Zegona, el desconocido rey de las telecomunicaciones

En 2015, Eamonn O'Hare y Robert Samuelson unieron esfuerzos para levantar un fondo que invirtiera en empresas tecnológicas

Exterior de un establecimiento de Vodafone | iStock Exterior de un establecimiento de Vodafone | iStock

La semana pasada saltó la noticia: un fondo de inversión en telecomunicaciones bastante desconocido para el gran público había iniciado el proceso para quedarse con la propiedad de la empresa Vodafone en España. Ya hace tiempo que se sabe que la multinacional británica no está nada satisfecha de los resultados de su filial española y que la habían sacado del núcleo de negocios prioritarios. Si miramos los números de la compañía, comprobamos que las ventas en el Estado declinan y ponen el negocio en el punto de mira de quienes buscan razones para venderlo.

El posible comprador es el fondo Zegona, también británico, en una operación que nos plantea muchas preguntas, sobre todo qué es Zegona y quién hay detrás. Pero antes de entrar a desgranar los secretos de este fondo británico, viajamos en el tiempo para recordar cómo y a través de quién entró Vodafone en el mercado estatal, una historia interesante, llena de viejos conocidos.

Empezando por el final, en el año 2000 la multinacional británica hizo una fuerte inversión para adquirir una de las compañías de telefonía primigenias en el Estado, hoy olvidada, pero que llevaba por nombre Airtel. Aquel año compró el paquete del 20% de la empresa que estaba en manos de British Telecom, qué añadido al 70% largo que ya controlaba, colocó Vodafone como amo absoluto de la firma. El año anterior, había comprado los paquetes del Santander (en aquellos momentos, todavía BSCH) y de un grupo de cajas de ahorros. La entrada de Vodafone en Airtel se había producido de manera indirecta, a través de la compra de la americana Airtouch, que era una de las accionistas de la compañía española durante sus primeros años de vida.

Ya hace tiempo que se sabe que Vodafone no está nada satisfecha de los resultados de su filial española

La firma de telefonía -todavía un simple consorcio porque no tenían licencia para operar- la habían montado en 1994 el Banco Santander, British Telecom y Ameritech, una firma hoy integrada en AT&T Teleholdings. El objetivo era posicionarse para cuando el Estado sacara a concurso una segunda licencia de telefonía móvil (la primera había sido otorgada de manera directa a Telefónica, la compañía semipública de telecomunicaciones). Los otros grupos que aspiraban a conseguir una licencia, que se preveía muy lucrativa eran:

Cometa: Prisa, La Vanguardia, El Corte Inglés, Cajamadrid, "la Caixa", Bankinter, FCC, Deutsche Telekom y la compañía americana de telefonía GTE (hoy adentro de Verizon después de la fusión con Bell Atlantic).
SRM: BBV, Iberdrola, Endesa, Sevillana de Electricidad, Gas Natural y las compañías de telefonía Vodafone y Manesmann (que acabarían fusionadas poco después).
Sistelcom: Banco Central Hispano, Unión Fenosa, Dragados, Fecsa, Vallehermoso, Ibersuizas (el hòlding inversor de Juan Abelló) y la compañía americana de telefonía Airtouch.
Reditel: Entrecanales, Cubiertas (estas dos empresas se fusionarían para formar Acciona), CF Alba (vehículo inversor de la familia March), Repsol, Caja de Ahorros de Bilbao Vizcaya, Bancaja, Caja España, Caja de Asturias, Caixa Catalunya, Caixa Galicia, Ibercaja, Unicaja y el operador americano Bell South.

Poco antes del concurso, este mapa tan disperso se reordenó a través de fusiones, para acabar quedando solo dos grupos y algunos de los accionistas iniciales fuera de la partida (Repsol, Gas Natural, Bell South La Vanguardia, Manesmann o GTE) por varias razones. Por un lado, Cometa y SRM pasaron a ser un único consorcio, cómo también sucedió con los otros tres grupos.

El día de los inocentes del 1994 (y primer cumpleaños de la intervención del Banesto de Mario Conde) se conoció el resultado del concurso, y el ganador resultó, cómo sabemos, Airtel. La prensa lo interpretó cómo una victoria del Santander (y de su futuro socio BCH) sobre el BBVA, dado que los grupos bancarios lideraban accionarialmente cada uno de los dos consorcios. Cómo ha pasado otras veces en el Estado (recordamos el concurso para las concesiones iniciales de televisiones privadas), el resultado se consideró una sorpresa. El capital del grupo ganador quedaba distribuido de la siguiente manera:

• Grupo de cajas de ahorros: 17%
• Santander y BCH: 14% cada uno.
• Entrecanales y Cubiertas (futura Acciona): 11%
• Unión Fenosa y Fecsa: 8% cada una.
• Inversiones Fersango (vehículo inversor de Juan Abelló): 4,75%
• Corporación Financiera Alba: 2,5%
• Airtouch: 16%
• British Telecom: 6%

Los ganadores tenían motivos para estar contentos porque el valor de la licencia concedida se estimó en aquel momento en 200.000 millones de pesetas (1.200 millones de euros). Curiosamente, el consorcio perdedor se había comprometido a pagar más dinero en concepto de canon (89.000 millones de pesetas) que el ganador (85.000 millones). Este fue uno de los motivos que generaron cierta perplejidad en los opinadores del momento. Además, poco después, la Comisión Europea obligó el Estado a compensar, parte en especies y parte en metálico, el canon abonado con el argumento que en la primera licencia, la de Telefónica, no se había abonado.

La historia de Vodafone también tiene cierta curiosidad, porque proviene de una marca de radios militares llamada Racal Electronics

En los años posteriores, las posiciones de los accionistas de Airtel se fueron reajustando, hasta que la compra de Airtouch por parte de Vodafone (que había perdido el concurso porque iba a uno de los otros consorcios) hizo entrar el operador británico en el capital. Y cómo hemos visto antes, no paró de comprar paquetes hasta llegar a ser el amo absoluto. Por cierto, si a finales de los noventa Airtel era una compañía joven que necesitaba posicionarse en el mercado, también lo era la firma de consultoría estratégica que contrataron para llevar a cabo esta tarea: la catalana Cluster, que había fundado Javier Rubió y donde eran socios los futuros directivos del Barça Marc Ingla y Ferran Soriano.

La historia de Vodafone también tiene cierta curiosidad, porque proviene de una marca de radios militares llamada Racal Electronics, que en 1985 sacó al mercado una marca llamada precisamente Vodafone; según parece, la palabra proviene de Voice & Data (voz y datos), unidos a una grafía peculiar de Phone. Habíamos dejado pendiente hablar de los futuros propietarios de Vodafone, el fondo Zegona, cosa que haremos a partir de ahora. En 2015, Eamonn O'Hare y Robert Samuelson unieron esfuerzos para levantar un fondo que invirtiera en empresas tecnológicas, bajo la filosofía llamada de Buy-Fix-Sell, es decir, comprar compañías, optimizarlas y traspasarlas por un precio más alto.

De entrada, los planes que ha anunciado el fondo de inversión ya pasan por la venta de parte del negocio de Vodafone, con el objetivo que aumente la rentabilidad

El primero de los fundadores y actual primer ejecutivo del fondo, O'Hare, había pasado por el área financiera de un puñado de compañías de sectores varios (Rolls-Royce, Energis, BAE Systems, PepsiCo o Tesco) hasta que puso los pies en Virgin Media, una compañía de telecomunicaciones. Ya no abandonó el sector, y con los conocimientos acumulados decidió establecerse por su cuenta. La primera operación que hizo con Zegona fue la adquisición del operador asturiano Telecable, que un par de años más tarde traspasó a Euskaltel. Es probable que la operación de Vodafone se cierre pronto, pero en vista de la filosofía del fondo comprador, también es probable que de aquí cinco años, o menos, volvamos a estar hablando de un cambio de manos de la compañía roja. De entrada, los planes que ha anunciado el fondo de inversión ya pasan por la venta de parte del negocio de Vodafone, con el objetivo que aumente la rentabilidad, aunque sea a expensas de reducir sus dimensiones.

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