Con 75 años de historia celebrados en 2024, el grupo Lucta es una de las empresas catalanas más consolidadas dentro del sector de las fragancias y los aromas. Nacida en Barcelona en 1949, la aún ahora empresa familiar tiene doce fábricas y ocho centros de diseño distribuidos por todo el mundo, operados por un equipo de 1.300 trabajadores con la colaboración de entidades de un centenar de países. Y aunque sus principales negocios son la producción de fragancias —tanto alcohólicas como industriales— y de aromas para la alimentación humana, la división de zootecnia ha ido ganando cada vez más peso dentro de la actividad de la empresa.
Esta sección, especializada en el desarrollo de aditivos para la alimentación animal, representa ya el 29% de las ventas globales de la compañía, que en 2024 alcanzaron los 371 millones de euros. Con soluciones dirigidas tanto a animales de compañía como a ganado de granja, los productos de Lucta se especializan en mejorar cuestiones como la ingesta de alimentos (haciéndolos más sabrosos o mejorando la salud de los sistemas gastrointestinales de los animales) o su preservación y duración (a través de antioxidantes y conservantes).
Toda esta actividad no sería posible sin una constante apuesta por el I+D, como bien remarca la directora de Innovación de la compañía, Gemma Tedó: “Tenemos una inversión en innovación bastante estable en los años, de entre un 8% y un 10%. El año pasado fue del 8,06%, unos 28,6 millones de euros”. En su área, el contacto constante con los múltiples colaboradores con los que trabaja Lucta es una fuente inagotable de ideas y oportunidades, y así es precisamente como nació OliveBiome, un proyecto de investigación que busca implementar soluciones biotecnológicas para reaprovechar los residuos de la industria agroalimentaria como complementos de la dieta animal. “El proyecto nace, como siempre, a través del networking”, relata Tedó a VIA Empresa.
En busca de la economía circular
El origen de esta oportunidad se encuentra en la empresa cántabra Maslina, colaboradora habitual de Lucta, quien a su vez estaba en contacto con San Miguel Arcángel, cooperativa jiennense que es uno de los principales extractores de aceite de orujo de España. Ambas habían identificado una convocatoria del Ministerio de Agricultura dentro del Plan Estratégico de la política agraria común 2023-2027, y vieron en Lucta el compañero de viaje ideal para lanzarse a ella.
El objetivo del proyecto quedaba claro: conseguir maximizar la productividad de las materias primas del proceso de producción de aceite hasta el punto de generar residuo cero. “En San Miguel Arcángel habían hecho un proceso tan sumamente eficiente que generaba un residuo que difícilmente podía incluirse dentro de la alimentación animal”, explica Tedó. Es por esta razón que decidieron apostar por una nueva óptica: la biotecnología. “Estos subproductos están compuestos de fibra, y sabemos que ciertos tipos de fibras pueden generar beneficios de flora y salud intestinal”, señala la directora de Innovación de Lucta.
Tedó: “Estos subproductos están compuestos de fibra, y sabemos que ciertos tipos de fibras pueden generar beneficios de flora y salud intestinal”
Pero una cosa es formular la teoría, y la otra ejecutarla. Y la metodología por la que han apostado en OliveBiome es la de aplicar una serie de microorganismos para transformar la materia de los residuos y convertirla en la solución que se busca. En concreto, se estudian dos vías: la primera es investigar el potencial de estos materiales como prebióticos, es decir, su utilidad como base para fermentar otros probióticos; mientras que la segunda es observar si se pueden crear productos derivados que actúen directamente como probióticos, o en palabras de Tedó, “caracterizar los microorganismos que ya existen y potenciar que haya de los beneficiosos”.
El hueso de aceituna, que es el que da nombre a la iniciativa, es el origen y el principal material que se está investigando, pero no ha sido el único: también se han evaluado subproductos provenientes de la alcachofa, el espárrago verde o el tomate, del cual se tienen en cuenta la piel y las pulpas que no se envasan cuando se preparan las conservas.
Medio millón de euros para cuatro años de investigación
Para llevar a cabo estas investigaciones, OliveBiome tiene un presupuesto de 550.000 euros, financiados en un 80% por el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER) de la UE y en un 20% por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. El proyecto se concedió en 2023 y tiene como fecha de finalización el 1 de mayo de 2027, de modo que ahora se encuentran “justo en el ecuador”. En estos dos primeros años, el equipo ha seleccionado las fuentes con un potencial más elevado y ahora están preparando la logística para “iniciar las pruebas en animales de cara a 2026”.
De todo esto se han encargado Lucta, San Miguel Arcángel y Maslina junto con la Fundación Empresa-Universidad Gallega (FEUGA), que son las cuatro entidades solicitantes de la convocatoria. Sin embargo, también han participado otros cuatro miembros subcontratados: la empresa catalana Microomics Systems, el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA), el centro tecnológico valenciano Ainia y el Instituto de la Grasa-CSIC de Sevilla.
OliveBiome tiene un presupuesto de 550.000 euros financiados en un 80% por la UE y en un 20% por el Ministerio de Agricultura
A la espera de observar el desarrollo de la segunda mitad de OliveBiome, Tedó ve con ojos positivos todo el trabajo hecho hasta ahora, que sintetiza en tres beneficios potenciales: “Contribuye a la economía circular, se enmarca en subproductos agrarios locales y tiene un beneficio en el bienestar de los animales”. En este último ámbito, la directora de Innovación de Lucta señala que el cambio climático produce constantemente situaciones “de estrés térmico” que tienen un efecto en los sistemas inmunitarios y digestivos de los animales, una situación contra la que esperan luchar con Olive Biome. “La palabra clave es resiliencia: cómo podemos mejorar la resiliencia de los animales de producción a los desafíos que se pueden encontrar derivados del cambio climático”, resume.
Todos los procedimientos de los que se encarga Lucta dentro de la iniciativa se llevan a cabo desde el hub que la compañía tiene en el Parc de Recerca de la Universitat Autònoma de Barcelona (PRUAB), uno de los dos centros de innovación que la compañía tiene globalmente (el otro está en Guangzhou, en China). “Fue una decisión estratégica para poder acelerar los desarrollos a medio y largo plazo”, asegura Tedó. Lucta opera en el PRUAB desde 2014, donde tiene tres laboratorios y unas oficinas. “Tenemos bastante interacción, tanto con las empresas del PRUAB como con el grupo de investigación en Nutrición y Bienestar Animal”, señala la directora de Innovación, que también ve en la localización una posible fuente de captación de talento entre los estudiantes y doctorandos de la UAB.