Glovo o diferentes maneras de perder dinero (reminiscencias del año 2000)

La toma de control del unicornio catalán por parte de Delivery Hero plantea dudas sobre el modelo de negocio y su valor para la sociedad

Un 'rider' de Glovo durante el confinamiento a Barcelona. | Cedida Un 'rider' de Glovo durante el confinamiento a Barcelona. | Cedida

El pasado viernes, a las once y cuarto de la noche, es muy probable que la mayoría de catalanes estuvieran haciendo el enésimo recuento de uvas para asegurarse de que todo estaría a punto para recibir el nuevo año sin trabas, o bien dedicándose a deglutir el penúltimo trozo de turrón para ensanchar algo más la base de su glucemia o, por qué no, raspando una copa más de cava mientras se miraban algún especial de televisión con fragmentos de canciones cargadas de nostalgia. Pero, en todo caso, lo que es seguro es que muy poca gente debía de estar pendiente de la actualidad empresarial y financiera del momento. Y es por este motivo que no fue hasta el día siguiente por la mañana, fiesta de boca pastosa y desorientación general, que el público se enteró de una operación corporativa de gran relevancia: la toma de control de Glovo por parte de su máximo accionista, la alemana Delivery Hero.

Hasta ahora, la compañía compradora era titular de algo más del 40% del capital de la firma catalana y ahora ha adquirido un paquete casi equivalente, para totalizar un 80%. La mayor parte del 20% restante está en manos de varios fondos de inversión. Según el comunicado de los alemanes, el precio pactado para la compra (unos 780 millones de euros) implica que valoran Glovo en 2.300 millones. Hay que recordar que esta startup siempre ha hecho bandera de ser la primera del país en ser considerada un unicornio, es decir, en valer 1.000 millones de euros. Al parecer, ahora ya ha más que duplicado aquella valoración.

Glovo siempre ha hecho bandera de ser la primera del país en ser considerada un unicornio, es decir, en valer 1.000 millones de euros

Eso sí, la transacción, en realidad, se ha llevado a cabo con papelitos, porque los accionistas de Glovo no recibirán dinero fresco por sus acciones, sino que serán pagados con acciones de la compañía compradora. A estas alturas no sabemos en absoluto qué paquete concreto de acciones comprará Delivery Hero y, por lo tanto, desconocemos quién se ha hecho virtualmente rico en la transacción. Tampoco sabemos si estos accionistas nuevos de trinca de la compañía alemana -y ex-accionistas de Glovo- podrán vender sus títulos a bolsa de manera inmediata o si hay algún pacto de mantenimiento de la inversión por un tiempo determinado.

Los quienes y los porqués

Pero, ¿quién es Delivery Hero? Como apuntábamos, es una empresa alemana que se dedica al reparto de comida a domicilio. Nacieron en 2011 y desde entonces no han dejado crecer, llegando a una facturación próxima a los 6.000 millones de euros, pero también con unas abundantes pérdidas cada año más elevadas. En 2017 salieron a bolsa, con una oferta pública que recaudó casi 1.000 millones de euros. Desde entonces han llegado a multiplicar la cotización por cinco, aunque en los últimos meses parece que el precio de las acciones empieza a deshincharse, con una caída del 30% entre noviembre y diciembre del año pasado. Su máximo accionista es la compañía sudafricana de internet Naspers, que atesora el 27% del capital. Por detrás está la firma de inversión escocesa Baillie Gifford, con un 9%, mientras que el resto son un contingente de fondo de inversión que acumulan entre el 2% y 3,5% del capital cada cual.

La presencia de la empresa de las mochilas amarillas en los medios de comunicación es muy frecuente, de forma que es suficientemente conocida entre el público general, pero, aún así, a los profanos de los negocios digitales probablemente les cueste entender la imagen de startup que ha vendido siempre la firma, teniendo en cuenta que su negocio vendría a ser una fusión entre los repartidores de pizzas, los mensajeros de toda la vida y los rickshaw de China, con internet por el medio. En otras palabras, no parece que aporten nada de nuevo al mundo del comercio ni tampoco a la economía en general. Que la piedra angular de Glovo sea pagar poco a los trabajadores y que estos no puedan ser considerados empleados, sino autónomos, puede dar cierta idea de debilidad del modelo de negocio.

Que la piedra angular de Glovo sea pagar poco a los trabajadores y que estos no puedan ser considerados empleados puede dar cierta idea de debilidad del modelo de negocio

A pesar de las reticencias que se pueden tener ante la naturaleza del negocio glovístico, si ponemos por delante como único criterio la generación de beneficios, podríamos pensar que la empresa tiene una gran capacidad de generar regreso, atendida la copiosa transacción que se acaba de realizar. Pero lo cierto es que esto tampoco es así, porque hasta ahora Glovo es una máquina de quemar dinero, proporcionando pérdidas voluminosas a sus accionistas de manera sistemática (solo en los últimos tres años, la firma ha perdido 328 millones de euros). Entonces, ¿por qué este interés tan desmesurado para adquirirla? Aquí entramos en un terreno delicado, donde confluyen varios intereses cruzados, de los que hablaremos algo más adelante, pero lo cierto es que no es fácil entender que proyectos como el de Glovo puedan llegar a competir por financiación con startups que sí que aportan valor a la sociedad, como pueden ser las del ámbito biomédico o de tecnología punta. En cierto modo, la situación actual recuerda -y de aquí el título del artículo- el que se vivió con la burbuja puntocom que estalló el marzo del 2000.

El verbo pivotar se usa mucho en el universo startup y se interpreta -con sesgo muy positivo- como modificar sobre la marcha y de manera radical el objetivo inicial del negocio, o sea, el que en el lenguaje del mundo real vendría a ser no saber a donde vas, pero a la vez tener la voluntad de aprovechar que, por alguna razón, tienes acceso a capital dispuesto a financiar tus aventuras. De hecho, y por emplear el vocabulario startapista, Glovo ya ha pivotado una vez, porque si repasamos sus propósitos iniciales, la razón de ser la compañía era tejer una red de gente dispuesta a hacer favores o encargos a otras personas o, como decían ellos mismos, "comprar un cargador, entregar un sobre o llevar un menú de McDonalds". En otras palabras, ofrecían "servicios de mensajería basados en la economía colaborativa" a partir de conectar usuarios que tenían una necesidad con otros dispuestos a hacerlos el servicio a cambio de un dinero.

Genealogía empresarial

En los últimos tiempos algunos medios han posado la lupa sobre los fundadores de Glovo y, en concreto, sobre sus respectivas familias. Justo es decir que Óscar Pierre Miquel responde en buena parte al perfil local de fundador de startups, que tiene como rasgo básico provenir de familia adinerada y con margen para experimentar en diferentes inversiones hasta acertarla, si es que esto llega alguna vez. Su tío abuelo era Ramon Miquel Ballart (fallecido mientras escribimos estas líneas, a los 95 años) propietario durante muchos años del conglomerado Miquel Alimentació Grup, que agrupaba varias cadenas de supermercados (Zero y Suma , entre otros) y de un hipermercado mayorista (Gros Mercat). También fue fundador de Banca Catalana y estuvo igualmente vinculado a la Cambra de Comerç, a la Fira de Barcelona y la Unió Esportiva Figueres. El 2015, cuando la empresa familiar ya facturaba por encima de los 1.000 millones de euros gracias a sus 500 supermercados y 63 establecimientos de Gros  Mercat, Ramon Miquel traspasó el negocio a la compañía china Bright Food por 110 millones de euros.

No es fácil entender que proyectos como el de Glovo puedan llegar a competir por financiación con startups que sí que aportan valor a la sociedad

Pero la fortuna de Óscar Pierre también viene por rama paterna, porque los Pierre han tenido industria textil (en este caso no de algodón, como es habitual al país, sino de lana) desde el siglo XIX hasta los años setenta del siglo XX. Además, algunas ramas de los Pierre están emparentadas con los Trias de Bes, eminentes representantes de la burguesía tradicional, y con los Martí (propietarios de la empresa de transporte de viajeros Moventis, que incluye la histórica línea Sarfa de la Costa Brava). Por su parte, el otro fundador de Glovo, Sacha Michaud, está casado con una miembro de la familia Martorell-Oliveras de la Riva, muy conocidos a la sociedad barcelonesa y con vínculos profundos con el RCD Espanyol (quien más quien menos recordará al expresidente del club blanquiazul Ferran Martorell o al promotor de Ibiza y blogger Carlos Martorell).

Volviendo a la compra de la empresa catalana por parte de Delivery Hero, hay que recordar que hace no mucho tiempo explicamos el caso Zooplus en uno de los artículos de esta sección. Hablábamos del precio exorbitante que un par de fondo de inversión estaban dispuestos a pagar para adquirir una plataforma de venta por internet de alimentación para mascotas, con un multiplicador superior a 50 ebitdas. La gran cantidad de dinero en manos de fondo de inversión y la falta de alternativas de inversión en los activos sin riesgo (recordamos que hace años que estamos con tipos de interés alrededor de cero) provoca que las empresas que generan caja sean extremadamente valiosas. Los accionistas de Glovo se han beneficiado de esto, pero también de un par de factores más de carácter particular, como es la carrera enloquecida en determinados sectores en busca de una situación tan poco capitalista como es el monopolio o, si no está, el oligopolio. Es decir, firmas como Delivery Hero son plenamente conscientes que si algún día su negocio consigue ser rentable, será a partir de eliminar toda o casi toda la competencia existente, porque se trata de un sector que admite muy pocos jugadores. A esto se une que parece que muchos de los promotores locales de startups tienen como objetivo principal vender la empresa, mucho por encima de ser empresarios de verdad.

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