ROS, los muebles hechos en Artesa de Segre que renacen de las cenizas

La empresa de muebles ROS nació cómo un taller de carpintería el 1933 en Artesa de Segre y llegó a facturar 25 millones de euros el 2021: pero el 2022, un incendio casi la hace desaparecer

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Josep Ros Puigpinós creó un pequeño taller de carpintería y ebanistería el 1933 en Artesa de Segre. Durante décadas se mantuvo cómo un taller artesanal especializado en armarios y camas, hasta que a partir de los años 60 se empezaron a especializar en mobiliario infantil y juvenil y vivieron un auténtico proceso de industrialización. El 2021, ROS daba trabajo a casi 300 personas en un pueblo de 3.500 habitantes, facturaba unos 25 millones de euros y vendían sus muebles de dormitorio por toda España, Francia, Italia y Grecia. Pero en agosto de 2022 todo saltó por los aires: un incendio quemó casi toda la fábrica.

Ahora, con casi cien años de historia y muy arraigado al territorio y en su pueblo, ROS mira con optimismo su proceso de reconstrucción. "Vimos la posibilidad real que la empresa desapareciera", recuerda Lluís Trujillo, director de operaciones de ROS.

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Un pequeño taller a las puertas de los Pirineos

La historia de ROS se remonta a los años 30 del siglo pasado y a un pequeño taller de carpintería que, con una única máquina universal, fabricaba muebles para vender a nivel local. Josep Ros Puigpinós, abuelo del actual CEO, era el responsable de aquel proyecto centrado en armarios y camas.

En los años 40, en plena posguerra, la empresa hizo su primer pequeño salto. Josep Ros estaba realizando una cama cuando lo visitó un agente comercial: "Le gustaron mucho los muebles y le propuso fabricar cinco camas iguales para la siguiente visita y que él se encargaría de venderlos". Así lo hicieron y fue la primera fabricación en serie de ROS. De cinco pasaron a 10 y de 10 a 20: "Ha ido creciendo hasta día de hoy". Gracias a aquella visita, se contrataron los primeros tres operarios por el taller.

De un pequeño taller a la fábrica

Hasta los años 60, ROS se mantuvo cómo un taller, aunque se había profesionalizado y crecido. Entonces, la segunda generación, Ramon Ros, entra al negocio familiar con la voluntad de crecer, se expande por Huesca, Barcelona y Girona e inaugura una primera fábrica de 1.000 metros cuadrados en Artesa. Y crea el primer logotipo por Muebles Rubio, con una cama, símbolo de la empresa, en el centro. Las ventas iban creciendo, especialmente en el mobiliario infantil y juvenil: "En el ámbito nacional no había mucha competencia y los pedidos cada vez eran más grandes".

Hasta que en 80 se vive otro momento clave: se abandona la fabricación en chapa de madera natural, se incorpora la melanina como materia primera principal y se centra en el ámbito infantil y juvenil. A la vez, se trasladan a una nueva ubicación de 5.000 metros cuadrados, pero manteniéndose en el mismo pueblo. "Inicialmente, se apostó por el precio y un servicio muy rápido, pero después se entendió la importancia del valor añadido y se incorporó el diseño y la innovación", explica Lluís Trujillo.

Trujillo: "El compromiso con Artesa es total"

A pesar del crecimiento, ROS siempre ha mantenido su vinculación con Artesa, el pueblo donde reside la propiedad, la familia Ros. "El compromiso con Artesa es total. Por ubicación geográfica no es el mejor lugar, pero nunca ha estado sobre la mesa un cambio". De hecho, con 290 trabajadores y 90 años de historia, son muchas las familias enteras que han trabajado y todo el mundo conoce alguien que ha pasado por ROS. Este compromiso con el territorio es uno de los valores de la empresa.

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Pero no los únicos: "Como empresa, ROS siempre ha destacado por la pasión y el dinamismo continuo para adaptarse al mercado, haciendo los cambios necesarios por ser los más rápidos y anticiparnos". Un compromiso que se añade a un producto de calidad, innovador y con el diseño como fundamento.

Todo ello les permitió expandirse por todo el Estado durante los años 90 y, en los últimos veinte años, hacer el salto a Europa a través de Italia, Francia y Grecia. A pesar de que la exportación de muebles no es sencilla, ni logísticamente ni por las peculiaridades y gustos de cada mercado.

Renacer de las cenizas

Hasta que el 2022 llegó un momento dramático por ROS. Un incendio calcinó completamente el 60% de sus naves. Su mundo se paró. "Cuando tienes un suceso de este tipo, en un primer momento te das cuenta de la gravedad del incendio y de la posibilidad real que la empresa desaparezca", reconoce Trujillo, que lo describe cómo "una etapa de miedo". Pero duró poco: "La propiedad, cuando aún había los bomberos apagando las llamas, transmitió al equipo que la empresa remontaría y volvería a tirar adelante y todavía más fuerte".

El golpe fue duro. Para empezar, se tuvo que hacer un ERTE al 90% de la plantilla, dejando en casa familias enteras de Artesa. Pero, rápidamente, empezaron a trabajar y planificar la reconstrucción. Por un lado, la reconstrucción física de las fábricas, con una apuesta clara por la tecnología y creando una de las plantas de muebles más avanzadas de España y Europa.

Trujillo: "Teníamos claro que no podíamos abandonar el mercado"

"Teníamos claro que no podíamos abandonar el mercado", recuerda el director de operaciones. Así, se pusieron a trabajar inmediatamente para crear una nueva línea de producto que se pudiera hacer con las pocas máquinas que habían sobrevivido. En tres meses ya la tenían en marcha. Producían mucho menos, pero volvían a arrancar. Casi dos años después, todavía están en una producción un 50% menor que antes del incendio y la facturación ha caído de 25 a 10 millones de euros. Pero ya han recuperado del ERTE el 90% de los trabajadores y esperan recuperarlos todos próximamente. Del mismo modo tienen un plan para recuperar toda la producción, a medida que vayan llegando las máquinas que han encargado.

Trujillo tiene claro que este camino, casi de resurrección, tiene un elemento clave: "Para hacer todo esto, lo más necesario y principal son las personas y el equipo, la gente que estamos en ROS. Todos hemos trabajado desde el primer minuto".

Paralelamente, ya trabajan en el futuro, con la voluntad de ampliar catálogo e incorporar el mobiliario de una etapa juvenil más adulta. "El principal valor añadido de nuestro producto es la variabilidad y la posibilidad casi infinita de personalización, con más de 5.000 referencias que se pueden personalizar en medidas, colores, ensambladuras...", añade. Al mismo tiempo, están arreciando la apuesta por la sostenibilidad y los criterios ambientales.

Unos muebles centenarios

"El foco ahora está en la reconstrucción", insiste Trujillo. Aun así, tienen que afrontar otra gran oleada que afecta el sector del mueble desde hace años, cómo son las grandes cadenas internacionales que han hecho desaparecer centenares de pequeñas tiendas. Justamente, las tiendas de muebles son los clientes de ROS, que tiene presencia en más de 3.000 comercios.

"Más allá de tener un producto pensado en el cliente final necesita, nos hemos enfocado a trabajar con las tiendas, dando herramientas y ayudándolas porque puedan competir contra las grandes empresas. Pero un gran fabricante de muebles europeos no es nuestra guerra, nosotros apostamos por un producto de calidad, innovador, de diseño y pensado en los clientes", resume Trujillo. Una actitud que se resume en su lema, La vie en ROS.

Con todo, Muebles ROS afronta su camino hacia los 100 años teniendo que reconstruirse y empezando casi de cero. Pero con todo el conocimiento y experiencia nacida el 1933 en un pequeño taller de carpintería en Artesa de Segre, un pequeño pueblo a los pies de los Pirineos que todavía los acoge.

 

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