
Hace pocos días, la junta del FC Barcelona hizo pública la memoria económica correspondiente a la temporada 2024/25, cerrada el 30 de junio pasado. La conclusión inmediata, para la cual no hace falta profundizar mucho ni ser un experto en finanzas, es que la salud de la entidad continúa degradándose día tras día. El mandato que los socios confirieron al presidente Laporta para que revirtiera la herencia envenenada que este recibió de su predecesor, Josep Maria Bartomeu, no solo no se está cumpliendo, sino que se transita en dirección contraria, de manera que el club sobrevive al borde del abismo. Conviene hacer un repaso de las principales magnitudes que muestra la economía del Barça de hoy en día.
Una de las circunstancias que más llama la atención de la cuenta de resultados del club en la última temporada es que persiste la incapacidad endémica de generar beneficios, de manera que las pérdidas continúan desangrando a la entidad, un proceso que ya dura demasiados años. Las pérdidas en el negocio ordinario son estructurales, a menudo disimuladas por las ventas de futbolistas o por las célebres palancas de Laporta. Es del todo imposible sobrevivir así muchos años más. Vivir instalados en los números rojos tiene como consecuencia dos derivadas muy negativas, como son la existencia de fondos propios negativos (el club debe más de lo que tiene) y el incremento desbocado de la deuda.
Para poner cifras, la temporada 2024/25 el Barça la cerró con pérdidas de 17 millones de euros, a la vez que se ha reformulado el resultado de la temporada inmediatamente anterior, que se había saldado con 90 millones de euros en rojo y ahora dicen que, en realidad, las pérdidas fueron del doble, de unos 180 millones. Sin este juego de manos retroactivo, la temporada pasada las pérdidas habrían quedado por encima de los 100 millones.
Así pues, el hombre que llegó a la presidencia del club ahora hace cuatro años y medio para poner fin al desorden del presidente Bartomeu, al final no solo no ha sido capaz de frenar la sangría de pérdidas, sino que las ha incrementado de manera significativa. En los cinco ejercicios que ha cerrado el presidente Laporta, el déficit acumulado totaliza 277 millones de euros, pero esta cifra infravalora sustancialmente el agujero real, porque en dos de los ejercicios la junta directiva generó ingresos extraordinarios a partir de adelantar cobros futuros y de vender patrimonio, aquello que se bautizó como palancas.
Si tenemos en cuenta los 860 millones de euros de estas palancas, el desequilibrio causado por la administración Laporta ya supera los 1.000 millones, una cifra demasiado llamativa como para hacer ver que no existe (de vez en cuando oímos cómo algunos opinadores aseguran que Laporta ha salvado al club). El otro gran desequilibrio del club lo encontramos en el balance, donde la deuda crece de manera acelerada; en este último cierre, el pasivo de la entidad se eleva por encima de los 2.500 millones de euros, una cifra del todo desproporcionada con la capacidad del club de generar ingresos. Además, hay que tener en cuenta que la deuda por la remodelación del Camp Nou no forma parte del balance porque, como ya hemos explicado en diversas ocasiones, fue exteriorizada a través de un fondo de titulización.
La herencia Bartomeu
Aunque pronto hará cinco años que el presidente Laporta gestiona el club, de vez en cuando aún oímos como argumento para justificar los malos resultados económicos aquello de la herencia recibida, una afirmación que ya empieza a sonar como el célebre contubernio judeo-masónico del General Franco. Resulta un ejercicio interesante intentar aislar los resultados de la gestión de Laporta mediante el análisis comparativo entre lo que recibió y lo que es hoy el club.
El último ejercicio que el presidente Bartomeu cerró fue el correspondiente a la temporada 2019/20, y en aquel momento la facturación de la entidad era de 708 millones de euros (un importe afectado parcialmente por la pandemia), mientras que el pasivo ascendía hasta los 1.440 millones de euros. A efectos prácticos, la siguiente temporada, la 2020/21, aunque fue cerrada por Laporta, tiene como principal responsable a Bartomeu, de manera que los valores de facturación y de deuda de aquel momento pueden ser considerados como integrantes de la famosa herencia.
Bajo el mandato Laporta, el pasivo se ha disparado de los 1.481 a los 2.500 millones de euros
En este sentido, en aquel ejercicio la facturación, ahora sí muy afectada por la pandemia, se quedó en los 575 millones de euros y el pasivo era de 1.481 millones. En consecuencia, en los cuatro ejercicios completos de Joan Laporta como presidente, el pasivo se ha disparado desde la cifra indicada hasta los 2.500 millones que hemos comentado antes (un crecimiento de casi el 70%). Se mire como se mire, la situación en este ámbito es mucho peor. En cuanto a la facturación, en el último cierre se sitúa en 954 millones, muy por encima de los que generó el club en la temporada 2020/21, pero no mucho más de los 854 millones de la temporada 2018/19, la última no afectada por la pandemia.
Sea como sea, aunque consideremos como un hecho positivo que la gestión de Laporta ha conseguido incrementar los ingresos del club, la realidad es que el aumento de los gastos ha sido superior, de manera que no ha servido para generar una brecha (gap) de beneficios.
Los socios del club, que demasiado a menudo olvidan su vertiente de propietarios, parecen vivir obnubilados por la nueva generación de grandes futbolistas que ha producido La Masia, ignorando por completo el futuro negro de la entidad. Y cuando se genera cierto debate público sobre la valoración del trabajo de la administración Laporta, lo que contemplamos son dos trincheras enfrentadas lanzándose los platos por la cabeza sin que se puedan extraer muchas conclusiones válidas.

En este ámbito, el del enfrentamiento entre socios y seguidores azulgranas, sorprende mucho el rol que interpretan algunos opinadores que se mostraban del todo beligerantes con las juntas de los presidentes Rosell y Bartomeu, y que ahora son extremadamente complacientes con el poder que representa Laporta. Se mire por donde se mire, y por más simpático que pueda caer el actual presidente, y asumiendo que Laporta recibió un club en estado comatoso, es una realidad palpable que su gestión no ha servido para hacerlo despertar, sino que aún se le han contagiado tres o cuatro virus más que no tenía.
Hemos hablado solo de los aspectos cuantitativos de la gestión de la junta actual, pero los cualitativos no son mejores; sin ánimo de ser exhaustivos, y con la voluntad de no dedicar mucho espacio a expresar situaciones ya comentadas por todo el mundo en múltiples ocasiones, solo apuntaremos que el pasivo moral de Laporta se ha engordado de manera considerable con los reiterados anuncios fallidos de vuelta al Camp Nou, con las comisiones multimillonarias a Darren Dein, con el declive patente de las secciones, con el fiasco de Barça Studios (o como demonios se llame ahora), y un largo etcétera.
Si en algún momento a los socios culés se les cae la venda y dejan de embelesarse, quizás estarán a tiempo de no perder el club
Ahora todas las esperanzas para reflotar el club descansan sobre el futuro Camp Nou, pero quizás en este aspecto hay un exceso de optimismo. Todos juntos hemos sido testigos del desenlace que ha tenido la costosísima reforma del estadio Real Madrid y los problemas imprevistos para explotarlo tal como habían previsto en sus hojas de Excel. La inversión final ha resultado casi el triple de lo que se había anunciado al principio, una desviación que muy probablemente provocará que el club entre en una situación financiera delicada durante los próximos años.
Si en algún momento a los socios culés se les cae la venda y dejan de embelesarse, quizás estén a tiempo de no perder el club, pero su desidia de los últimos años hace pensar que buena parte de ellos son merecedores de quedarse sin el Barça que las generaciones anteriores supieron conservar y legar a sus hijos.