Grup Boix nació como una pequeña serrería familiar en el Berguedà y, más de cincuenta años después, se ha convertido en una de las cinco más grandes del Estado. Con una producción de 180.000 toneladas anuales y una plantilla de más de 120 trabajadores, ha hecho del bosque y del ámbito rural su forma de vida. “Nuestro objetivo no es solo fabricar productos, sino crear valor a partir del bosque”, señala el director general, Carles Martí. Un valor que han construido a partir de la innovación y la tecnología y que se ejemplifica en la evolución de sus productos: de hacer madera para embalaje a elaborar madera contralaminada para la construcción.
Una historia familiar ligada a la madera
Los orígenes del grupo se remontan a una historia familiar profundamente vinculada a la madera. El abuelo de Joan y Pep Boix, actuales propietarios, ya tenía una serrería. Cuando aquella actividad acabó cerrando, la siguiente generación decidió empezar de cero. En 1970, en medio de Puig-reig, abrieron Serradora Boix, la primera piedra del actual grupo.
El crecimiento inicial fue acompañado de la industria papelera y de los conglomerados. En 1973 ya inauguran un nuevo aserradero en Balars, que se convertirá en el principal centro de producción hasta los años noventa y que permite consolidar la empresa como líder en la primera transformación de la madera en Catalunya.
El incendio que lo arrasó todo
El verano de 1994 marca un antes y un después. Diversos incendios arrasan buena parte del Berguedà y la serrería de Balars queda totalmente calcinada. La empresa se ve obligada a reconstruirse y a proyectar un nuevo centro de producción. El golpe, sin embargo, se convierte en una oportunidad.
En sus viajes personales, Joan Boix siempre visitaba serrerías de todo el mundo y, en Canadá, descubre cómo se aprovechaba la madera destinada al papel para otros usos industriales. Aquella experiencia se traslada a la nueva planta de Saltet y abre una nueva etapa para el grupo.
Carles Martí: “La industria de la madera se fue muriendo”
El movimiento resulta clave. La industria papelera y del mueble, clientes tradicionales de la madera catalana, entran en declive. “La industria de la madera se fue muriendo. Se pasó de setenta serrerías a menos de treinta”, recuerda Martí. Ante este contexto, Boix pone el foco en el embalaje y los palés, que aportan productividad y estabilidad en un sector cada vez más complejo.
La ambición familiar juega un papel determinante. “Fueron los primeros en plantear una línea de 90.000 toneladas. Se lo propuso a otras serrerías y todo el mundo le dijo que no, lo tomaban por loco. Ahora hacen 180.000”, explica Martí. Aun así, el embalaje es un producto de poco valor añadido. La conclusión es clara: Catalunya tiene madera, pero poco valor industrial. “Tenemos un país lleno de madera y hay que sacarla del bosque; si no, el fuego se la lleva”, sintetiza.
La obsesión por el bosque y el valor añadido
Esta realidad contrastaba con la de Europa central, donde las grandes serrerías elaboraban productos estructurales de alto valor y relegaban el embalaje a un papel secundario. “Nuestro producto principal era el de menor valor añadido para un centroeuropeo”, explica Martí. Aun así, Boix apuesta por los palés como base para generar volumen y actividad constante, con líneas de producción altamente automatizadas.
Carles Martí: “Si queremos que el valor llegue al bosque, tenemos que generar productos de más valor añadido”
Ya a principios de siglo, el grupo comienza a explorar usos más avanzados de la madera y tecnologías que permiten empalmar piezas cortas para obtener elementos estructurales largos. Hasta entonces, la madera catalana se había considerado limitada por su poca longitud. Las investigaciones lideradas por Boix demuestran que, con esta tecnología, se consigue una madera de gran calidad, apta incluso para la construcción.
La gran revolución de la madera para la construcción

“Ahora tenemos la madera, la industria, la aptitud técnica y la capacidad tecnológica”, resume Martí. Y es en este contexto que llega una de las decisiones más ambiciosas del grupo. Este 2025, Boix pone en marcha una nueva planta de madera contralaminada (CLT) en Puig-reig, con una inversión de 40 millones de euros, para competir en calidad con las plantas centreeuropeas.
“Si nos tenemos que enfrentar a este mercado, teníamos que tener su calidad productiva”, explica el director general. De cara a 2026, el grupo ya tiene cerrado suministro para la construcción de 15 bloques de viviendas, cifra que prevé duplicar en 2027. Confían en que la madera será un agente clave en el cambio de modelo constructivo del país. Esta nueva línea se suma a las que ya mantiene el grupo: embalaje, biomasa, seguridad vial y productos derivados como astilla, corteza y serrín.
Carles Martí: “La gestión forestal es la gran abandonada del país”
En Boix, la misión y los valores no son solo declarativos. “Nunca se ha repartido un euro de dividendo; todo ha ido a mejoras tecnológicas, industriales y de innovación. Todo por el bosque”, afirma Martí. El objetivo es generar actividad en las zonas rurales y garantizar la supervivencia de los mismos bosques, pero el camino no es fácil.
“En Catalunya todavía estamos discutiendo si cortar un pino está bien o mal. La gestión forestal es la gran abandonada del país”, lamenta. Aun así, detecta un cambio de conciencia social: cada vez es más evidente que gestionar los bosques es imprescindible para preservarlos.
Carles Martí: “Yo quiero una oficina de ingenieros en Puig-reig”
El resumen del proyecto es claro: sacar madera del bosque, darle valor y cerrar el círculo productivo. “En el entorno rural se puede vivir bien y se puede encontrar trabajo cualificado. Siempre se nos visita para implantar trabajo poco cualificado; nosotros apostamos por el talento”, concluye Martí. “Yo quiero una oficina de ingenieros en Puig-reig”.