Politóloga y filósofa

Knuffelspek

18 de Junio de 2025
Arianda Romans | VIA Empresa

Hoy he ido a la tienda por quinta vez en dos días. Cruzo la puerta, goedemorgen!, la señora me ve y ya se ríe. Sabe lo que quiero. Yo sé que debería controlarme, pero a ella le hace gracia y a mí también, eso de venir de forma tan recurrente a buscar algo tan específico. Si estuviera embarazada tendría una excusa, pero no es el caso: solo soy una mujer con el síndrome premenstrual completamente desbordado y con hambre. Mucha hambre. Bueno, y quizás un poco derrumbada.

 

Abro la bolsita y los miro: rebozaditos, crujientes y en porciones lo bastante pequeñas como para engañarte pensando que “uno y ya” no es nada problemático. No es que sea un problema comerlos, ni que sean especialmente poco saludables. Pero tal vez comerse más de tres kilos en menos de veinticuatro horas no es de las decisiones más equilibradas que he tomado en los últimos años. Camino por las calles de un pueblo que había imaginado mucho más pequeño de lo que es y me doy cuenta de que vivir en una ciudad era solo una opción que yo contemplaba, pero no la única para ser feliz. Voy cogiendo uno, dos, tres trocitos de esa maravilla de un país no precisamente famoso por su alta gastronomía, pero que me ha despertado una gran adicción por lo que no deja de ser una variante muy bien lograda de la carne rebozada que me hacía mi abuela de pequeña. Sonrío a la vecina, entro a comprar una maceta para la planta, hablo con un amigo por teléfono, y yo sigo comiendo los boniquets de carne rebozada a la holandesa.

"Camino por las calles de un pueblo que había imaginado mucho más pequeño de lo que es y me doy cuenta de que vivir en una ciudad era solo una opción que yo contemplaba, pero no la única para ser feliz"

Cuando llego a casa queda la mitad de la bolsa original, y hay unas cejas fruncidas que tardan pocos segundos en acusarme de ser el monstruo de las galletas en versión spek. No sé pronunciar el nombre de esta delicia en neerlandés, pero los he bautizado como knuffelspek porque knuffel significa mimos y pienso que no hay término más apropiado para describir lo que supone una gran alegría entre el día gris y lluvioso y el estrés del trabajo. Me siento en el sofá dejándolos en la cocina, y durante la siguiente media hora empiezo una especie de danza entre el libro que estoy leyendo, el señor que trastea por la casa y la bolsa de knuffelspek, que va quedando cada vez más vacía.

 

En momentos de cambios, de incertidumbres o de resistencias, a veces no hacen falta grandes discursos ni noticias, solo una bolsita de knuffelspek más de las que comeríamos habitualmente. En momentos en los que todo parece tomar otro rumbo, en momentos en los que las cosas no salen como nos gustaría, es muy importante mantener la calma y encontrar un rincón agradable donde pasar el mal trago. No siempre podemos luchar contra las adversidades de la vida, pero lo que siempre está en nuestras manos es disociar un poco e intentar encontrar un espacio agradable hasta que pase la tormenta y podamos recuperarnos de la caída. Después de cinco rechazos laborales en menos de dos semanas, de saber que los planes que habías hecho para el próximo año no se materializarán, sumados a una gran incertidumbre laboral y vital de cara al futuro inmediato, a veces no puedes hacer otra cosa que seguir buscando oportunidades y esperar que pronto lleguen respuestas que no dependen en absoluto de ti. El escenario es frustrante, pero no hay mucho que hacer. Por eso, aunque no evitemos los nervios, sí que podemos ir de puntillas a la cocina a coger un poco más de knuffelspek.