Hay días -y diciembre está lleno de ellos- en los que parece que todo empuja. El año se cierra, las decisiones se acumulan, las reuniones se multiplican, y aquel espacio mental que querías reservar para pensar, desaparece entre urgencias.
Son días en los que el foco se difumina, las listas se alargan y las voces del “deberías” se hacen mucho más fuertes que tu propia voz.
Y aquí viene la parte delicada: si escuchas solo el ruido externo, acabas tomando decisiones que no te representan. Y si no escuchas nada... Acabas cargando, asumiendo, sobreviviendo.
He trabajado con suficientes directivos y equipos como para saber que el problema no es no saber qué quieres hacer. El problema es no poder escucharte en medio de todo el ruido.
Una decisión tomada desde el cansancio difícilmente será buena. Una reunión improvisada puede tener consecuencias de meses. Un “ya me lo miraré después” puede convertirse en un conflicto en cadena.
"¿Cuántas de las decisiones que tomas en diciembre están realmente alineadas con lo que quieres? No con lo que toca. No con lo que presiona. ¿Con lo que TÚ quieres que pase?"
Esto no va de esperar a tenerlo todo claro. Va de tener suficiente claridad para no decidir en piloto automático.
Hay gente que te pide claridad, y tú todavía no tienes claro ni por dónde empezar. Llegas a casa con la cabeza tan llena que no sabes qué has decidido hoy. Sientes que tu agenda está llena y no sabes de qué
Voy a compartir contigo una escena que he visto demasiadas veces: Un directivo que llega a la reunión sin tiempo, revisando el móvil mientras le exponen un problema. Asiente, toma una decisión rápida y... se acaba liando más. No porque no tenga capacidad. Sino porque no tiene espacio.
Y aquí viene la reflexión que muchas empresas aún evitan: ¿Cuántas de las decisiones que tomas en diciembre están realmente alineadas con lo que quieres? No con lo que toca. No con lo que presiona. Con lo que TÚ quieres que pase.
Por eso, diciembre no debería ser solo cerrar carpetas. Debería ser también un mes para hacer espacio. Para hacer limpieza. Para revisar si aquello que arrastras, todavía te representa. Para mirar la manera en que trabajas, decides y colaboras y preguntarte si es sostenible. Porque si no lo es ahora, menos lo será en enero.
"Si hoy solo pudieras hacer una cosa por ti y por tu equipo, que sea esta: detente veinte minutos, apaga el móvil y escribe tres cosas que llevas haciendo todo el año y que ya no quieres hacer más"
Si hoy solo pudieras hacer una cosa por ti y por tu equipo, que sea esta: detente veinte minutos, apaga el móvil y escribe tres cosas que llevas haciendo todo el año y que ya no quieres hacer más. No esperes a tener el plan, empieza por mirar el mapa.
Hay una fuerza muy poderosa en decir “esto lo dejo aquí”. Porque cuando dejas espacio, aparece el criterio.
Diciembre es, para muchos, un mes de prisa. Y también, el mes en el que vuelves a marcar dirección. No hace falta hacerlo todo diferente. Solo hay que dar el primer paso con intención.
Todavía estás a tiempo de terminarlo decidiéndolo tú. Y si no sabes por dónde empezar: empieza por mirar qué te da fuerza, con qué mentalidad estás decidiendo, y si lo que haces te lleva a donde quieres. Este no es el trabajo de enero. Es el trabajo de quien quiere liderar con criterio. Y sí, se puede empezar ahora.