cada vez más adverso.
Uno de los fenómenos más destacados de este ciclo expansivo es la fuerte creación de empleo, que se ha convertido en el principal soporte del crecimiento. El mercado laboral catalán registra un aumento sostenido de la afiliación (2% interanual), especialmente en los servicios y la construcción, y la mayor parte de esta nueva ocupación la están cubriendo personas extranjeras.
Esta dinámica migratoria, que responde tanto a la demanda de mano de obra en sectores con déficit estructural como a las buenas perspectivas económicas de Catalunya, ha permitido mantener el ritmo de actividad y dar respuesta a la fuerte demanda interna. No obstante, esta realidad convive con una tasa de paro que se resiste a bajar del 8% (previsión del 8,5% en 2025 y 8,3% en 2026), una de las más altas de Europa occidental, hecho que pone de manifiesto una ineficiencia de nuestro mercado laboral: creación de puestos de trabajo y, al mismo tiempo, dificultades para reducir el paro estructural.
Otro elemento a destacar en la coyuntura económica es que la demanda interna está tomando el relevo a la demanda externa como factor de impulso al crecimiento. Y, dentro de la demanda interna, el consumo público cede terreno en favor del consumo privado y de la inversión. Por un lado, el consumo privado per cápita crece un 2,5% en el primer semestre (frente al 1,1% en el mismo periodo del año anterior), impulsado por el aumento del empleo y la subida de los salarios reales.
La inversión, por otro lado, está repuntando en los últimos trimestres, ya que se ha beneficiado de unos tipos de interés más bajos, la última etapa de fondos europeos NextGenerationEU y unos beneficios empresariales que se mantienen elevados. Esta combinación ha permitido que Catalunya (y el conjunto de España) se desmarque de la debilidad económica que predomina en la UE.
El consumo privado per cápita ha crecido un 2,5% en el primer semestre, frente al 1,1% en el mismo periodo del año anterior
Sin embargo, el contexto internacional introduce riesgos no menores. La subida de los aranceles de Estados Unidos a los productos europeos (del 10% al 15% desde agosto de 2025) y la apreciación del euro (−13% desde enero) han erosionado la competitividad de las exportaciones europeas. A pesar de todo, las exportaciones catalanas de bienes muestran una resiliencia notable —con una variación interanual acumulada de enero a julio del 1,1%, muy superior a la de los países vecinos—, si bien han empezado a desacelerarse, especialmente en sectores como el automóvil.
El turismo, tras alcanzar máximos históricos, ha vivido un punto de inflexión: el número de turistas extranjeros ha caído esta temporada de verano por primera vez desde la pandemia, y el gasto turístico se ha estancado por debajo de los niveles prepandemia a precios constantes.
El turismo, tras alcanzar máximos históricos, ha vivido un punto de inflexión: el número de turistas extranjeros ha caído esta temporada de verano por primera vez desde la pandemia
Finalmente, una característica común de la economía catalana y española son los brotes verdes que empezamos a observar en la evolución de la productividad, que podría ser el resultado del incremento de la inversión productiva observado en los últimos dos años. Sin embargo, la productividad por trabajador está creciendo mucho menos de lo que lo hace la productividad por hora trabajada, en parte debido a la reducción de horas trabajadas por el aumento de las bajas por incapacidad temporal. Este fenómeno, que sitúa a Catalunya y España entre los países europeos con más horas no trabajadas por esta causa, plantea interrogantes sobre la productividad futura.
En síntesis, Catalunya inicia el bienio 2025-2026 con una espiral positiva de consumo-ocupación-población-consumo, pero con riesgos latentes. La consolidación (o no) de la incipiente mejora de la productividad, la falta de ajuste entre oferta y demanda de trabajadoras en sectores clave, el tensionamiento en los servicios públicos por rápido aumento de la población, la falta de oferta de vivienda, así como la persistencia de una tasa de paro elevada, son retos estructurales que requieren políticas valientes y decididas.