La madeja Cambó (II): el gran salto patrimonial

Roger Vinton expone cómo Cambó aumentó sustancialmente su patrimonio con dos negocios: CHADE y 'La Canadenca'

Sede de 'La Canadiense', una de las empresas que supuso el salto patrimonial de Francesc Cambó Sede de 'La Canadiense', una de las empresas que supuso el salto patrimonial de Francesc Cambó

A pesar de que los historiadores han tropezado con cierto velo de opacidad, todo parece indicar que el gran salto patrimonial de Francesc Cambó se produce con la operación CHADE, una compleja trama societaria con infinidad de protagonistas y que conviene explicar de pe a pa porque forma parte de pleno derecho de la historia económica del país. Todo ello empieza con la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial y con las condiciones impuestas a los germánicos en virtud del Tratado de Versalles. La posibilidad real de perder todos los activos empresariales obligó a los gestores alemanes a mover pieza a gran velocidad. La solución que aplicaron en muchos casos consistió en simular ventas de los grupos industriales a corporaciones de otros países, manteniéndose ocultos detrás los propietarios originales. Un país que resultaba muy útil para estas prácticas era España, por su neutralidad durante el conflicto bélico y, por lo tanto, un territorio que no estaba bajo la influencia de los aliados vencedores de la guerra.

En el caso que nos ocupa, la empresa a proteger era la CATE (Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad), que era titular de la concesión de la distribución eléctrica en la capital argentina desde 1907 y que había conseguido un contrato por 50 años, es decir, hasta el 1957. El propietario de la CATE era el gigante alemán de la electricidad AEG, dirigido por el influyente Walther Rathenau (1867-1922). El primer paso de la maniobra para ocultar la titularidad alemana de la empresa fue la adquisición de la CATE por parte de una firma belga llamada Sofina, que en realidad siempre había tenido detrás a la firma alemana AEG y que mantenía la sede en Bélgica simplemente por razones de carácter fiscal. De hecho, más que una empresa, Sofina era una sociedad de cartera que canalizaba las inversiones alemanas hacia el sector del transporte a nivel internacional. Para dar todavía más sensación de que se cumplía con aquello establecido en el Tratado de Versalles, Sofina rebautizó la CATE como CHADE (Compañía Hispano Americana de Electricidad), y situó la sede social en España. Quien movía los hilos de toda esta estrategia era el incombustible CEO de Sofina, el ingeniero norteamericano Dannie Heineman (1872-1962), que dirigió los destinos de la firma belga durante casi cinco décadas.

Como la nueva CHADE tendría la sede en España, el siguiente paso fue buscar a personas de confianza que asumieran los principales papeles de la empresa, y es aquí donde entran Francesc Cambó y algunas otras personas de su círculo más cercano. El todopoderoso Heineman había conocido a Cambó de la época en que la firma belga tenía la concesión de los tranvías de Barcelona, entre 1907 y 1913, y tenía buena opinión, de forma que decidió contar con él para la gestión de la electricidad argentina. Como en otros muchos casos, la sede formal de la empresa se situó en Madrid, pero el verdadero centro neurálgico era la Via Laietana de Barcelona, precisamente en la Casa Cambó.

Més info: La madeja Cambó (I): Los largos tentáculos de un personaje capital

El día clave fue el 20 de febrero de 1920, cuando en la sede del Deutsche Bank de Berlín se firmó el convenio de creación de la CHADE, en virtud del cual los activos de la CATE pasaban a ser -cuanto menos desde un punto de vista teórico- de titularidad española gracias a una inversión mancomunada de toda una serie de bancos españoles. La fecha marca un punto de inflexión en la vida de Cambó y también representa un gran alivio para el gran capital alemán -representado el día de la firma por el magnate Arthur Salomonsohn, del Diskonto Gesellschaft- que veía cómo habían conseguido salvar sus activos de las zarpas de los aliados.

La creación de la CHADE (Compañía Hispano Americana de Electricidad) marca un punto de inflexión en la vida de Cambó y un alivio para el gran capital alemán

Los principales compradores "teóricos" de la firma fueron un pool de bancos catalanes, vascos y madrileños, además del propio Cambó, y de su amigo Joan Ventosa Calvell, a quien ya conocemos de la primera parte de este artículo. Pero entre los titulares de la compañía también figuraban una constelación de firmas de toda Europa, donde había la banca suiza -probable tapadera de los capitales alemanes-, firmas británicas y alemanas, y la ya mencionada Sofina. En el consejo de administración encontramos un buen puñado de catalanes que trabajaban conjuntamente con el tándem Cambó-Ventosa. En primer lugar, destacaba Claudi López Bru, marqués de Comillas (1853-1925), ejerciendo de presidente. El cargo de vicepresidente había quedado reservado a Cambó. Como vocales había Gonçal Arnús Pallós, amigo y socio de Cambó, y propietario de la Banca Arnús-Garí; los hermanos Jordi y Josep Garí Gimeno (1886-1965), también titulares de la entidad financiera catalana; y como secretario, Miquel Vidal Guardiola (1887-1961), abogado cercano a la Lliga Regionalista. Sin ser catalán, pero con vinculaciones con el país había Mariano de Foronda, hombre de confianza de Danni Heineman, que dirigía los tranvías de Barcelona. Su rol en el consejo consistía en defender los intereses de Sofina. En 1925, con la muerte de Claudi López, se produjo una reestructuración en virtud de la cual Cambó pasó a ser presidente y Heineman ocupó la vicepresidencia que este dejaba libre.

A partir de aquí, la historia de la CHADE es el relato de un expolio continuado a los argentinos durante muchas décadas, gracias a unas tarifas hinchadas de manera exagerada, unos servicios muy pobres y, sobre todo, grandes capas de corrupción que implicaban de pleno a los políticos locales. No hay que profundizar sobre la actividad de la compañía en las décadas siguientes porque es un tema bastante documentado y quien lo desee podrá encontrar información abundante.

El cambio de manos de La Canadenca

En paralelo al asunto de la CHADE, pero a este lado del Atlántico, en Barcelona se produjo un hecho trascendente como es que la histórica Barcelona Traction, Light & Power, o sea, La Canadenca, cambiaba de manos. Esta compañía eléctrica, de la que todo el mundo ha oído hablar ni que sea por la huelga de 1919 que sirvió de empujón a la jornada laboral de ocho horas, tenía tanto los centros de trabajo como los de producción en Catalunya, pero la sede social en Toronto y es por eso que la gente usaba aquel gentilicio como denominación coloquial. El vínculo de la empresa con Canadá era nulo, pero la legislación de allí daba muchas facilidades para constituir estos tipos de empresas que requerían una gran inversión inicial. Sin entrar en detalles, podemos resumirlo con que se permitía funcionar con muy poco capital desembolsado y, en cambio, emitir una gran cantidad de deuda. Un esquema extremadamente palanqueado, muy propio del capitalismo salvaje del primer tercio del siglo XX.

Al poco de adquirir la Barcelona Traction, la sociedad belga Sidro se incorporó al holding Sofina, de forma que Cambó consolidaba sus tentáculos sobre la codiciada compañía eléctrica 'La Canadenca'

Como decíamos, la Barcelona Traction cambió, aparentemente, de manos para pasar a ser propiedad de la sociedad belga Sidro, un vehículo inversor de los banqueros Alfred Loewenstein y James Dunn, entre otros, y que tenía una relación muy estrechada con la ya conocida Sofina. La transacción se llevó a cabo en 1923, y resultó un cambio relativo, dado que algunos de los hombres que había detrás de Sidro habían participado en la fundación de la compañía eléctrica y por lo tanto eran los principales accionistas. La importancia de la nueva estructura es que a partir de aquel momento la mayor parte de las acciones de La Canadenca estarían agrupadas en una única sociedad, y no dispersas en muchas manos. Al poco de adquirir la Barcelona Traction, Sidro se incorporó al holding Sofina, de forma que Heineman y Cambó consolidaban sus tentáculos sobre la codiciada compañía eléctrica catalana.

Vale la pena hacer una parada en Loewenstein, porque fue uno de los hombres más ricos e influyentes del mundo en su momento. El magnate Alfred Loewenstein (1877-1928) era un ciudadano belga de sangre alemana que heredó de su padre el talento por la banca. De muy joven, se inició en la banca de inversión, que es aquel segmento del negocio que se dedica a buscar financiación para grandes proyectos. Precisamente, unos de los emprendedores a quienes ayudó fueron Frederick Pearson (1861-1915) y Carles Emili Montañès Criquillion (1877-1974) en su intento para constituir la Barcelona Traction. Fruto de esta actividad de banquero, en los años 20 Loewestein se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo.

La historia de Loewenstein dio un giro inesperado poco después, justo el 4 de julio de 1928, cuando sobrevolaba el Canal de la Mancha a bordo de su avión privado. Sin que se hayan aclarado las causas, abrió la puerta que daba al exterior del aparato y cayó al vacío. Una historia que parece salida de las páginas de la novelista Agatha Christie -muy de moda en aquella época- y que todavía hoy se mantiene sin solución. Accidente, asesinato o suicidio; todas las hipótesis permanecen abiertas. Incluso algunos autores se han aventurado a especular con una posible muerte simulada para alejarse de unos negocios que, según algunas fuentes, se atansaban peligrosamente a la quiebra.

Cambó como ministro de Hacienda intentó aumentar la recaudación fiscal por el consumo del tabaco, hecho que supuso un enfrentamiento con Joan March, que, a cambio, le quitaría 'La Canadenca'

Pasarían los años, pero un fantasma del pasado se interpondría en la carrera triunfal de Cambó en el mundo de los negocios. Cuando en 1921 el ampurdanés fue nombrado ministro de Hacienda del gobierno español, su primera medida fue intentar aumentar la recaudación fiscal por el consumo de tabaco, que mayoritariamente estaba en manos de contrabandistas. Esto supuso el primer enfrentamiento entre Cambó y Joan March Ordinas (1880-1962), gran cabecilla del contrabando de tabaco. El mallorquín no olvidaría nunca la injerencia de Cambó en sus negocios.

Este fantasma del pasado reaparecería después de la Guerra, porque durante la década de los años 40 se comenzaría un proceso que ha pasado a la historia del derecho y las finanzas: el asalto a la Barcelona Traction por parte de Joan March y sus hombres, entre ellos el habilidoso Carles Montañès, que había sido el verdadero impulsor del proyecto y que, progresivamente, había ido quedando apartado de la firma. La Barcelona Traction arrastraba un largo historial de reestructuraciones de deuda causadas por la incapacidad de pagar los intereses acordados a las obligaciones emitidas, pero lo que se produjo a partir de 1939 -relacionado también con la dificultad de disponer de divisas después de la Guerra Civil- traería cola. Quien vio la oportunidad fue Montañès, y este recurrió a March para proponerle un plan.

El primer paso fue acumular tantas obligaciones como fuera posible -compradas a un precio muy rebajado atendida la situación de la compañía- para después presentarse ante la justicia y reclamar la declaración de quiebra de la firma por impago de la deuda. El juzgado escogido para interponer la demanda no fue casual: March y sus hombres tenían una relación muy cercana con el juez de Reus, que es donde se presentó la solicitud de quiebra, y este la aceptó sin problemas. Cuando Heineman se enteró de la maniobra -poco antes de la declaración de quiebra- contactó con su fiel Cambó, para mirar de constituir un frente y defenderse del ataque del mallorquín, pero aquel le dijo que si March se había propuesto hacerse con el control de La Canadenca, no valía la pena intentar defenderse. O sea, lanzaba la toalla. Con la pérdida de La Canadenca, Cambó perdía una de las joyas de su corona. Poco después, en 1947, moriría en Buenos Aires en las circunstancias que explicamos a comienzos de este relato. Si antes, relatando los avatares de la CHADE, hemos comentado que existen numerosos trabajos históricos que hablan de ella, ahora, refiriéndonos a la quiebra de La Canadenca podemos asegurar que la cantidad de publicaciones es todavía mucho más abundante, de forma que quien tenga curiosidad para averiguar los detalles, encontrará mucha información.

Sobre la CHADE y, en general, sobre los negocios de Cambó hay bastante obra publicada. Son muy recomendables los libros de Borja de Riquer y Francesc Cabana, así como las investigaciones de Bartomeu Mestre sobre su muerte.

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