Héctor Faubel, la pausa en medio de la velocidad extrema

La capacidad del piloto de poner pausa y de mirar a largo plazo le llevaron a convertirse en alguien casi inesperado

Héctor Faubel fue subcampeón del mundo en 2007 | Cedida Héctor Faubel fue subcampeón del mundo en 2007 | Cedida

El ímpetu y la velocidad forman parte, casi siempre, de la juventud. Y van asociados a la necesidad de quemar etapas de manera rápida y alcanzar unos primeros objetivos vitales que acaban antojándose (en muchas ocasiones) menos importantes de lo que parecen en los sueños infantiles.

Cuando alguien, antes de cumplir los 10 años, ya conduce una motocicleta en un circuito con más pericia que la mayoría de los adultos, no es fácil explicarle que debe ir más despacio. De ahí el mérito de hacerlo motu proprio, cuando todo lo que te rodea te impulsa a hacer lo contrario.

Héctor Faubel fue subcampeón del mundo de motociclismo cuando el número de las cilindradas todavía se medía por centímetros cúbicos

Héctor Faubel fue subcampeón del mundo de motociclismo cuando el número de las cilindradas todavía se medía por centímetros cúbicos. Y acumuló una serie de experiencias que le han llevado a convertirse en alguien casi inesperado. Por su capacidad de poner pausa. De mirar a largo plazo. Y de inspirar sin grandilocuencias a quienes ahora inician una trayectoria que él ya transitó hace mucho tiempo.

Los años sabáticos que sí emprende la gente en Estados Unidos no se suelen dar en Europa. Pero el de Llíria transitó por uno en 2013, cuando decidió retirarse de la competición. Y le permitió pensar dónde quería estar, algo que se clarificó en tan solo 365 días. Con sus credenciales podría haberse integrado en cualquier equipo del Mundial. O buscar financiación para acceder directamente a él desde una escudería propia. Pero sus postulados fueron, y aún lo son, otros distintos. Y se marcó dos caminos que ya lleva recorriendo casi una década.

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El primero, el de apostar por pilotos jóvenes con proyección pero sin una visión clara de hacia dónde encaminar su futuro. De ahí su agencia de representación. Y, el segundo, formar un equipo para competir en el FIM CEV, sin visos de moverse de allí a medio plazo.

El máximo exponente de su decisión en estos momentos es Fermín Aldeguer, ubicado en Moto2 pese a su enorme juventud y creciendo a diario sin las prisas que suponen escuadras cuya envergadura económica no es sencilla de rentabilizar. Alguien que confió, junto a su familia, en la palabra de Héctor cuando le dijo que no debía pasar por Moto3 y que su sitio para evolucionar eran los 600 centímetros cúbicos. Un lugar, a priori, con poco brillo. Competitivo y mediático.

Pero el éxito inminente no tapa las realidades. Faubel asegura que nunca se vio negociando contratos, haciendo números, gestionando facturas y buscando espónsores. Pero se encuentra cómodo haciéndolo y afirma que hasta casi lo disfruta. Aunque no esconde que cada año debe empezar de nuevo, con el escaso apoyo de que dispuso cuando nació su proyecto y la complicación de retener marcas y socios en un mundo con presupuestos tan elevados.

Faubel asegura que nunca se vio negociando contratos, haciendo números, gestionando facturas y buscando espónsores. Pero se encuentra cómodo haciéndolo y afirma que hasta casi lo disfruta

También exhibe su vulnerabilidad sin rubor cuando habla de que lo que peor lleva es estar alejado de su familia. La aventura suele ser preciosa cuando se es joven, pero convertido en padre echa de menos a su hijo y a su mujer, la cantante profesional Krisha. Quienes, pese a todo, consiguen acompañarle en varios de los grandes premios más cercanos a su tierra.

Y se ve a sí mismo en el espejo cuando le dice a sus pilotos lo que no deben hacer, en base a su experiencia. Y, como le ocurrió a él, no lo interiorizan hasta que se dan (en ocasiones literalmente) contra el muro de la realidad. Pero es ahí donde dice que radica su fuerza. En darles apoyo. En comprenderles. Y en tratar de guiarles.

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Uno no se da cuenta de que ha crecido hasta que suelta una frase que juró que nunca diría a sus hijos. Y, en este caso, la partida de esa sensación es doble, advirtiendo sobre situaciones de las que no hizo caso en su momento. 

Pero, como en sus tiempos de piloto, la velocidad no está reñida con el crecimiento sostenible. Y en un mundo donde todo va más deprisa que en cualquier otro, poner la pausa está convirtiendo al valenciano en un referente que ya imitan algunas personas. Y que, quizá, en el futuro le lleve a obtener aquel título que mereció sin duda en el año 2007.

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