Hace diez años que asisto a la Asamblea anual de la pyme, invitado por la Comisión Europea. Un evento donde representantes políticos, de organizaciones empresariales y sociales, emprendedores e innovadores de toda Europa nos reunimos para debatir sobre políticas de impulso para las pequeñas y medianas empresas del continente.
Cada año, los temas de las sesiones se actualizan según las preocupaciones del momento: startups, scaleups, transferencia de negocio (business transfer), early warning, big data, inteligencia artificial, sostenibilidad, financiación alternativa y un largo etcétera.
Pero en la edición de este año, celebrada en Copenhague, ha pasado algo que no había visto nunca. Una sesión que ha despertado mucho interés bajo el título Hacia una cultura de la preparación: capacitar a las pymes para resistir las crisis. Es decir, una jornada sobre cómo las empresas debemos prepararnos ante una eventual guerra o crisis extrema.
Que la Unión Europea (UE) plantee este debate en un foro empresarial ya es, de por sí, una señal de los tiempos.
En los últimos años hemos sufrido acontecimientos como la guerra de Ucrania, la covid, las danesas o el apagón eléctrico que han situado el concepto del preparacionismo y de la resiliencia y la gestión de crisis en la agenda europea. También les diré que la percepción de riesgo de guerra o conflicto no es la misma en los países del sur de Europa que en países como Finlandia, Polonia, Estonia, Suecia o Dinamarca. Allí, hay un estado de opinión mucho más alarmista por motivos evidentes de proximidad con el conflicto ruso y con episodios como las incursiones de sus drones en espacios aéreos europeos.
En los países del norte de Europa existe un estado de opinión mucho más alarmista por motivos evidentes de proximidad con el conflicto ruso
Y hay que recordar que, debido a la interdependencia de nuestras economías, una fatalidad en un país europeo puede tener consecuencias inmediatas en todo el continente. Además, hay catástrofes como las ambientales que no entienden de fronteras.
Es en este contexto que Europa está avanzando con una estrategia de "preparedness" con una concepción de whole-of-society (toda la sociedad) y de “total defense” (defensa total). Podéis consultar, por ejemplo, la Estrategia de Preparación de la UE: preparación para responder a las crisis, presentada este 2025 por la Comisión Europea y que bebe directamente del informe del 2024 que le encargaron a Niinistö, el expresidente de Finlandia, y que lleva por nombre Más seguros juntos: fortalecer la preparación y la disponibilidad civil y militar de Europa.
Las pequeñas y medianas empresas, como columna vertebral de la economía europea, juegan también un papel crucial en esta estrategia de preparación.
Entidades como la cúpula patronal de pymes europea, SME United, reclaman que las pymes jueguen un rol más importante en el ámbito de la defensa
Por un lado, entidades como la cúpula patronal de pymes europea, SME United, reclaman que las pymes jueguen un rol más importante en el ámbito de la defensa, reduciendo, por ejemplo, las dificultades que tienen para acceder a procesos complejos de contratación pública, dada su reducida dimensión y la fragmentación de los mercados de defensa.
Por otro lado, SME United pide también que se desplieguen programas de mejora de las capacidades de las empresas en ámbitos como la ciberseguridad o la autosuficiencia energética. Además, destaca que las pymes son actores clave para generar cadenas de suministros resilientes en el suministro de bienes y servicios críticos como los alimentos, la energía, la salud y la comunicación.
Las cadenas locales y regionales pueden ser más resistentes a las interrupciones globales, de forma que contribuyan a la seguridad de suministro en situaciones de crisis. Aun así, se pueden ver afectadas por la dependencia de materias primas y componentes que provienen de cadenas globales, lo que refuerza el argumento de avanzar hacia una estrategia de soberanía industrial europea y a escala regional.
¿Qué se recomienda en Europa?
Más allá de las reclamaciones políticas que podamos hacer para mejorar las capacidades de nuestras empresas, deberíamos prestar más atención a qué podemos hacer nosotros para prepararnos para una eventual catástrofe.
Algunas de las recomendaciones obtenidas de la sesión de Copenhague son:
En primer lugar, las empresas deben revisar sus propias cadenas de suministro. Las pymes a menudo tienen menos poder de negociación en comparación con las empresas grandes, lo que puede hacerlas más vulnerables ante shocks externos, fluctuaciones de precios, etc. Por este motivo, se recomienda a las empresas que diversifiquen y fortalezcan sus cadenas de suministro, registrándose, por ejemplo, en la Plataforma de Resiliencia de la Cadena de Suministro impulsada por Enterprise Europe Network (EEN).

Es crucial también asegurar la resistencia digital. Es casi imposible evitar que un ataque voluntario externo tumbe nuestra infraestructura digital, así que debemos prepararnos, no solo para evitar el daño de los ataques, sino también con lo que se conoce como recovery plans, es decir, la capacidad de volver a la normalidad. Y no es lo mismo tres días que tres meses
En las empresas industriales, es clave también avanzar hacia la autosuficiencia energética, con soluciones de autoconsumo y almacenamiento, principalmente de origen renovable.
Además, se recomienda diversificar los canales de comunicación, invertir en formación para las personas clave de la empresa, contratar servicios especializados externos que ayuden a diagnosticar las debilidades y propuestas de mejora, o estudiar casos de empresas similares que hayan sufrido circunstancias catastróficas en otros países y aprender de sus errores y aciertos.
Finalmente, también fortalecer las redes locales y las iniciativas de colaboración publicoprivada, y aquí creo que organizaciones empresariales como Cecot (y otras) jugamos un papel troncal ante una excepcionalidad, tal como se demostró durante la pandemia de la covid.
Maria Alipatova, empresaria ucraniana, explicó cómo reconvertir su propio negocio para operar, ahora, en un contexto de guerra
Sin ánimo de ser alarmista, tenemos evidencias cercanas de que se puede producir una situación de shock excepcional que altere el funcionamiento de nuestra normalidad. Y, en boca de uno de los ponentes de Copenhague, “cuando el pánico llega, es difícil gestionar las cosas racionalmente. Es por eso que la preparación es importante. Prepararse es competitividad”.
Como muestra, el testimonio de la ucraniana Mariia Alipatova, fundadora de la ingeniería Tova Industries y ganadora en 2023 de la competición de jóvenes emprendedores que celebramos en la Asamblea de la pyme. Alipatova, conectándose desde Kiev, nos explicó cómo reconvirtió su negocio para operar, ahora, en un contexto de guerra. ¿Estaba preparada? No. Y, sin embargo, su capacidad de respuesta ha sido clave para la supervivencia de su empresa.
Europa ha abierto el debate. La preparación ya forma parte de la competitividad del siglo XXI.