Milei: octubre, a vida o muerte

En Argentina, el consumo agoniza, la industria enmudece, las estadísticas se derrumban, las empresas cierran puertas y el desempleo crece

El presidente de Argentina, Javier Milei, en un acto con VOX en Madrid | EP
El presidente de Argentina, Javier Milei, en un acto con VOX en Madrid | EP
Joan Queralt
Periodista y escritor
28 de Septiembre de 2025 - 05:30
Act. 29 de Septiembre de 2025 - 4:18

Dinamitados los manuales de las reglas y procedimientos democráticos, y los libros de la corrección política, todo se vuelve secreto, arbitrario, imprevisible. Los presupuestos oficiales, ambiguos; los acuerdos, clandestinos; el paradero de las reservas de oro del Estado, desconocido. Para, finalmente, obviar la Constitución y trasladarla al trastero de la historia.

 

Ese es el paisaje argentino que mira la llegada de octubre y el crucial comicio legislativo del día 26.

El consumo agoniza, la industria se silencia, las estadísticas se derrumban, las empresas cierran sus puertas, el desempleo crece

El plan económico, fallido desde hace meses, enloquece entre la tozudez del relato oficial y la obstinación de la realidad, entre el caminar errático, acelerado, a vida o muerte, de la macroeconomía, y una micro de cementerio. El consumo agoniza, la industria se silencia, las estadísticas se derrumban, las empresas cierran sus puertas, el desempleo crece.

 

El socorro del prestamista

El presidente Milei, acompañado de su hermana y su equipo de sepultureros económicos acude al prestamista sin alma en busca de fondos para -literal- llegar a fin de mes, a ese 26 de octubre que decidirá el inminente futuro del país. Y allí le aguardan el bruñido Trump, Scott Bessent, el jefe y guardián del Tesoro, el ariete Marcos Rubio, secretario de Estado, y Kristalina Georgieva, la muñidora de limosnas e indulgencias para los vasallos fieles del emperador. Con su pliego de condiciones inconfesables y su motosierra real, made in USA, para trocear territorios, recursos, los últimos pedazos de soberanía de una Argentina desalojada de sus antiguos e inmensos latifundios.

Una Argentina que se proyecta cada día más como un escenario grotesco y desventurado, poblado por personajes de Grosz sobre un fondo de suburbios marginales y depresión humana como el Londres de Charles Dickens. Poder y riqueza como la de Puerto Madero o el exclusivísimo barrio de Nordelta, exclusión y marginalidad como la de Villa 21-24, o la zona Santiago del Estero–La Banda, en el interior del país. Sin términos medios, sin coexistencias posibles. Con fronteras cerradas y vigiladas.

En Buenos Aires, Rosario, el Chaco, en Río Negro, de norte a sur, sobrevuelan aires y cenizas que parecen proceder de esa historia de exilios que construyó en sucesivas olas la nación argentina: la demencia aberrante de Munich y Berlín, las vacías promesas a los desheredados de Europa, las violencias callejeras de sus calles y plazas, el hambre, la inminencia del desastre. Como entonces, los pesos, la moneda, se cuenta por billones, mientras la deuda crece, monstruosa y asfixiante, y una niebla enfermiza se apodera de los días que conducen a ese octubre imprevisible. Temido por unos y otros por razones opuestas.

Ofendido por el cese de los aplausos y las adulaciones, el gobierno de Milei se retrae ante la amenaza de los supuestos enemigos y en defensa de su idea de la libertad y del mundo, de su concepto del bien y del futuro. Solo contra todos, o apenas con el apoyo de otras agraviadas furias como la suya: los Estados Unidos de Trump y el Israel de Netanyahu.

El gobierno de Milei se retrae ante la amenaza de los supuestos enemigos y en defensa de su idea de la libertad y del mundo, de su concepto del bien y del futuro

Todo parece incomodar al Mesías y a sus apóstoles: la crítica, el leve despertar de la oposición, la misma existencia de sus víctimas y su desesperación, las leyes y los derechos, el sonrojo del Congreso, la propia democracia. Todo aviva y renueva su ira contra la vida ajena u opuesta a las cosmovisiones del mercado, su odio al otro. Y todo, todo, ha de ser sacrificado ante el glorioso altar de la divinidad que conduce al país hacia un destino que solo él conoce.

Ese, y ningún otro, es el paisaje argentino que mira la llegada de octubre y el crucial comicio legislativo del día 26.

Un préstamo envenenado

Lo ha suscrito Javier Milei en sus reuniones de Nova York, y lo ha firmado el Tesoro de los Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) con la irascible bendición de Donald Trump: habrá dinero -20.000 millones de dólares- para salvar al único aliado latinoamericano de la ultraderecha global solo si Milei gana las elecciones legislativas de octubre, si se suben las retenciones a la soja argentina, si se frenan las obras de las represas del sur, si se termina con la asistencia financiera china y con su presencia en el país, y si el gobierno liberal libertario, en contra de sus propias sañas, es capaz de articular acuerdos políticos con otros partidos. 

Un pliego de condiciones, en parte secreto por pedido expreso del ministro de Economía argentino, Totó Caputo, que incluye otras exigencias del FMI, como una nueva y próxima devaluación, y que cerró, horas después del encuentro de Milei con Trump, Scott Bessent, con un explícito mensaje en la red social X: “”la Administración Trump mantiene un firme apoyo a los aliados de Estados Unidos, y el presidente Trump ha otorgado al presidente Milei un respaldo excepcional a un funcionario extranjero, demostrando su confianza en los planes económicos de su gobierno y la importancia estratégica geopolítica de la relación entre Estados Unidos y Argentina”. Con una sentencia final que no deja lugar a dudas: “inmediatamente después de las elecciones, comenzaremos a trabajar con el gobierno argentino en el pago de sus principales deudas”.

Un rescate condicionado a un resultado electoral positivo. A vida o muerte

En otras palabras, un salvataje condicionado a un resultado electoral positivo. A vida o muerte. El presidente que asegura haber visto tres veces la resurrección de Cristo y contó haber conocido a su perro Conan 2.000 años atrás en el Coliseo romano, cuando Conan ejercía de león y él, Milei, de gladiador, quedará, en caso de ser derrotado, como sus antiguos colegas, los gladiadores del Coliseo: a merced del gesto con el que los dueños de la Argentina y sus socios extranjeros sancionarán su destino. El pulgar hacia arriba o extendido supondrá su muerte política, escondido o comprimido, el pulgar alargará por un tiempo su mandato, ahora bajo la atenta y directa gestión de la Administración Trump y su brazo económico, el FMI. Con el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, como nuevo ministro de Economía argentino en la práctica.

La cita decisiva, el 26 de octubre.

¿El último show de Milei?

El president argentí, Javier Milei | Europa Press
El president argentí, Javier Milei | Europa Press

Antes, fiel a sí mismo, recluido en su propio personaje y en su singular sentido de la realidad, con 47 millones de argentinos expectantes ante su incierto destino, Milei tiene previsto brindar el próximo 6 de octubre un recital en el Movistar Arena de Buenos Aires con motivo de la presentación de su libro La construcción de un milagro. Un show musical con canciones elegidas por su “mensaje político” que interpretará en la previa a la presentación de su nueva obra.

Que acaso sea su concierto de despedida.

En un anticipado y esperanzado adiós, Jimena, una docente argentina, refiriéndose al rescate desesperado de Milei en Nova York, escribe en el muro digital: “Chau Argentina. […] La entrega de Milei no es un gesto de valentía ni de sacrificio, es el remate de un país como si fuera un garaje de ofertas. Se va regalando soberanía, hipotecando futuro y poniendo en subasta la dignidad de millones. No hay épica, solo la tristeza de ver a un presidente que confunde patria con saldo en dólares y libertad con servidumbre. Decir chau Argentina es aceptar que nos regalan como repuesto usado al mejor postor. Y de eso se trata.”