El espacio: un doble motor de innovación

24 de Octubre de 2025
Clàudia Mateo Segura, responsable de negocio de innovación para el sector espacial de i2CAT

Hace unas semanas tuve el placer de compartir un rato hablando de innovación, nueva economía y espacio en el último episodio del pódcast del Consorci de la Zona Franca. Este episodio sirvió para calentar motores de cara al Barcelona New Economy Week (BNEW) que se celebró en el DFactory a principios de este octubre.

 

Durante la conversación comentamos que el espacio ha dejado de ser la última frontera para convertirse en un sector más de la economía. El espacio es un doble motor de innovación: por un lado, conquistarlo nos plantea grandes retos que requieren avances en diversas disciplinas, y por otro, las aplicaciones y usos que se derivan tienen un profundo impacto en la vida en la Tierra.

"El espacio ha dejado de ser la última frontera para convertirse en un sector más de la economía"

Esta dualidad se explica mucho mejor a través de la división clásica del sector espacial en dos segmentos: upstream y downstream. De manera muy general, pero fácil de entender, el upstream se refiere a todo lo necesario para poner cosas en el espacio: esto incluye desde el diseño y fabricación de satélites, naves espaciales, todos los equipos a bordo y los lanzadores que los llevan al espacio, hasta los sistemas de maquinaria y software de tierra que los controlan y gestionan. Por otro lado, el downstream se refiere a todas las actividades necesarias para explotar y utilizar todas las cosas que ponemos en el espacio: esto incluye desde los dispositivos de usuario que reciben señales satelitales, el diseño y desarrollo de sistemas que procesan datos satelitales, hasta aplicaciones y servicios que hacen uso de estos datos. Aunque el upstream es la parte más vistosa del sector espacial con cohetes, satélites, cápsulas espaciales, telescopios y antenas gigantes, es el downstream el que tiene un potencial económico mayor y en crecimiento.

 

En general, existe cierto consenso en dividir las aplicaciones del sector espacial en cuatro: observación de la Tierra, comunicaciones, posicionamiento y navegación, y exploración del universo. Cada una de estas áreas de aplicación tiene unas necesidades y requisitos específicos que determinan cómo se deben diseñar y fabricar los satélites y naves, y también cómo se deben lanzar, poner en órbita y operar. Las áreas de aplicación, pues, empujan los límites de la tecnología espacial. Por ejemplo, la necesidad de obtener imágenes de la Tierra con más definición hace que se diseñen nuevas cámaras para hacerlo posible. Almacenar a bordo imágenes más pesadas requiere sistemas de transmisión y gestión de archivos cada vez más eficientes y procesadores más potentes. Todo esto siempre supeditado a un consumo de energía de bajo perfil y unas medidas reducidas. Lo mismo ocurre en las otras aplicaciones, donde la demanda de cada vez más y mejores servicios satelitales impulsa el constante proceso de innovación.

Esta innovación se nutre de investigación específica para el sector espacial, pero también nos encontramos con muchos avances que provienen de la aplicación en el espacio de diseños, técnicas y métodos propios de otros sectores. Es lo que se conoce como spin-in. Por ejemplo, durante décadas la electrónica utilizada en el espacio se hacía a medida, pero ahora hay electrónica comercial tan avanzada que se utiliza en el sector, como en el caso de procesadores gráficos (GPU) diseñados inicialmente para el mundo de los videojuegos. También nos encontramos el efecto contrario, el spin-out, donde innovaciones del sector espacial se aplican a otros sectores. Por ejemplo, la tecnología de criogenia desarrollada para los telescopios de la misión ARIEL de la Agencia Espacial Europea (ESA) se ha adaptado para utilizarla en el entorno médico. Concretamente, para “congelar” tejidos cancerígenos con gran precisión sin dañar tejidos circundantes.

"Aunque el 'upstream' es la parte más vistosa del sector espacial con cohetes, satélites, telescopios y antenas gigantes, es el 'downstream' el que tiene un potencial económico mayor y en crecimiento"

Como avanzaba en el título, el sector espacial es un doble motor de innovación, y el segundo motor está ligado al downstream, las aplicaciones. Al final, todo lo que ponemos en el espacio tiene un objetivo: transmitir datos. Para poder hacer uso de estos datos se necesita un conjunto de sistemas que sean capaces de adquirirlos, distribuirlos, procesarlos y ponerlos a disposición. La innovación en este segmento es constante: por un lado, para adaptarse a las nuevas generaciones de satélites y, por otro, para ser capaces de explotar estos datos de mejor manera: más rápida, más precisa, más adaptada.

Pero eso no es todo: la belleza del downstream es que los datos que obtenemos de los satélites se idearon con una aplicación en mente, pero una vez adquiridos, los mismos datos pueden tener múltiples vidas, es decir, se pueden utilizar en aplicaciones y usos que no se habían pensado inicialmente. Por ejemplo, el GPS se ideó como un sistema de localización de uso militar; ¿quién diría que este mismo servicio nos permitiría seguir el envío de un paquete de correos? Otro ejemplo: indicadores sobre la humedad del suelo pueden ser útiles para el sector agrícola con el fin de gestionar el riego, pero este mismo indicador puede alertar a los cuerpos de bomberos sobre zonas extremadamente secas y con un alto riesgo de incendio. Y, al mismo tiempo, podría indicar fugas en el sistema de distribución de agua, o la presencia de cierta flora y vegetación. Un mismo conjunto de indicadores nos proporcionan múltiples aplicaciones.

Por eso, en el downstream el límite es nuestra imaginación y nuestra capacidad de conectar ideas y sectores que poco tienen que ver con el espacio, pero que se pueden beneficiar. Tenemos que dejar de pensar en el espacio como aquel sueño de infancia, como aquella película de ciencia ficción, como un mundo alejado, y empezar a verlo como un sector con un gran potencial económico, de innovación y de transformación de nuestra sociedad: un motor de crecimiento y futuro. Como no me canso de repetirlo, en el espacio, el límite nos lo ponemos nosotros.