Antonio Puig Castelló (1889-1979) funda la empresa en 1914 para la importación de perfumes. En 1920 crea la primera marca española de lápices de labios, Milady. En 1949 lanza Agua Lavanda. Decía que “en la vida hay cinco etapas: aprender a hacer, hacer, enseñar a hacer, hacer hacer, y dejar hacer”. Antes de morir, dijo a sus hijos “haced piña, juntos seréis más fuertes”.
La segunda generación, de cuatro hermanos, trabajó como un “equipo en el vértice”. Obsesionados con la profesionalización crearon un consejo de administración con cuatro independientes de nivel. En 1988 un protocolo familiar centrado en los valores familiares y el mantenimiento de la propiedad en los sanguíneos.
Mariano Puig (1927-2021), figura pública de la segunda generación dijo que “no siempre hemos estado de acuerdo, pero nos hemos puesto de acuerdo. Los familiares deben entender que la empresa familiar no es solamente una máquina de producir dividendos: la empresa es una herencia. Queremos que la familia esté entusiasmada con nuestra empresa. Hay que homogeneizar el conocimiento de todos los accionistas. La mesa del comedor es importante para hacer nacer la voluntad de ser empresarios. El proceso de sucesión comienza al pensar en cómo educar a los hijos. La familia aporta a la empresa cultura, valores, estabilidad en el accionariado y visión a largo plazo. Un fuerte sentimiento de inseguridad se instaló en mí a la hora de dar el último paso, de repente tenía dudas tanto en cuanto a la seguridad económica de la segunda generación como respecto a mi propio futuro.”
La historia de Puig demuestra que la cultura familiar se construye a lo largo de décadas: hacer piña, crear espacios de gobierno, asumir liderazgos claros, preparar bien las transiciones, buscar ayuda externa cuando es necesario y mantener viva la pasión por el proyecto
En el año 2000 se encargó a la tercera generación que diseñara su propia visión del futuro, en 2002 presentaron un plan para continuar siendo propietarios y dirigiendo la empresa entre tres de los catorce primos más un senior no familiar como primus inter pares, que fue aprobado por los predecesores. Se optó, en 2004, tras pasar importantes problemas financieros, por Marc (1962, cuarto hijo de Mariano) como consejero delegado (presidente a partir de 2007) y Manuel (1961, hijo único de Antonio) como vicepresidente.
Marc ha dicho que pueden surgir dificultades en la transición entre generaciones: búsqueda de liderazgo, falta de entendimiento o pérdida de pasión. A veces las empresas familiares pueden perder su posición en el mercado, pueden empezar a morir lentamente y nadie en la empresa darse cuenta. Tener que rendir cuentas ante el mercado puede beneficiar a la empresa familiar. Respecto a su retirada en 2023 dijo “todavía me considero bastante joven”.
Exea es la sociedad holding propiedad de las patrimoniales de cada una de las cuatro ramas, que a su vez tienen como accionistas a sociedades propiedad de los diferentes primos; que en algunos casos han tenido sedes sociales en paraísos fiscales. Es la propietaria de Puig Beauty & Fashion (PB&F), Lavanda Ventures (sociedad de capital riesgo), Isdin (joint venture al 50% con laboratorios Esteve) y Flamagas, participaciones en Fluidra y Colonial (superiores al 5% para mantenerle el beneficio fiscal de las empresas familiares).
También hay una división inmobiliaria. El presidente es Josep Oliu (Banco de Sabadell) para evitar conflictos familiares.
La salida a bolsa se efectuó con acciones B, con los mismos derechos económicos que las A -que son exclusivas para la familia- pero un quinto de derechos de voto. Otorgaron un premio superior a 80 millones de euros a su plantilla, un bonus de 9,3 a Marc y un paquete de 7,4 para los directivos. La evolución de la cotización ha sido: salida 3 de mayo de 2024: 24,50; 18 de noviembre de 2025: 14,26. Esta bajada de la cotización forzó a la familia a recomprar acciones de los directivos que se habían endeudado para comprarlas en la salida.
Xavier Puig (hijo de José María) es administrador único de Flamagas, presidente del consejo de familia y de la Fundación Puig. Ha dicho que "hay que cuidar tanto el negocio como la familia; a medida que pasa el tiempo es más complicado la familia que el negocio. Ser presidente del consejo de familia es como serlo de una comunidad de vecinos. La tercera generación conocíamos al abuelo; en la cuarta cada uno tiene su abuelo, no han conocido al fundador. Las empresas familiares normalmente no son líquidas, son como una jaula de oro; tienen mucho patrimonio y poco dinero. A 50 años vista nos gustaría ser recordados no por cuántos frascos de perfume hemos vendido, sino por un proyecto que beneficie a la sociedad".
La salida a bolsa es un ejemplo de cómo una familia puede utilizar los mercados financieros sin perder el control del negocio, pero también de cómo esto conlleva nuevos riesgos y responsabilidades
Tienen una oficina familiar que da servicios de planificación fiscal, para evitar los posibles problemas que cada uno tenga su asesor. También gestiona patrimonios personales e inversiones fuera del grupo. Y presta servicios como chóferes para llevar los vehículos a la revisión o contratación de servicio doméstico.
La historia de la familia empresaria Puig muestra que el legado de una empresa familiar no se mantiene solo por el éxito empresarial, sino sobre todo por la cultura familiar que se construye a lo largo de décadas: hacer piña, crear espacios de gobierno, asumir liderazgos claros, preparar bien las transiciones, buscar ayuda externa cuando es necesario y mantener viva la pasión por el proyecto. La salida a bolsa es un ejemplo de cómo una familia puede utilizar los mercados financieros sin perder el control del negocio, pero también de cómo esto conlleva nuevos riesgos y responsabilidades: el mercado no tiene compasión. La oficina familiar como tal puede estar reservada a grandes patrimonios, pero como concepto de servicios a los socios puede ser útil tener en cuenta en muchos casos.