
En un contexto mundial marcado por la implantación masiva de la inteligencia artificial, la volatilidad geopolítica y la educación superior —tanto la universitaria como la formación profesional de nivel superior— se configura como una palanca central de resiliencia individual y competitividad colectiva. No es solo una mejor opción: los datos muestran retornos económicos, mejores tasas de inserción y un claro interés del mercado y de los fondos de inversión que han convertido la educación en activo estratégico, avalado por diferentes informes de la OECD.
Las evidencias internacionales y nacionales así lo corroboran, indicando que finalizar estudios superiores continúa traduciéndose en mayores ingresos y más protección frente al paro. El informe Education at a Glance recoge que la prima salarial por tener un título superior es significativa en la mayoría de los países OECD. En España, la diferencia entre personas con, y sin educación superior es muy relevante en términos de salario y estabilidad laboral.
Igualmente, en nuestro país, datos recientes muestran que la población joven (25-34 años) con titulación superior está por encima de la media OCDE, hecho que refuerza la importancia de esta etapa educativa como garantía de empleabilidad y movilidad profesional.
Además, la IA acelera la automatización de tareas rutinarias, creando demanda de habilidades complejas: pensamiento crítico, resolución de problemas, aprendizaje de datos y adaptabilidad. Esto hace que la formación superior —y especialmente programas orientados a competencias digitales y transversales— aumente el valor relativo de los titulados en el mercado laboral. Las economías que amplían el acceso a la educación superior reducen la exposición de sus trabajadores al desempleo y mejoran su competitividad.
Las economías que amplían el acceso a la educación superior reducen la exposición de sus trabajadores al desempleo y mejoran su competitividad
Otro dato que nos puede ayudar a entender la importancia estratégica de la educación superior es fijarse en los movimientos de los inversores. Por ejemplo, la actividad de private equity y los movimientos M&A en el sector: una operación reciente de gran importancia fue la adquisición de una posición mayoritaria en Universidad Europea por parte de EQT, valorando el grupo en más de 2.000 millones de euros (incluida deuda), lo cual evidencia que los fondos ven en la educación superior como una plataforma escalable y resiliente. Este tipo de operaciones configuran un mercado donde la inversión privada juega un papel, a veces complementando o reforzando la acción pública.
Además, el mercado edtech (tecnología educativa) europeo ha vivido fluctuaciones recientes. Tras el pico de los años anteriores, recientemente se moderó, pero los fondos siguen apostando por rondas de inversión sustanciales y consolidaciones, una prueba de que el sector se está seleccionando y profesionalizando. Esta dinámica es importante para justificar por qué la universidad y las plataformas de upskilling son atractivas para inversores que buscan rentabilidad e impacto.
Por otro lado, el esfuerzo público en educación se ha incrementado en los últimos años en España, con aumentos presupuestarios que reflejan una apuesta por la formación como elemento central de la recuperación y la competitividad. Este aumento de gasto sostiene, por ejemplo, importantes partidas en programas de FP, becas y proyectos de internacionalización, y actúa como palanca para favorecer la demanda y la calidad de los programas.
A pesar de las oportunidades, desde mi perspectiva existen riesgos que hay que gestionar:
- Desigualdades de acceso: la reproducción intergeneracional sigue condicionando oportunidades. Políticas de acceso y becas son cruciales.
- Oferta y calidad: la expansión privada debe ir acompañada de indicadores de calidad y acreditación.
- Adaptación curricular: incorporar IA, datos, aprendizaje continuo, y competencias transversales en todos los niveles.
- Modelo financiero: diversificar ingresos para reducir vulnerabilidad ante los profundos cambios del entorno.
Si me lo permitís, en el contexto del que estamos hablando y desde la experiencia en diferentes posiciones en el mundo de la educación superior, alguna recomendación rápida (para universidades, empresas y decisores).
Para universidades y centros:
- Priorizar programas modulares y certificaciones de upskilling rápidas.
- Crear alianzas con empresas para proyectos reales y cofinanciación.
Para empresas e inversores:
- Mirar más allá del edtech consumer y apostar por plataformas de upskilling (mejora de habilidades) corporativo y partners académicos.
- Considerar adquisiciones selectivas que aporten acceso a talento, clientes y capacidad tecnológica (modelos híbridos campus en línea).
Para administraciones públicas:
- Mantener, focalizar y, si es posible, aumentar la inversión en educación superior, y foco especial en FP superior y programas de upskilling.
- Mejorar la recogida de indicadores de inserción y calidad para orientar políticas.
La educación superior es, hoy, una estrategia de seguro personal y una palanca de estrategia económica para países y empresas. Los datos de inserción, los diferenciales salariales y el interés ostensible de los inversores confirman que invertir en talento y en instituciones de educación de alta calidad tiene retornos tangibles. Es necesario, eso sí, que la política educativa y las organizaciones se adapten rápidamente a la nueva realidad tecnológica y a las necesidades del mercado.