El negocio de las castañas en un otoño tropical

Las licencias de las paradas, la meteorología y los robos de castañas por grupos organizados, los ingredientes de la celebración de este año

El negocio de las castañas en un otoño tropical | iStock El negocio de las castañas en un otoño tropical | iStock

Mientras que los países anglosajones celebran Halloween el 31 de octubre, Catalunya tiene su propia fiesta popular: la Castañada. Familias, amigos y parejas se reúnen para comer castañas, panellets, boniatos, frutas en conserva y para beber moscatel. Una celebración que se ha convertido en un negocio que implica conseguir licencias para vender, depender de la meteorología y luchar contra los robos de castañas por grupos cada vez más organizados que en 20 minutos se pueden llevar 30 kilos de castañas. Una Castañada cada vez más terrorífica.

Para quienes lo desconozcan, los orígenes de la Castañada se remontan a los rituales que se llevaban a cabo el día previo a Todos los Santos, conocido como Día de los Muertos o de los Difuntos. Muchos "campaneros" debían trabajar durante la noche anterior tocando las campanas de las iglesias para advertir a los vecinos del pueblo de la hora de ruego por los difuntos. Acababan muy agotados y por eso comían castañas y bebían vino dulce.

La figura de la castañera

Con el paso de los años surgió la figura de las "castañeras". Vendedoras ambulantes de castañas, habitualmente mujeres de cierta edad, vestidas de campesinas y con un pañuelo en la cabeza. Aunque la figura de las castañeras es cosa del pasado o son reproducidas en la Fira de la Castanya de Viladrau, en contextos escolares o relacionados con el teatro, los lugares de venta de castañas y boniatos inundan cada otoño las ciudades y pueblos de Catalunya. Antes "celebraban la llegada del frío" y, en cambio, hoy queda a destiempo: bienvenido otoño “tropical”.

Los días anteriores y posteriores a esta celebración los encargados de vender castañas lo hacen en las calles de las poblaciones y las asan. Lo común es comerlas "quemadas", aunque también se pueden devorar crudas o hervidas.

La licencia de ser castañera

Este año, el Ayuntamiento de Barcelona ha coincidido licencia a 43 paradas de castañas y boniatos en la ciudad. La cifra se queda a las puertas del récord que se registró el pasado año, con 46. La estadística se recoge desde el 2013 y muestra la tendencia al alza de los últimos años, que se mantiene esta temporada. Aunque para muchos barceloneses "cada vez es más complicado encontrar paradas en la calle". Algunos confiesan que antes "podía haber más de 10 en el barrio de Sant Antoni". Actualmente, los comerciantes pueden operar en la vía pública desde octubre hasta marzo. Y, por tanto, el producto se puede desestacionalizar.

Més info: Piñones, los reyes de los panellets y la castañada

Sin embargo, desde principios de octubre que los productores de castaña de Viladrau -pueblo por excelencia del producto- prevén una de las mejores temporadas de los últimos años. Remarcan que las lluvias de finales de verano han hecho que la calidad de la castaña de Viladrau sea "excelente". Por lo que respecta al precio, el responsable del Centro de Manipulación de la Castaña de Viladrau, Joaquim Soler, asegura que se ha mantenido el de la castaña fresca, que oscila entre los 5 y los 7 euros el kilo. Lo que sí ha subido es el precio de los productos elaborados con castañas por el incremento del coste de la energía.

Robos de castañas

Sí, se roban castañas. Desde principios de octubre Viladrau ha restringido caminos para regular la masificación de visitantes y evitar robos de castaña de grupos organizados. Noemi Bastias, alcaldesa de Viladrau, recuerda que el problema no son las familias con cesta sino las bandas organizadas. Este otoño ya han realizado una veintena de comisos con castañas hurtadas por parte de grupos que van con sacos grandes para robar el máximo número de kilos y después venderlas.

Ha subido el precio de los productos elaborados con castañas por el incremento del coste de la energía, pero no el de la castaña fresca

"Son grupos de hasta diez personas que vienen con furgonetas, van muy preparados y vienen a hurtar a las propiedades privadas y, posteriormente, las venden", apunta Bastias. "Son profesionales y en poco más de veinte minutos se pueden llevar hasta 30 kilos de castañas".

Por último, los otros furtivos que se han convertido en un "verdadero problema" son los jabalíes. Hasta el punto de que los productores han decidido cambiar el sistema de producción y pasar a cosechar la castaña por la tarde para evitar que, por la noche, cuando el jabalí sale a comer, haya más en el suelo.

El otoño tropical

Diferentes paradistas han explicado a VIA Empresa que este año es complicado vender por culpa de las altas temperaturas. "Me muero de calor mientras coco las castañas. Y, además, esta temporada nos está yendo bastante mal por el calor excesivo que nos está haciendo". Y el apunte final: "Algunos barceloneses me dicen que prefieren comerse un helado de castaña".

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