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La partida cuántica: El Reino Unido juega a la defensa, Catalunya al ataque

En Londres y en Washington, la computación cuántica no es solo un horizonte de innovación; es una cuestión de soberanía y riesgo sistémico

Des de 2014, Londres ha liderado este listado | iStock
Des de 2014, Londres ha liderado este listado | iStock
Xavier Solano | VIA Empresa
Politólogo
21 de Septiembre de 2025 - 05:30

Imaginemos un ordenador clásico como una biblioteca donde, para encontrar un dato, tenemos que leer cada libro uno por uno. Un ordenador cuántico, en cambio, podría leerlos todos simultáneamente. Esta capacidad extraordinaria no proviene de ser más rápido, sino de funcionar con unas reglas de juego completamente nuevas: las de la física cuántica. Esta propiedad le permite explorar un volumen masivo de posibilidades de golpe, abriendo la puerta a resolver problemas hoy inalcanzables, desde el diseño de nuevos fármacos hasta la creación de códigos indescifrables.

 

Es clave, además, no confundir la computación cuántica con la inteligencia artificial. No son rivales, sino aliados estratégicos con funciones diferentes. Si la IA es un cerebro digital que aprende de los datos para tomar decisiones y reconocer patrones, la computación cuántica es un motor de cálculo de una potencia descomunal para problemas muy específicos. Su combinación es donde reside el verdadero salto revolucionario: la IA podrá diseñar modelos de aprendizaje mucho más complejos, y la cuántica le ofrecerá la fuerza bruta para entrenarlos a una velocidad impensable. Pensemos en la optimización de carteras financieras en tiempo real o en el descubrimiento de materiales revolucionarios. La IA planteará las preguntas estratégicas; la cuántica explorará billones de respuestas al instante. Esta alianza definirá la próxima generación de ventajas competitivas.

El Reino Unido asegura los frenos

Mientras que en Catalunya, y el resto de la UE, celebramos, con razón, el nacimiento de un prometedor ecosistema de computación cuántica, en el Reino Unido y en los Estados Unidos, la conversación es otra. No hablan solo de la oportunidad, sino también de la amenaza. Con un pragmatismo casi militar, la Oficina Nacional de Ciberseguridad (NCSC) ha puesto fecha de caducidad a la seguridad digital tal como la conocemos: antes de 2030, las infraestructuras críticas del país deberán estar blindadas contra ataques cuánticos. El motivo es simple y demoledor: un ordenador cuántico potente podría pulverizar en minutos la criptografía que hoy protege desde secretos bancarios hasta patentes industriales. En Londres y en Washington, la computación cuántica no es solo un horizonte de innovación; es una cuestión de soberanía y riesgo sistémico.

 

En Londres y en Washington, la computación cuántica no es solo un horizonte de innovación; es una cuestión de soberanía y riesgo sistémico

Esta urgencia no es un ejercicio teórico. La estrategia británica ya despliega protocolos de seguridad postcuántica en sectores clave como la banca o las telecomunicaciones. Para entender su preocupación, solo hay que observar la fragilidad actual. Los miles de ciberataques que sufren entidades públicas y privadas en el Reino Unido y en todo el mundo, con daños millonarios, no son perpetrados por ordenadores cuánticos, pero sí que exponen la vulnerabilidad de unas infraestructuras digitales que pronto se enfrentarán a una amenaza exponencialmente superior. El Reino Unido ha entendido que, antes de acelerar, hay que asegurar los frenos.

Catalunya y Europa: la soberanía del conocimiento

Para su expansión en Cataluña, Punto Health ha contado con el apoyo de Acció | iStock
Tanto Catalunya como la Unión Europea han enfocado la carrera cuántica desde el otro lado del tablero: el liderazgo científico y el desarrollo industrial | iStock

Mientras tanto, en nuestra casa, la perspectiva es diferente. Tanto Catalunya como la Unión Europea han enfocado la carrera cuántica desde el otro lado del tablero: el liderazgo científico y el desarrollo industrial. Proyectos como el Quantum Flagship europeo o el impulso de un ecosistema catalán con jugadores de primer nivel como Qilimanjaro u otros con un papel clave en Catalunya como Multiverse Computing son una excelente noticia. La apuesta por un "Valle de la Cuántica", con inversiones significativas, busca posicionarnos en el mapa de la optimización logística, la simulación de materiales o las finanzas avanzadas.

Pero esta diferencia de enfoque esconde un riesgo estratégico. Mientras que el Reino Unido prioriza la resiliencia criptográfica (la defensa), Europa y Catalunya apuestan por la creación de tecnología (el ataque). Son dos caras de la misma moneda, pero el orden de los factores altera el producto. ¿De qué servirá diseñar los algoritmos más avanzados si no podemos proteger el ecosistema público y privado que nos permite funcionar? La ciberseguridad, aunque presente en el discurso catalán, no ocupa la centralidad urgente que se le otorga en Londres. Y esta divergencia puede dejar nuestro tejido económico peligrosamente expuesto.

El doble reto para Catalunya

Catalunya necesita con urgencia una hoja de ruta propia de seguridad cuántica, alineada con Europa, que vaya más allá de la investigación. Esto no va solo de proteger a la administración; va de blindar la confianza en todo el sistema económico.

En el tablero global que dibuja la revolución cuántica, los territorios que entiendan que la ciberseguridad no es una carga presupuestaria, sino la condición previa para la innovación, serán los que escribirán las reglas del juego.

Catalunya necesita con urgencia una hoja de ruta propia de seguridad cuántica, alineada con Europa, que vaya más allá de la investigación

Catalunya ya ha dicho sí a la cuántica, y lo ha hecho con talento, con investigación y con empresas que operan en mercados competitivos. ¿Pero estamos dispuestos a construir, en paralelo, nuestro escudo de resiliencia? Porque en este escenario de competencia híbrida, donde la información puede ser descifrada en segundos, la espada más afilada servirá de poco si no va acompañada de un blindaje que la proteja. La fortaleza no es solo saber hacer, sino saber proteger lo que hacemos, nuestros datos empresariales, nuestros sistemas financieros y nuestra infraestructura pública y evitar así que queden a merced de quien controle esta tecnología.