
El sector del vino vive tiempos difíciles. Según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), en 2024 la producción y el consumo han tenido niveles mínimos históricos por el efecto combinado del cambio climático, del momento económico y las nuevas tendencias de consumo. A escala mundial, la superficie de viñedo ha caído un 0,6 % hasta 7,1 millones de hectáreas, cuarto año consecutivo de descenso. La producción ha bajado a 225,8 millones de hectolitros (-4,8 %), el nivel más bajo en más de 60 años, y el consumo se ha reducido hasta 214,2 millones (-3,3 %). En comercio exterior, el volumen exportado (99,8 millones de hectolitros) se ha mantenido estable, pero un 5% por debajo de la media quinquenal; en cambio, el valor ha alcanzado los 35.900 millones de euros, con un precio medio récord de 3,60 €/litro.
El Estado español, según la Federación Española del Vino (FEV), es el principal productor mundial, aunque en valor económico va por detrás de Francia e Italia. España cuenta con más de 913.695 hectáreas de viñedo plantado (datos de 2023) y una producción anual que supera los 32 millones de hectolitros.
Un sector muy relevante en Catalunya
Según Prodeca, el sector del vino en 2024 ha alcanzado un volumen de ventas de cerca de 1.200 millones de euros anuales en Catalunya, siendo el cuarto subsector de la industria agroalimentaria. Tiene una estructura potente con más de 750 empresas embotelladoras y 8.500 productores de vino. El sector, en Catalunya, representa un 20% del total del Estado español. Es un motor económico y cultural profundamente arraigado en el territorio, y con presencia en muchos municipios
La mayor parte del vino catalán tiene una denominación de origen. Las actuales son Alella, Catalunya, Conca de Barberà, Costers del Segre, Empordà, Montsant, Penedès, Pla de Bages, Priorat, Tarragona y Terra Alta, y también la DO Cava. Por otro lado, en 2018 se constituyó Corpinnat, una marca colectiva que reúne a una quincena de bodegas del Penedès que siguen un modelo de elaboración con estándares de calidad elevados, basado en la proximidad, viñas propias, cultivo ecológico, vendimia manual y crianza prolongada.
El sector del vino ha alcanzado un volumen de ventas de cerca de 1.200 millones de euros anuales en Catalunya en 2024, siendo el cuarto subsector de la industria agroalimentaria
Un sector formado, mayoritariamente, por pymes. Según el Registro Mercantil, en Catalunya, un total de 358 empresas del sector depositaron las cuentas correspondientes al ejercicio 2023 y el 81% son microempresas. Las 10 empresas con más facturación son Freixenet, Codorniu, Miguel Torres, Segura Viudas, Masia Vallformosa, Juvé i Camps, Caves Hill, Castell d’Or, Pere Ventura y Josep Masachs.
Finanzas solventes, pero con márgenes a la baja
En los últimos años, la rentabilidad de las empresas del sector ha tendido a la baja tanto en las empresas grandes y medianas como en las pequeñas. De hecho, la rentabilidad obtenida es muy inferior a la del conjunto de las empresas de todos los sectores, que en 2023 ha sido alrededor del 5%.
Costes al alza
El sector del vino ha sufrido presión por el aumento de costes —especialmente, materias primas, energía y envases— y por la volatilidad de la demanda, lo que ha reducido la capacidad de generación de beneficios. Como se comprueba en la siguiente tabla, de cada 100 euros de venta, el beneficio es de unos dos euros.
Estructura financiera sólida
La estructura de balance muestra un patrimonio muy capitalizado, con un patrimonio neto que supera el 50% del total del balance. Hay que tener en cuenta que son empresas que deben realizar fuertes inversiones en stocks, que a menudo deben estar fuera tiempo en la bodega. Por ello, es importante que cuenten con un buen nivel de patrimonio neto y también de disponible (tesorería) para hacer frente a los pagos.
Baja rentabilidad
Es un sector con un nivel bajo de rentabilidad sobre el patrimonio neto, entre un 2% y un 3%. Los indicadores de productividad y eficiencia muestran una ventaja en volumen para las empresas grandes y medianas, con ventas y beneficios por trabajador claramente superiores.
Fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades
El sector del vino presenta como fortalezas la riqueza y diversidad territorial con múltiples denominaciones de origen reconocidas, una producción muy diversificada y de alta calidad, una notable visibilidad internacional con capacidad de exportación resiliente, una buena estructura comercial y una valorización creciente de los precios medios en los mercados internacionales.
Sin embargo, arrastra debilidades como la caída sostenida de la producción —con niveles mínimos de producción y consumo en décadas—, la disminución de la superficie de viñedo productivo y una elevada vulnerabilidad a los cambios de hábitos de consumo y al incremento de costes.
Entre las principales amenazas destacan los cambios de hábitos de consumo, la subida de los aranceles, los cambios en la política agraria común (PAC), el relevo generacional en muchas explotaciones y la pérdida de valor de los viñedos. Otra gran amenaza es el cambio climático, que cada vez afecta más a la producción. Como recuerda Miquel A. Torres: “Cuando empezamos la apuesta por la sostenibilidad, el escepticismo era una barrera importante. Muchas personas que negaban la existencia misma del cambio climático. A medida que la concienciación ha crecido, el reto ha evolucionado y ahora debemos centrarnos en acelerar la acción climática con medidas reales y tangibles”.
Entre las principales amenazas destacan los cambios de hábitos de consumo, la subida de los aranceles, los cambios en la PAC, el relevo generacional y la pérdida de valor de los viñedos
Pero también se abren grandes oportunidades vinculadas al aumento de la demanda de vinos artesanales, orgánicos y prémium, la innovación en métodos biodinámicos, el vino sin alcohol, la necesidad de revalorizar marcas locales y diversificar canales de mercado, así como el potencial de reforzar la colaboración entre empresas, cooperativas y más colaboración público-privada. Otra gran tendencia de futuro es ofrecer nuevas experiencias enoturísticas que hagan valer el vino como fenómeno cultural y social, mediante museos, rutas de bodegas, visitas guiadas y estancias gastronómicas que conecten el producto con el territorio y su historia.
A pesar de los retos que afronta, el sector del vino catalán y mundial mantiene raíces profundas y una capacidad de innovación que le permite mirar hacia adelante con optimismo. El futuro implica cultivar no solo la viña, sino también el talento, la colaboración y la creatividad, abriendo nuevos mercados, ofreciendo experiencias únicas y adaptándose con determinación a un entorno cambiante. Como dice Lluís Roig: “El futuro del vino exige modernizar el modelo con compromiso e ilusión para garantizar dignidad, calidad y territorio”.
La historia del vino siempre ha sido una historia de resiliencia, y ahora es un buen momento para escribir un nuevo capítulo.