Directora de Intueri Consulting

El comercio urbano: un patrimonio que no podemos perder

12 de Septiembre de 2025
Maria Segarra | VIA Empresa

Las calles de muchas ciudades y pueblos de Catalunya sufren una transformación silenciosa, pero constante: cada semana hay establecimientos que cierran las puertas definitivamente. Tiendas que, durante décadas, habían sido punto de encuentro, referente de confianza y motor de vida vecinal, ven cómo ceden el paso a locales vacíos, persianas cerradas y rótulos de “se alquila” cada vez más persistentes. Esta tendencia no solo afecta a la actividad económica, sino también a la cohesión social, el dinamismo y la vitalidad de nuestras ciudades.

 

Después de años de acompañar al sector desde diferentes ámbitos, me preocupa la facilidad con la que se ha normalizado la imagen de persianas bajadas en nuestras calles y, sobre todo, analizando las causas, llegar a la conclusión de que, en muchos casos, este cambio es difícilmente reversible. No se trata solo de tiendas que desaparecen: son espacios de vida social que se vacían y, con ellos, una parte esencial de la identidad urbana.

"Las calles de muchas ciudades y pueblos de Catalunya sufren una transformación silenciosa, pero constante: cada semana hay establecimientos que cierran las puertas definitivamente"

Es cierto que los hábitos de consumo han cambiado. Hoy, queremos precios competitivos, comodidad e inmediatez, y el comercio digital nos lo ha puesto fácil, muy fácil. Pero nos engañaríamos si pensáramos que el problema es solo “Amazon versus la tienda del barrio”; el reto es más profundo y afecta a nuestro modelo económico y la estrategia de ciudad.

 

El comercio urbano, de proximidad o de barrio, como queramos definirlo, es decir, el comercio de toda la vida, ha sido históricamente un pilar de nuestra economía local. Pero muchos negocios no han sabido adaptarse con la velocidad necesaria a la revolución digital. No basta con ofrecer un buen producto; hay que estar presente donde está el cliente: en redes sociales, en las plataformas digitales, en el teléfono inteligente, y esto a menudo es difícil cuando la gestión diaria ya supone un gran esfuerzo.

Ahora bien, la responsabilidad no es solo de los comerciantes. También lo es de las administraciones, que a menudo descuidan el comercio en su estrategia de ciudad, y también de nosotros como consumidores y ciudadanos. El comercio de proximidad da seguridad, limpieza y presencia en la calle. Hace ciudad. Pero esto tiene un precio. Y hay que preguntarse si queremos pagarlo o bien si preferimos continuar premiando un modelo anónimo, global y lejano.

El comercio urbano no es irrecuperable, pero necesita tres cosas inmediatas:

  1. Experiencia de compra que sea única y con una complicidad activa del consumidor. Competir no solo con producto, sino con valor añadido -proximidad, asesoramiento profesional, relación humana y vinculación con la comunidad-.
  2. Digitalización integrando soluciones de comercio electrónico, logística “de última milla” y presencia activa en redes sociales.
  3. Políticas públicas: ayudas a la modernización digital, incentivos fiscales y una apuesta urbanística que favorezca la afluencia de personas a los centros urbanos.

Todo esto, combinado con una colaboración estrecha entre el sector comercial y las administraciones, para integrar al comercio en las intervenciones y estrategias de desarrollo de la ciudad, es clave para evitar que las calles se conviertan en simples corredores de paso, sin alma ni dinamismo económico.

"El futuro del comercio urbano aún no está escrito. Pero lo que sí está en juego es qué tipo de ciudad querremos vivir los próximos años"

La pregunta fundamental, como sociedad, es si estamos dispuestas a renunciar a este patrimonio en nombre de la comodidad digital y el precio más bajo, o si sabremos encontrar el equilibrio entre lo que nos ofrece la tecnología y aquello insustituible que da el comercio urbano: identidad, comunidad y proximidad humana. El futuro del comercio urbano aún no está escrito. Pero lo que sí está en juego es qué tipo de ciudad querremos vivir los próximos años. Y esto, no lo olvidemos, no depende solo de las plataformas digitales: depende, sobre todo, de nosotros.