• Economía
  • ¿Qué hacemos con el turismo en Barcelona?

¿Qué hacemos con el turismo en Barcelona?

La solución debe englobar un modelo de ciudad que establezca un pacto entre la actividad productiva y no especulativa con la ciudad y sus habitantes

El hotel Arts y la torre Mapfre, situados en la Villa Olímpica de Barcelona | iStock
El hotel Arts y la torre Mapfre, situados en la Villa Olímpica de Barcelona | iStock
Enric Llarch | VIA Empresa
Economista
18 de Noviembre de 2025 - 04:55

Había vendido 20 millones de ejemplares de su primer disco –cuando todavía se vendían discos– y sacó una canción titulada Roof of the world. La cantante británica Dido explica que está en la cima del mundo. Que no sabe cómo ha subido. Y que no sabe cómo bajar. Igual que Barcelona con el turismo. Está en lo más alto y ahora no sabe cómo bajar.

 

Primeros intentos para limitar los efectos negativos del éxito turístico

No es que no sepa cómo ha llegado a convertirse en uno de los destinos más deseados de Europa y del mundo. Al amparo de las transformaciones y de la promoción olímpica, tomó un impulso, entonces inimaginable, con el apoyo de un ente mixto entre el Ayuntamiento y el sector: Turisme de Barcelona. Un ente de promoción, no de gestión del turismo.

Colau puso el problema de las deseconomías externas que generaba el turismo sobre la mesa, cuando aún no eran reconocidas como tales por casi nadie. Impulsó algunas medidas significativas y casi contestadas por todos. La más importante, el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT), limitaba la creación de nuevas plazas hoteleras en las zonas más saturadas de la ciudad.

 

El PEUAT, visto en perspectiva, ha sido el mejor legado de sus dos mandatos, hasta el punto de que cuando salió del gobierno de la ciudad nadie cuestionó la continuidad de estas restricciones. Ni siquiera los hoteleros, que al principio fueron muy críticos. Y es que, seguramente, este numerus clausus han acabado viendo que beneficia a los que ya tienen establecimientos en la ciudad y limita la competencia de eventuales nuevas implantaciones.

El sector hotelero, en profunda transformación

Mientras tanto, el sector hotelero se ha transformado profundamente y con la pandemia aceleró el cambio. Los empresarios autóctonos han perdido peso en favor de las grandes cadenas internacionales. Los que habían mandado toda la vida ahora están en la lista de los grandes deudores con Hacienda catalana. Y los nuevos mandan mucho menos que antes.

Empieza a generalizarse la disociación entre la propiedad del inmueble y la gestión del hotel. Los inmuebles dedicados a la hotelería se convierten en el objeto del deseo y de la especulación de los grandes fondos de inversión internacionales y de las family office que agrupan las pequeñas fortunas autóctonas.

No sabemos qué pasará en el sector con la entrada de los operadores externos, preocupados sobre todo por la rentabilidad a corto plazo

Hasta septiembre de este año, se estima que estas transacciones en inmuebles hoteleros se acercan a los 480 millones de euros, entre compras y remodelaciones, y dentro del estado sitúan la ciudad solo por detrás de Canarias. Se trata sobre todo de empresas familiares sin relevo generacional y de fondos de inversión que quieren vender los activos. No sabemos qué pasará en el sector con la entrada de estos operadores externos, preocupados sobre todo por la rentabilidad a corto plazo.

Apartamentos turísticos y cruceristas, los malos de la película

De hecho, el de los hoteleros es el colectivo mejor organizado y más influyente del sector. Son los que han insistido en que los problemas con el turismo en Barcelona derivan de dos fuentes alternativas: los apartamentos y los cruceristas que no pernoctan en la ciudad.

Efectivamente, las restricciones al crecimiento de plazas hoteleras se han demostrado insuficientes. El auge de los apartamentos –bloques enteros– y de las viviendas de uso turístico –HUT, alojamientos dispersos y mucho más numerosos– ha generado en todo el mundo una competencia inesperada de la mano de las plataformas del sector, sobre todo Airbnb. Hay HUT con licencia y otros sin. Unos promovidos por particulares, otros por los mismos hoteleros. La mayoría, en el centro de la ciudad y barrios adyacentes.

Las viviendas de uso turístico representan aproximadamente un tercio de las pernoctaciones totales de turistas en Barcelona. La patronal de las HUT –Apartur– ha acabado fichando como gerente a quien fue directora general de Turisme de la Generalitat entre 2011 y 2016 y de Turisme de Barcelona entre 2020 y 2022. Todo queda en casa.

Los HUT con licencia representan un porcentaje ínfimo del parque de viviendas de la ciudad (1,5%), pero el impacto de salir de golpe al mercado será significativo

Mientras tanto, el Govern Aragonès estableció en 2023 que los municipios podían optar por no renovar las licencias de las viviendas de uso turístico, HUT, una vez caducaran. Collboni se apuntó de inmediato y prevé eliminar los 10.300 HUT con licencia –los que no la tienen hace tiempo que los persiguen, pero vuelven a salir– a partir de noviembre de 2028.

Solo representan un porcentaje ínfimo del arco de viviendas de la ciudad (1,5%), pero el impacto de salir de golpe al mercado será significativo. Además, la ubicación concentrada en determinadas zonas también aumenta su incidencia. Ahora, la revocación efectiva de las licencias en todo caso dependerá de si la nueva mayoría que surja de las elecciones de mayo de aquel mismo año mantiene el compromiso.

El pacto malgirbado de los muelles de cruceros

Los cruceristas son el otro gran foco de atención y a quienes se responsabiliza de hacer cortas y masivas visitas a la parte baja de Barcelona, con un menor gasto en la ciudad, ya que no duermen en ella. Desde el Port de Barcelona remarcan que más de la mitad de los cruceros tienen origen o destino final en la ciudad y que, entonces, una gran parte de los pasajeros pasan alguna noche de hotel antes o al final del trayecto. Y que también muchos son de fuera de Europa (cerca del 40%), que son los que gastan más de entre todos los visitantes.

El Port calcula que llegan a la ciudad 3,5 millones de cruceristas al año. Teniendo en cuenta que el total de pernoctaciones turísticas son de unos 36,9 millones, la carga turística adicional de los cruceristas sería inferior al 10% total. Si los cruceristas pernoctan, ya estarían contabilizados en el total.

Los hoteles de Barcelona notan un impacto en las reservas durante el MWC | iStock
Los hoteles de Barcelona notan un impacto en las reservas durante el MWC | iStock

En todo caso, el gobierno Colau ya llegó a un pacto con el Port para limitar el número de terminales de cruceros. Pero desde el Port les levantaron la camisa porque contabilizaron como terminal existente la del muelle de España, en el Maremàgnum, que nunca ha estado operativa, pero que tenía este rango para permitir que el centro comercial abriera los domingos para prestar servicio a estos supuestos cruceristas. Ahora, Collboni ha llegado a un nuevo pacto

Si desde el pacto de 2018 el número de cruceristas ha aumentado un 20%, ahora se prevé para 2030 reducir la capacidad máxima en un 16%: de 37.000 a 31.000 pasajeros diarios. Ya veremos si no los vuelven a enredar y si, como en el aeropuerto, por arte de magia se supera la capacidad teórica de las instalaciones para acoger pasajeros.

Dormir fuera de Barcelona no es la solución

Todavía hay otro colectivo sobre el que ahora no se habla mucho, aunque era la obsesión del factótum de toda la vida del turismo en Barcelona: los excursionistas. Se trata de quienes pernoctan fuera de la ciudad, sobre todo en la Costa Brava y Costa Dorada, y vienen de visita sin pernoctar en ella. Muchas veces organizados, con autocar.

No se conocen datos fidedignos del fenómeno. Una excursión tradicional era la de venir a ver las fuentes de Montjuïc que –¡oh, casualidad!– han estado cuatro años sin funcionar. Primero, por la sequía. Después, para ponerlas al día. Se habló de poner una tasa por el aparcamiento de los autocares que llegaban con excursionistas, pero todo ha quedado en nada.

El colectivo de los excursionistas cada vez es y será más importante, porque ningún ayuntamiento del área metropolitana ha congelado las plazas hoteleras

De todos modos, el tema de los excursionistas nos remite a otra forma de excursión. La de los que se alojan en las ciudades de alrededor –empezando por L'Hospitalet– y vienen a ver el centro de Barcelona y sus respectivas atracciones turísticas. Este colectivo cada vez es y será más importante, dado que, de momento, ningún ayuntamiento del continuo urbano ni del área metropolitana ha entrado en una dinámica de congelación de plazas hoteleras. De viviendas de uso turístico, sí. Empezando por el mismo L'Hospitalet y también en Sant Adrià y Santa Coloma. Pero todo hace pensar que, sin embargo, excepto en lo que respecta a la indigencia directa en la vivienda, los visitantes efectivos a Barcelona pueden continuar creciendo a partir de la visita de los que no se alojan en la misma ciudad, pero lo hacen en municipios que están bien comunicados con transporte público.

Los visitantes profesionales y los viajeros de larga distancia no justifican el crecimiento previsto del aeropuerto

En estos momentos, cuando el alcalde Collboni afirma que “en Barcelona no cabe ni un turista más” y que reivindica el derecho de los barceloneses a no ser expulsados de la ciudad, tenemos sobre la mesa el proyecto de ampliación del aeropuerto que debe pasar de una capacidad máxima de 55 a 80 millones de pasajeros. Cerca de un 50% más. La excusa de hacerlo crecer para captar más viajeros de largo recorrido no se sostiene mucho porque aunque se doblaran los cuatro millones actuales, quedan más de veinte en vuelos domésticos europeos.

Pasajeros en la T2 del Aeropuerto de Barcelona | Aina Martí / ACN
Pasajeros en la T2 del Aeropuerto de Barcelona | Aina Martí / ACN

Y aunque llegáramos a doblar los visitantes profesionales –los más codiciados por los hoteleros por su perfil de gasto, pero que también visitan y congestionan la ciudad– que ahora son poco más del veinte de visitantes, pasaríamos de 2,5 millones a cinco. Por lo tanto, en este crecimiento de 25 millones de pasajeros previsto del aeropuerto hay una mayor parte del tráfico de pasajeros que no vendrá por negocios ni tampoco de destinos de largo recorrido. Y el alcalde Collboni es uno de sus grandes defensores.

Paños calientes

A partir de estas cifras, todo lo demás son paños calientes. La gestión de zonas saturadas por el turismo, la promoción del turismo cultural y de la identidad, la captación de visitantes profesionales, mayores y de mayor poder adquisitivo... todas son medidas en el mejor de los casos paliativas, si no directamente un placebo, para contentar a una opinión pública cada vez más crítica con el turismo.

Aunque ahora no entraremos en detalle, la profusión de trabajadores expatriados y de extranjeros de alto nivel adquisitivo que se instalan en la ciudad tiene unos orígenes similares a los que propician el éxito turístico: clima, servicios públicos, nivel de precios, cosmopolitismo, notoriedad e imagen pública, oferta cultural... El impacto también es similar: despersonalización de la ciudad, aumento de precios de la vivienda, oferta comercial y de servicios reorientada a los nuevos residentes, congestión, etc. En uno de estos índices que gustan a las consultoras, se combina el atractivo turístico con el atractivo para instalarse a vivir. Barcelona queda en el número cinco mundial y en segunda posición en Europa, detrás de Lisboa.

La necesidad de nuevos equilibrios en la ciudad

Nuestra cantante, Dido, optó por una retirada de la escena artística durante unos cuantos años. Volvió, pero por poco tiempo, porque llegó la pandemia y aún no ha reaparecido. Barcelona no puede desaparecer durante una temporada. La solución es mucho más compleja y debe englobar un modelo de ciudad que establezca un pacto entre la actividad productiva y no especulativa con la ciudad y sus habitantes que no quieren ser desalojados.