El papel y la industria gráfica están viviendo una auténtica revolución silenciosa. Lo que durante décadas se veía como un sector tradicional se ha convertido en un ecosistema industrial imprescindible, que hace posible el funcionamiento de toda la economía. Desde el embalaje que acompaña cada producto hasta los libros, catálogos y soportes de comunicación visual, el papel y el cartón son hoy la infraestructura discreta pero decisiva que conecta empresas, mercados y consumidores en plena transformación.
Sin embargo, es imprescindible diferenciar los subsectores, porque su evolución reciente es muy desigual. Como explica el ingeniero Joan Vila: “Las artes gráficas y el papel de impresión y escritura están sufriendo a causa de la digitalización, mientras que el embalaje (o packaging) en papel y cartón se ha convertido en el principal motor del sector. Paralelamente, el papel tisú continúa creciendo, a pesar de la frenada de 2024”. Estas tendencias explican la reconversión de muchas fábricas que han abandonado el papel gráfico para orientarse al embalaje. Esta mirada segmentada también se observa en el sector editorial, tal como analizábamos en un artículo reciente, donde la digitalización y los nuevos formatos están transformando de manera profunda su actividad.
A escala mundial, según Grand View Research y Fortune (2024), el sector del papel crecerá en torno al 1,5% anual en los próximos años. En artes gráficas, el crecimiento previsto es del 3,2%, y en embalaje se aproxima al 5%. Este impulso, estrechamente vinculado a la sostenibilidad y a la expansión del comercio electrónico, está redefiniendo el modelo productivo del sector, que combina cada vez más tecnología, creatividad y capacidad industrial en un contexto de nuevos hábitos de consumo y exigencias ambientales crecientes.
Como explica Martina Font, presidenta del Clúster del Packaging: “Afrontamos retos relevantes, especialmente la necesidad de reducir el impacto ambiental de los productos y procesos, en un contexto en el que las regulaciones exigirán que todos los envases puestos en el mercado sean reciclables antes de 2030”. Las empresas del sector han respondido ampliando la actividad hacia el cartón, los materiales técnicos y otras aplicaciones industriales, y adoptando más automatización y uso intensivo de datos para optimizar la producción. Al mismo tiempo, avanza la incorporación de fibra reciclada y la investigación en materias primas de origen orgánico, junto con nuevos modelos basados en la reutilización y la recirculación, que abren oportunidades de mercado y servicios de valor añadido. Lo resume Joan Vila, “hoy el papel vuelve a sustituir al plástico; recuperamos terreno porque somos un sector sostenible y basado en recursos renovables”.
En Catalunya, el sector aporta el 0,9% del PIB y, en subsectores como la industria gráfica, concentra hasta el 28% de la actividad de todo el Estado
En España, según el Ministerio de Industria (2023), el conjunto del sector representa el 0,5% del PIB, con 15.153 empresas que ocupan a 105.015 personas y exportan el 23% de su producción. El sector muestra un tejido industrial más diversificado que muchos países de su entorno. En el sector del papel hay empresas como SAICA, DS Smith Spain, Cartarie Tronchetti Ibérica y Amcor Flexibles y en la industria gráfica, Gráficas Estella, Henneo Print, Rotomadrid, Bermont y Galicia Editorial.
En Catalunya, según el Idescat (2022), el sector aporta el 0,9% del PIB y, en subsectores como la industria gráfica, concentra hasta el 28% de la actividad de todo el Estado. En el papel destacan empresas como Torraspapel, Miquel y Costas & Miquel, Unión Industrial Papelera, Gomà Camps, RDM Barcelona Cartonboard, Alier o LC Paper 1881, y en la industria gráfica y del embalaje, firmas como CRE-A Impresiones de Catalunya, Impressions Intercomarcals, Minerva Packaging & Print, Copyardeal o Font Packaging.
Un sector de pymes
El sector en Catalunya presenta una estructura basada en micro y pequeñas empresas. Tal como muestra la figura 1, solo un 1,0% del total son grandes empresas.
La figura 2 muestra que las pequeñas y microempresas del sector presentan una capitalización más elevada, con un 57,1% de su activo financiado con recursos propios, frente al 50,7% de las empresas grandes y medianas. La rentabilidad sobre ventas es ligeramente superior en las empresas pequeñas, pero las grandes destacan por una productividad mucho más alta: generan casi tres veces más ventas por empleado y más del doble de beneficio por trabajador. El coste de personal por empleado también es significativamente más alto en las empresas grandes, lo que refleja plantillas más cualificadas o procesos más intensivos en capital humano. En conjunto, los ratios muestran dos modelos diferentes pero viables: las pequeñas, más sólidas financieramente, y las grandes, más eficientes y productivas.
A pesar de la mejora reciente, los datos de ASPAPEL para España del tercer trimestre de 2025 alertan de un deterioro en varios subsectores: la producción de tisú cae un 3,6%, los papeles kraft para envases un 13,2% y la pasta de celulosa un 13,3%. Pero, al mismo tiempo, el consumo de estos productos continúa aumentando, una señal de deslocalización y pérdida de competitividad en un contexto de costes elevados y regulación más estricta que en otros países. Estas tendencias confirman un panorama heterogéneo: mientras segmentos como el packaging sostenible y los materiales técnicos mantienen un buen ritmo, otros sufren por la presión internacional y los cambios en los hábitos de consumo.
Análisis DAFO
Para entender el perfil estratégico del sector. A continuación presentamos las principales fortalezas. El sector cuenta con una cadena de valor muy completa, que integra la fabricación de papel y cartón, el embalaje y la industria gráfica, generando sinergias que refuerzan la competitividad. Ha sabido adaptarse orientándose hacia el embalaje sostenible, los materiales reciclados, la personalización, el ecodiseño y la incorporación de automatización y análisis de datos a los procesos productivos. Catalunya dispone, además, de una tradición industrial sólida y empresas punteras en segmentos como el packaging prémium, el papel especial y los acabados de alto valor añadido.
Tal como señala Joan Nogués, presidente del Gremi de la Indústria i la Comunicació Gràfica de Catalunya, “nuestro sector tiene fortalezas que lo hacen único: la experiencia acumulada, la cultura de la empresa familiar, una red potente de proveedores especializados y unos materiales —papel y cartón— plenamente reciclables que nos sitúan en una posición privilegiada para aprovechar el impulso de la economía circular.” También destaca la fuerte capitalización empresarial, que aporta estabilidad financiera, y la calidad de los materiales reciclados y del sistema de recogida que los hace posibles.
En cuanto a las debilidades, el sector mantiene una elevada dependencia de los costes energéticos y de las materias primas, un factor crítico en un entorno de precios volátiles. La fuerte fragmentación del tejido empresarial, dominado por pymes y microempresas, dificulta afrontar inversiones en maquinaria avanzada, digitalización e innovación, y limita la capacidad de competir con grandes grupos europeos más integrados. Para avanzar en este reto, el Gremio impulsa el proyecto Printing our Future, orientado a fomentar alianzas y ganar dimensión empresarial. Tal como recuerda Joan Creus, secretario general del Gremio, “el futuro del sector pasa necesariamente por ganar dimensión: las empresas que colaboren y se integren serán las que podrán competir de verdad en un mercado europeo cada vez más exigente”.
El sector afronta también dificultades en el relevo generacional y en la captación de talento cualificado en ámbitos como la automatización, la sostenibilidad y la preimpresión. Sin una formación profesional alineada con las necesidades reales de las empresas, será difícil mantener la competitividad en los próximos años. A todo esto se añade la desventaja regulatoria que señala Vila: “Los fabricantes europeos de papel soportan un sobrecoste de entre 265 y 315 euros por tonelada respecto a países como Turquía, Indonesia o China, derivado del coste energético, del diferencial laboral y, sobre todo, de la compra de derechos de emisión”, lo que reduce la competitividad internacional. Finalmente, algunos subsectores continúan en retroceso estructural, especialmente el papel de impresión y escritura y la industria gráfica tradicionales, afectados por los cambios de hábitos y la digitalización.
En cuanto a las oportunidades, las hay importantes... El crecimiento sostenido de la demanda de embalaje, impulsado por el comercio electrónico y la sustitución de plásticos, representa una oportunidad clara de expansión. El impulso de la economía circular y la sensibilidad ambiental favorecen el uso de papel reciclado, cartón sostenible, envases monomaterial y tecnologías que sustituyen al plástico. Como recuerda Xavier Pascual, director de Hispack: “La industria del packaging lleva años innovando para avanzar en sostenibilidad, con progresos reales en nuevas materias primas, reducción y reutilización de materiales, ecodiseño, procesos más eficientes y una gestión integral del ciclo de vida del envase”.
Vila: "Los fabricantes europeos de papel soportan un sobrecoste de entre 265 y 315 euros por tonelada respecto a países como Turquía, Indonesia o China"
También crecen los segmentos basados en tiradas cortas, personalización e impresión digital, que responden a demandas de proximidad y flexibilidad. La innovación en nuevos materiales y procesos —fibras alternativas, recubrimientos sostenibles, envases inteligentes— abre vías de diferenciación. Además, la colaboración sectorial (Gremi d’Indústries Gràfiques, Packaging Cluster, ASPAPEL, AFCO...) genera una base óptima para impulsar proyectos compartidos en ámbitos como la sostenibilidad, la innovación o la captación de talento.
En cuanto a las amenazas, la sustitución de productos impresos por alternativas digitales es una tendencia consolidada que afecta a los segmentos tradicionales del sector. La competencia internacional es cada vez más intensa, especialmente de países con costes energéticos y reguladores mucho más bajos. Paralelamente, la regulación ambiental es crecientemente exigente: criterios de reciclaje, reducción de emisiones, certificaciones forestales o requisitos de diseño de envases que requieren inversiones significativas. Un riesgo añadido es la exclusión del sector papelero del CBAM, el mecanismo europeo que aplica un coste del CO₂ a los productos importados de países con normas climáticas menos estrictas, para evitar desventajas competitivas y fugas de carbono. Esto deja a las empresas europeas sin protección ante importaciones de productos fabricados con energía más barata y sin ETS, el sistema europeo que obliga a las industrias a comprar permisos por cada tonelada de CO₂ emitida. A todo ello se suma la volatilidad de los precios energéticos y la incertidumbre en las cadenas de suministro, que dificulta la planificación empresarial.
En definitiva, el sector del papel y la industria gráfica está redefiniendo su futuro en un escenario complejo pero lleno de oportunidades, en el que la trayectoria desigual de sus subsectores obliga a repensar estrategias y acelerar la transformación. Los datos muestran un tejido empresarial diverso, donde conviven grandes empresas con elevada productividad y un conjunto muy amplio de pymes que aportan flexibilidad, proximidad y una capitalización notable que las hace resistentes en entornos difíciles. Los retos no son menores: costes energéticos elevados, presión regulatoria, competencia internacional y dificultades para captar talento o garantizar el relevo generacional. Pero también hay oportunidades claras. La transición ecológica, la innovación en materiales, la automatización y los nuevos hábitos de consumo abren un espacio de crecimiento en el que el sector puede jugar un papel estratégico.
Para avanzar, habrá que reforzar tres ejes: más colaboración empresarial para ganar dimensión, más inversión en innovación, tecnología y sostenibilidad; y más conexión entre empresa y sector educativo para garantizar el talento técnico que el sector necesita. Si el sector actúa con visión a largo plazo y sabe capitalizar su experiencia industrial, puede devenir uno de los pilares de la reindustrialización del país. Tiene la capacidad no solo de adaptarse, sino de impulsar una industria más verde, innovadora y competitiva. En definitiva, es un sector con suficiente fuerza y talento para marcar el rumbo de la nueva industria.