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“Centros de Datos que estáis en el cielo…”

25 de Agosto de 2025
Gina Tost | VIA Empresa

¡Aleluya! España ha descubierto que los centros de datos consumen energía y agua. Una verdad que otros países europeos ya hace años que traducen en regulaciones estrictas, mientras aquí aún estamos debatiendo si hay que empezar a escribirlas. Ahora, el gobierno español quiere imponer informes de sostenibilidad, límites de eficiencia y planes de aprovechamiento térmico. Llega tarde, sin pararse a pensar a largo plazo, pero al menos ha abierto la puerta a un mínimo debate.

 

Lo que más me sorprende es que, por algún motivo, alguien piensa que los que montan centros de datos son tontos y no quieren bajar sus costes. La eficiencia en las altas esferas se calcula con un Excel, no pensando en el futuro de nuestros hijos. El choque entre el discurso político y la realidad empresarial es cruel: la industria hace tiempo que persigue la eficiencia, pero no siempre coinciden los criterios técnicos con las prioridades políticas.

Mientras tanto, llegamos tarde. En países como Dinamarca u Holanda, la instalación de nuevos centros de datos está sujeta a moratorias o a requisitos estrictos de reutilización de calor y uso obligatorio de energías renovables. Irlanda, que se ha convertido en un hub europeo, ha impuesto límites a la potencia conectada para evitar colapsos en la red eléctrica. España, en cambio, ha mantenido una estrategia de puerta abierta para atraer inversión, con pocas condiciones más allá de las urbanísticas y con la mirada puesta casi exclusivamente en el volumen de capital anunciado en las notas de prensa. “1.000 puestos de trabajo en la construcción”, pero nadie piensa que trabajarán 10 personas a medio-largo plazo, mientras consumen agua en medio de un desierto.

 

Catalunya se ha presentado como un destino tecnológico atractivo por su posición geoestratégica, las conexiones de fibra óptica y un clima estable que reduce las necesidades de refrigeración. Proyectos como el centro de datos de Amazon Web Services en el Baix Llobregat o las inversiones de EdgeConneX en el Vallès muestran que el territorio está en la órbita de los grandes operadores internacionales. Sin embargo, también aquí la regulación propia ni está ni se la espera.

"La realidad es que actualmente no tenemos ningún marco específico que integre la planificación energética con la gestión del agua y los criterios de impacto territorial"

Cuando estaba en el Gobierno, el querido Carles Salvadó hizo un estudio increíble de futuros y posibilidades. Nos pasamos muchas horas conversando sobre el tema. El destino nos lo quitó y dejó un trabajo a medias que alguien debería liderar con fuerza. La realidad es que actualmente no tenemos ningún marco específico que integre la planificación energética con la gestión del agua y los criterios de impacto territorial, y las autoridades locales a menudo compiten entre ellas para atraer instalaciones, sin una visión conjunta de país. El riesgo es evidente: quedar atrapados en una dinámica de “el primero que llegue, el primero que se siente”, sin garantizar que estas infraestructuras aporten un retorno económico y social proporcional al consumo que generan.

Una conversación con una persona de la industria me decía: “Nosotros no contaminamos, son nuestros clientes”. Qué huevos, de verdad. Primero, porque se piensan que la gente que está en el Gobierno se chupa el dedo, y la segunda es que caminar dos metros por encima del suelo, tarde o temprano, también hace tropezar a los más obtusos.

El nuevo decreto español pretende poner una primera piedra a esta inercia. Obligará a los centros de datos a publicar informes anuales con detalles sobre el consumo energético, el uso de agua, los refrigerantes y el porcentaje de energía renovable. Las instalaciones de más de un megavatio deberán presentar un plan de aprovechamiento térmico, mientras que las que superen los cien megavatios deberán situarse dentro del 15% más eficiente del sector. El plazo para adaptarse será de solo tres meses, excepto en casos vinculados a defensa o protección civil. Con el ejército hemos topado. No les tocáramos ni un solo privilegio, ¿eh?

"La eficiencia no puede ser sólo un objetivo empresarial; debe ser también un compromiso de país"

El problema es que todo esto llega tarde, y de gente que solo está viendo la película a corto plazo. En los últimos cinco años, España ha vivido un crecimiento acelerado de centros de datos sin una planificación integral de recursos eléctricos e hídricos. Las grandes operadoras de IA y nube han anunciado instalaciones con un consumo comparable al de ciudades enteras. Y, como suele pasar, la política ha reaccionado únicamente cuando la saturación ya está allí. Como con la crisis de los pisos, las burbujas inmobiliarias, las crisis bancarias, etc.

La regulación no es un freno a la innovación, sino un seguro para el futuro. Si realmente queremos desplegar la IA, los servicios en la nube y las redes 5, 6 o 7G, es necesario que la infraestructura digital no comprometa el sistema eléctrico ni se convierta en un competidor invisible por el agua que bebemos. La eficiencia no puede ser solo un objetivo empresarial; debe ser también un compromiso de país.

Quizás el debate no es si España (y Catalunya) regulan tarde, sino si podemos pensar a largo plazo más allá de la eficiencia fuera del Excel. Porque en el mundo digital, llegar tarde es lo mismo que no llegar nunca.