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Las Vegas, el fracaso del juego y del lujo 'low cost' de alto precio

Los monocultivos turísticos no tienen futuro, y menos cuando están asociados a productos como el juego

Vista aérea de The Strip, en Las Vegas | iStock
Vista aérea de The Strip, en Las Vegas | iStock
Josep-Francesc Valls es uno de los grandes expertos en la clase media | Marc Llibre
Profesor y periodista
Barcelona
07 de Octubre de 2025 - 05:30

Compite con Macao, Singapur, Montecarlo y Dubái, las más importantes ciudades-casino del mundo. Todas muestran signos de recesión. Las Vegas, que es la pionera y referente, aún más. Según datos de la Convention and Visitors Authority de la ciudad, de enero a junio de este año ha perdido 2,5 millones de visitantes; y este verano, los ingresos brutos de los casinos se han reducido un 5%. El modelo del monocultivo del juego asociado al lujo de bajo coste caro, a los espectáculos, al desenfreno y al neón atraía a los baby-boomers, pero mucho menos a las nuevas generaciones.

 

Este verano, los ingresos brutos de los casinos se han reducido un 5%

“Depresión Trump”

El ciclo de vida de estos negocios llega a un punto de maduración y el pionero lo experimenta antes que el resto de los jugadores. Esto es lo que le pasa a Las Vegas. Los efectos de la “depresión Trump” en el turismo hacia los Estados Unidos se valoraba a principios de año, cuando sube el nuevo presidente, en un impacto negativo del 9%; a medida que se acerca diciembre, el porcentaje se incrementa hasta rozar el 10%. Ahora bien, la crisis turística en Las Vegas no es solo consecuencia de este vendaval. Hay otros factores como el cambio de gustos en el consumo del ocio y la posibilidad de jugar desde casa online, la reducción de los ingresos de la población mundial, los costes demasiado elevados que no se ajustan a la calidad de la oferta de la ciudad-casino, y la fortaleza de los competidores que se han apuntado al negocio.

En medio del desierto de Mojave, en el estado de Nevada, los exploradores mexicanos en el siglo XIX encontraron fuentes de agua. Era lugar de descanso de las caravanas y posteriormente lo atravesó la vía férrea que conectaba Salt Lake City con Los Ángeles. Cuando el estado de Nevada en los años treinta del siglo pasado legaliza el juego y permite el divorcio sin culpa -exprés-, unos cuantos inversores empiezan a levantar casinos. Desde los años cincuenta, la ciudad se asocia a las mesas de juego, al desenfreno, a los espectáculos y a vivir las veinticuatro horas del día como si se fuera a acabar el mundo; vida nocturna y diurna, de la mano y juerga. Crece y aumenta la oferta de juego y entretenimiento. Los estadounidenses, los canadienses y, por proximidad, los mexicanos convierten esta parte del desierto en la meca turística que no cierra de noche, a los que siguen la tropa de jugadores profesionales, los amateurs, esporádicos y voyeurs de todo el mundo. El año pasado había unas 150.000 habitaciones, muchas de las cuales en hoteles mastodónticos, como en la zona de The Strip. Recuerdo que en el programa directivo en turismo que dirigía en ESADE coincidimos en una clase con Climent Guitart, el desafortunado fundador del Grupo Guitart Hotels, y un directivo del MGM Gran Las Vegas, un hotel de cerca de siete mil habitaciones. Después de explicar las excelencias de su hotel-ciudad, de los niveles de ocupación, de la organización de los 8.000 trabajadores y de la rentabilidad enorme, un empresario asistente le espetó:

 

- ¿Es posible ofrecer alguna experiencia en medio de los largos pasillos y de los comedores industriales?

+ La experiencia es el casino, el centro comercial, los espectáculos que cambian diariamente… Todo esto nos permite triplicar la facturación del hotel -le respondió.

Negocio, negocio, solo negocio.

Diversificación fallida

Este verano, los ingresos brutos de los casinos se han reducido un 5% | iStock
Este verano, los ingresos brutos de los casinos se han reducido un 5% | iStock

Esta experiencia de juego, espectáculo y desenfreno hace tiempo que empieza a chirriar. De hecho, en los últimos 20 o 30 años, Las Vegas ha intentado diversificarse incentivando la atracción de congresos, festivales internacionales y convertirse en sede de espectáculos deportivos como la F1. Pero estos añadidos para renovar el ciclo de vida del destino dan resultados relativos, sobre todo si continúan asociados al juego. La crisis financiera de 2008 significó el inicio del declive y la pandemia, el síntoma evidente de que empezaba la decadencia.

El juego en línea ha convertido Las Vegas en un destino decadente y anacrónico

Cinco causas conducen a la pérdida de interés por el juego en los locales físicos. La primera, el consumo de ocio de las nuevas generaciones está más cerca de las experiencias personalizadas y digitales, las cuales se encuentran lejos de las salas inmensas de juego por sofisticadas que sean. No se trata de una postura ética, pero la asociación con el juego genera rechazo social en las últimas décadas y la esfera privada -en línea- aparece como una solución mejor que en las salas de los casinos por brillantes que sean. Este escenario impactó a través de las películas de época, encandilando a las generaciones mayores, hasta el punto de convertir el viaje a esta meca en un recorrido aspiracional de las clases medias mundiales, y cómo no, de los más ricos. Pero ahora, ante la accesibilidad de las plataformas de realidad inmersiva, cuesta mucho sacar a la gente del sofá y hacerla volar hacia el desierto de Nevada a vivir lo que uno ha visto mil veces en el cine. Crece el gasto digital y disminuye el presencial. El juego en línea ha convertido Las Vegas en un destino decadente y anacrónico.

Asociada a la anterior, la segunda causa tiene que ver con la reducción del dinero disponible en el bolsillo de las clases medias, incluidas las estadounidenses, que aún desearían viajar a Las Vegas y la sustituyen por otros destinos más cercanos o más baratos.

La tercera, en la fase del ciclo de vida de Las Vegas, los precios son demasiado elevados y no están a la altura de la calidad que ofrece la ciudad; en un chat actual de jugadores la mayoría considera que todo es demasiado caro en Las Vegas, muy por encima de la calidad que reciben; se quejan con resentimiento de la cantidad de gastos adicionales los cuales pueden duplicar las previsiones de gasto.

La cuarta es más puntual de este año, el revuelo que ha desencadenado Trump con los aranceles, el precio de los visados de ingreso al país, la política migratoria y el miedo general de ir a Estados Unidos a raíz de las nuevas prácticas antidemocráticas. Los canadienses lo han evidenciado claramente: el flujo de turistas hacia Las Vegas se ha reducido en el mes de junio un 15% respecto al mismo mes del año pasado.

Y la quinta, la competencia global que atrae sobre todo a los jugadores amateurs y esporádicos ha crecido. El macrocasino de la península de Macao se ha quedado con gran parte de la clientela asiática. La zona de Marina Bay Sands de Singapur ha sabido añadir al juego el parque temático de Universal Studios y una multitud de piscinas que lo rodean. Montecarlo con su legendaria ruleta europea mantiene realmente el sello de la sofisticación, la fastuosidad y la opulencia del Viejo Continente. Dubái, junto a los casinos, se ha especializado en centro global de deportes electrónicos erigiéndose en sede permanente de estos grandes eventos.

Los monocultivos turísticos no tienen futuro, y menos cuando están asociados a productos como el juego. En cualquier caso, si se trata de destinos de sol y playa, hay que revisar constantemente la fase del ciclo de vida, no sea que un día, como Las Vegas, se encuentre en declive sin saberlo.