Más ricos, más pobres

Vivimos en el momento con mayores desigualdades de los últimos 30 años: el 10 % de la población más rica gana 9,6 veces más que el 10 % más pobre

 La brecha entre pobres y ricos se ha ensanchado en los últimos años | iStock La brecha entre pobres y ricos se ha ensanchado en los últimos años | iStock

Mientras celebramos la mejora de las ratios económicas y se aclara el inmediato venidero, los pobres existen y, el peor de todo es que su número crece. Catalunya tiene una población en riesgo de pobreza del 14,8%, muy parecida a la media de la UE, frente al 21,7% de todo el Estado (INE, 2022). A pesar de esto, los últimos datos de la Cruz Roja hacen estremecer: la pobreza extrema ha crecido un 31%. Estamos hablando de casi 600.000 personas atendidas por la organización humanitaria, un tercio de las cuales necesitan la ayuda para cubrir las necesidades básicas de ellas y de sus familias. A esta cifra hay que añadir los pobres moderados, que también aumentan. Avanzamos en dos líneas: la de aquellos que, gracias a la cierta bonanza actual, progresarán más o menos; y la de los que no están invitados.

La penuria ha sido un motivo recurrente de inspiración. Pensamos en algunas óperas y en bastantes pinturas. Incluso, la música ligera se ha referido. Mencionar, por ejemplo, aquella canción, Che sarà, de Jimmy Fontana y Franco Migliacci, cantada por José Feliciano y el grupo Ricchi e Poveri, al festival de San Remo de 1971: "Gli amici miei son quasi tutti via,/ e gli altri partiranno dopo me,/ peccato perché stavo bene/ in loro compagnia/ ma tutto passa tutto se ne va". Puro neorrealismo italiano, ahora hace cincuenta años. Y, cómo no, la literatura: "La felicidad no existe; solo algunos momentos de luz", dice Tamara Djermanovic, profesora de lenguas eslavas, en el epílogo de Las Noches Blancas de Dostoievski (UPF, 2021). Según la profesora de la Pompeu Fabra, este es el ambiente de desamparo sereno que exudan los personajes de la novela por las calles de Sant Petersburg. Alma rusa del siglo XIX.

Catalunya tiene una población en riesgo de pobreza del 14,8%, muy parecida a la media de la UE

El género humano ha vivido la mayor parte de la historia en estado de desvalimiento, de máxima precariedad. Los recolectores y cazadores del paleolítico buscaban desesperadamente comer, alimentos y refugio en un estado de penuria perpetua. Los labradores y ganaderos sedentarios del neolítico cultivaban la tierra y cuidaban los animales de sol a sol, buscando un nivel de supervivencia que difícilmente lograban. Aquellos niveles de fragilidad perviven hasta final del siglo XVIII, cuando arranca la revolución industrial. Desde entonces hasta ahora, gracias a las diferentes revoluciones tecnológicas y al ritmo de productividad creciente, los países han asentado mejores o peores estados del bienestar para sus poblaciones.

En Occidente y en el norte han sabido aprovechar mejor que en Oriente las herramientas del progreso, generando riqueza, puestos de trabajo y condiciones de vida confortables para una parte mayoritaria de la población. En todas las civilizaciones anteriores a la revolución industrial aparecen castas muy nutridas, que viven en mejores condiciones que la mayoría de la población: los reyes y señores feudales, los militares, el clero, las pequeñas burguesías emergentes a caballo de la agricultura y el comercio, los prestamistas y algunos letraheridos tocados por la varilla mágica. Es riqueza de poder, de conquista, de cuna, fruto de líos, argucias o artificios; o es riqueza ganada gracias al trabajo duro y honesto.

En cualquier caso, antes de la revolución burguesa, estos privilegiados en suficientes trabajos llegaban al 1% del global. A partir de la era industrial, todo cambió: a principios de 1900, el 10% de la población mundial vivía con una cierta dignidad, y en el 2022, según datos del Banco Mundial, logran este nivel de vida el 46% de la población mundial.

La escala de Penrose

A mitad del siglo pasado, los matemáticos Penrose, padre e hijo, crearon el cuadrilátero que lleva su nombre, en el cual no se distingue si los escalones que componen las paredes suben o bajan; aun así, se genera una ilusión óptica de escala infinita o imposible. Es una cuestión de perspectiva. Lo mismo le pasa a la pobreza y a la riqueza. El último informe del Banco Mundial, de septiembre pasado, confirma que de cerca unos 300 millones de personas viven en desvalimiento total en el mundo; esta cantidad equivale a las poblaciones de España, Francia, Gran Bretaña y Alemania. Pero junto a estos pobres extremos, que no llegan a los 2,15 dólares al día para sobrevivir -según el último reajuste de los recursos mínimos que se requieren para vivir, realizado por el Banco Mundial- hasta en los grupos privilegiados, aparecen diferentes categorías de pobres. Justo por encima del nivel de subsistencia, encontramos: 1) Los diversos grupos de personas que componen el colectivo de la pobreza moderada; no llegan a los 30 dólares diarios, es decir, que cuando empiezan el mes, saben que lo acabarán mal. 2) Los mileuristas de los 1.080 euros mensuales, aferrados al salario mínimo (español). Y 3) El grupo heterogéneo de autónomos, empresarios pequeños de comercios, bares y restaurantes, ganaderos, labradores, obreros y otros, que se encuentran en esta mitad de la población española que, según el CIS, ingresa mensualmente menos de 1.608 euros brutos.

Aproximadamente unos 300 millones de personas viven en desvalimiento total en el mundo; esta cantidad equivale a las poblaciones de España, Francia, Gran Bretaña y Alemania

Hemos analizado las diferencias entre los ingresos mensuales brutos de los españoles. En las mesas del INE, se observa que hay dos tramos que ganan por debajo de los 1.000 euros; seis, que ingresan entre 1.000 y 2.500 y equivalen al 60% de la población; y dos tramos más, que ganan por encima de 2.500 euros. Comparando estos datos con 2007, antes de la primera gran crisis del milenio, por ejemplo, se constata que los pobres extremos se empobrecen cada vez que adviene una crisis; que se amplían las zonas más bajas en la franja de las clases medianas; y que los que tienen mayores ingresos aprovechan cualquier oportunidad para prosperar más. La brecha entre pobres y ricos se ensancha. Vivimos en el punto más alto de los últimos 30 años: el 10% más rico gana 9,6 veces más que el 10% más pobre (Desigualdad de ingresos. La brecha entre ricos y pobres, Brian Keeley, Esenciales OCDE, 2018).

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En las arcadias felices y en las utopías, sus autores más destacados, Platón, Seneca, Petrarca, Schiller, o los utópicos Fournier, Saint-Simon u Owen, plantean sociedades igualitarias en las cuales todos disfrutan de las mismas oportunidades que dan acceso a todo el mundo a los mínimos vitales. Los conservadores y liberales todavía sostienen que beneficiando la generación de riqueza se mejorarán automáticamente las condiciones de la mayoría de la gente; por lo cual, no hay que preocuparse de ellos. Por su parte, las socialdemocracias han conseguido el estado del bienestar para las clases medianas y la reducción de la pobreza extrema, sin impedir que los ricos se enriquezcan más, a base de acompañar a los dos primeros grupos en los momentos más duros de las crisis.

Los utópicos creen en sociedades sin ricos ni pobres donde el papel del estado sea motor de la igualdad. Avanzamos hacia este estado de cosas. Pero, para que haya riqueza y los estados la puedan repartir, hace falta que los empresarios y los emprendedores inviertan y arriesguen. Si esto les implica un acceso a la riqueza, no los coartemos.

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